Cierto que hay derbis más descafeinados que otros y que esta eliminatoria copera, cuando se sorteó, no la deseaba casi nadie en ninguno de los dos bandos. Pero, al cabo, un derbi es un derbi y la eterna rivalidad siempre puede deparar consecuencias inesperadas. Cierto 4-0 en Nervión preparó el terreno de salida para Pepe Mel hace dos temporadas y el 0-2 que hoy reina en esta eliminatoria también ha tenido su peso en la nueva salida del madrileño del banquillo verdiblanco. Quiere ello decir que Una Emery, aun con la tranquilidad que le otorga ese resultado, debe haber preparado este partido con todos los avíos que conlleva. Porque ver todo el pescado vendido antes de tiempo sería un error en el que a buen seguro no va a caer el técnico guipuzcoano. 

Tampoco Juan Merino, quien regresa de forma interina al banquillo verdiblanco con la sana intención de reivindicarse. El toro que le han puesto por delante es astifino, pero el entrenador linense, lejos de tirarse al callejón, ha ido con fe y gallardía por la muleta y estoque. 

Si la tarde de Reyes ambos equipos llegaban algo tocados al partido de ida, desde entonces los locales han enderezado su rumbo. El 0-2 logrado en Heliópolis y la victoria liguera sobre el Athletic han endulzado un tanto su trayectoria, mientras que la visitante, definitivamente, se ha desplomado y la derrota en Getafe ha sido definitiva en la persona de Mel, el técnico que hace un año jugaba un papel absolutamente contrario: era contratado para reflotar el equipo y lograr el ascenso de categoría.

Así las cosas, el que con el madrileño en el banquillo quizá hubiese sido un partido de trámite, cobra hoy inusitada expectación por ver si los futbolistas, en apenas horas, responden al cambio de entrenador. Había algunas voces críticas dentro de ese heterogéneo vestuario que ha conformado el iluminado Maciá y al que de paso ha regado con pequeñas dosis de gasolina, pero si a las intenciones no se las acompaña con buena calidad...

Y ahí es donde estriba hoy la diferencia entre los eternos rivales sevillanos, en la competencia de su plantilla. Mientras Monchi, al que incluso se discute, ha conformado de nuevo un ejército competente, el director deportivo bético ha logrado todo lo contrario. Mientras Emery hoy, gracias también en parte al resultado de la ida, puede realizar seis o siste cambios en su once tipo sin que apenas se vea afectado el rendimiento, Merino ya se ha apresurado en declarar que alineará a los once mejores. Las posibilidades de éxito son escasas y las secuelas físicas de cara al partido del fin de semana en Villarreal podrían resultar gravosas, pero, claro, el entrenador gaditano apenas se fiará de la tropa que tiene entre manos y una goleada dejaría su crédito bastante mermado de cara a una continuidad que no está descartada.

Se espera, por tanto, un Betis intenso desde los inicios, aunque, vista la trayectoria de Merino en el primer equipo hace un año, tampoco es que su equipo vaya a salir en tromba buscando la portería adversaria. Ni forma parte de su catecismo ni tiene futbolistas para ello. Por eso, si el Sevilla logra siquiera igualar la intensidad de un Betis que se parecerá más al del derbi lguero, tendrá los dos pies en los cuartos de final de esta Copa del Rey.

El sevillista no le perdonaría a su equipo un desliz como el que tuvo el propio Betis en la Liga Europa, al dejase igualar un 0-2 y caer eliminado; el bético hoy, por contra, casi daría por bueno ver a su equipo competir de igual a igual y obtener un resultado digno, es decir, una victoria insuficiente, un empate o hasta una derrota por la mínima según ésta se produjese.

Es la diferencia existente entre uno y otro, entre un club asentado y que deportivamente hace las cosas bien y otro que anda a sobresaltos y tumbos y que ha dejado al enemigo en casa partiendo el bacalao.