5 de diciembre: la tapa que pasó de huerto familiar a fenómeno de barrio no podía falta en nuestro Calendario de Adviento
Ocho décadas después, la clientela sigue llegando por puro boca a boca.
4 de diciembre: una tapa sin fogones protagoniza la nueva ventana del Calendario de tapas sevillanas
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La quinta jornada del Calendario de Adviento gastronómico nos lleva hasta Casa Casimiro, un restaurante en Triana cuya historia se remonta nada menos que a 1945. Su origen está ligado a Casimiro Iglesiaa, un gallego que llegó a Sevilla, se instaló en la zona y levantó un local que, con el paso del tiempo, terminaría convirtiéndose en uno de los referentes gastronómicos del barrio.
Tras décadas en manos de la familia fundadora y después de pasar por la dirección de Fernando Iglesia —hijo del propio Casimiro—, el negocio dio un paso más en 2018, cuando Isidro, encargado durante casi treinta años, asumió la gerencia del establecimiento. Su conocimiento del bar y de su clientela es profundo. Lo ha visto crecer, transformarse y mantenerse fiel a su esencia, incluso mientras la carta se hacía cada vez más amplia y los clientes se multiplicaban.
De entre todas las tapas de Casa Casimiro, hay una que destaca por encima de cualquier otra: el frito de calabacín. Una elaboración que, según cuenta Isidro, es prácticamente imposible no ver en todas las mesas. "Aquí viene gente de toda Sevilla y de la provincia, y ese plato no puede faltar", afirma. La tapa lleva más de siete décadas en la carta y forma parte del ADN del bar, hasta el punto de que muchos clientes reconocen que la piden antes incluso de pensar qué más van a tomar.
Su origen es tan sencillo como sorprendente. En los primeros años, el propio Casimiro cultivaba calabacines en la Isla Menor y los llevaba al bar para preparar esta receta que, con el tiempo, se convirtió en una de las más populares. Cuando la producción propia dejó de ser posible, el bar pasó a abastecerse en Mercasevilla, pero mantuvo intacta la fórmula: calabacín cortado, frito con la técnica de siempre y servido para comer "como las pipas", en palabras de Isidro.
La popularidad de la tapa no ha disminuido con el paso de los años. De hecho, hoy en día es uno de los reclamos que más repiten los clientes, muchos de ellos habituales desde hace generaciones. "Aquí han venido los abuelos, luego los hijos, y ahora vienen los nietos", cuenta Isidro, convencido de que esa continuidad familiar es una de las claves del éxito. El boca a boca ha sido siempre su mejor promoción.
Pero Casa Casimiro es mucho más que una sola tapa. Su carta supera las 100 opciones, una cifra poco habitual incluso en bares de gran tradición. A esa lista fija se añade otra de platos de fin de semana, donde se pueden encontrar arroces, bacalao al ribeiro, berenjenas rellenas, rollitos de pollo con salsa de mostaza o la popular parrillada mixta, uno de los platos que más fotografías acumula entre los clientes. "La inventó Fernando, y desde entonces no hay día que no la pida alguien", explica Isidro.
La mezcla de tradición, amplitud de carta y constancia en la calidad ha convertido a Casa Casimiro en un lugar que sigue atrayendo a quienes buscan comer bien, sin artificios y con la garantía que dan los años. En esta quinta parada del calendario, su frito de calabacín demuestra que a veces la tapa más sencilla es también la más inolvidable.
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