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El homenaje sólo fue en la grada

  • El Betis no se suma a los fastos del 25 aniversario del 12-1 a Malta y ni siquiera acumula un disparo a la portería de Iraizoz · El público, que recibió a los equipos con la bandera de España, acabó con silbidos

El día que venía señalado como festivo en el calendario de los béticos acabó entre pitos, disgustos y rostros cariacontecidos. Si ayer Heliópolis se engalanaba para conmemorar el 25 aniversario de la noche épica del 12-1 a Malta, el Betis no se sumaba a la fiesta. Si la propuesta futbolística de Paco Chaparro pasa por recordar ese fútbol atrevido que España exhibió para acceder a la Eurocopa de Francia, ayer el Betis ni siquiera fue capaz de disparar entre los tres palos de Iraizoz. Las caras de alegría y el ambiente festivo con el que se recibió al equipo acabó en desencanto.

El homenaje a la Roja no sólo estuvo en el graderío. Sobre el terreno de juego llegaron a participar hasta 21 jugadores seleccionables, algo poco habitual en la Liga española. Al Athletic, el equipo más ¿español?, se le sumó el Betis más nacional de los últimos tiempos, fruto de las ausencias de Aurelio y Emana, y donde únicamente Nelson y Pavone, cada uno en un tiempo, pusieron la nota de color internacional. Pero el homenaje de los equipos a la épica de 1983 se quedó ahí. Pocas llegadas a las áreas y escaso fútbol de ataque, todo lo contrario a lo acontencido en aquella mágica noche del fútbol español.

Numerosas banderas de España, incluso alguna preconstitucional en la zona de los radicales, afloraron en las gradas de Heliópolis cuando los equipos saltaron al césped. Y el mosaico preparado por el club verdiblanco coloreó las gradas de Gol Norte y Fondo con una enorme bandera española, sentido homenaje en el mismo escenario donde se gestó una de las noches inolvidables de la selección. Pero lo que se preparó como una noche de fiesta se transformó en una exhibición de las carencias del equipo.

Heliópolis acogió hace 25 años una de las noches mágicas del fútbol español, lo que le valió a Sevilla convertirse en el talismán de la selección durante muchos años, hasta que cierto entrenador decidió que el idilio se terminaba. Un cuarto de siglo después, el estadio de la avenida de la Palmera ha sufrido un cambio de nombre, del Benito Villamarín al Manuel Ruiz de Lopera. Curiosamente, únicamente la parte nueva del estadio, la que no vivió aquella noche, apareció con el mosaico de los colores de la bandera nacional. Son las cosas de este Betis, un club donde el máximo accionista no quiere recibir al entrenador, un equipo donde el máximo accionista envía al presidente títere, al director deportivo o a los propios medios afines a su persona a lanzar mensajes hacia el técnico. El mismo que sólo busca lo mejor para el Betis, que no es otra cosa que ganar en calidad.

Los béticos, estimulados por la conmemoración de los fastos del inolvidable España-Malta, se las prometían felices momentos antes del encuentro. El recuerdo de Rincón, autor de cuatro goles en aquella cita, o Gordillo incentivaba a los aficionados para sumarse al espíritu de la Roja, pero nada se trasladó al césped. La impotencia que transmitió el equipo, con jugadores fuera de forma y mal posicionados, acabó por meterse de lleno en los sentimientos de los béticos, que fueron plegando sus banderas para marcharse cabizbajos de un estadio que no se pareció en nada al de hace 25 años. Si al menos el partido sirve para que alguien tome nota, Chaparro podrá tener más cerca sus peticiones. Pero ya será sin homenaje a aquel Señor, gol de Señor...

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