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Cultura

Los manuscritos no arden

  • Una nueva traducción, basada en la edición definitiva de la célebre obra de Bulgákov, confirma la reputación de 'El maestro y Margarita' como una de las grandes novelas rusas del siglo XX.

El maestro y Margarita. Mijaíl Bulgákov. Trad. Marta Rebón. Prólogo Ricardo San Vicente. Nevsky Prospects. Madrid, 2014. 528 páginas. 28 euros.

Con apenas excepciones, la literatura rusa publicada o no publicada durante la interminable noche de los soviets puede cifrarse en una sucesión de autores perseguidos que sufrieron de un modo u otro los zarpazos de la tiranía, tras comprobar en propia carne cómo el sueño de una nueva era, ampliamente compartido por los artistas e intelectuales que vivieron los días aurorales de la revolución de Octubre, se transformaba en espantable pesadilla. Silenciados, recluidos, deportados o ejecutados, los escritores disidentes -casi todos lo fueron o llegaron a serlo, salvo un puñado de olvidadas medianías- lo tuvieron muy difícil para sobrevivir en una burocracia sostenida por comisarios implacables, aterrados siervos del hombre de los bigotes de cucaracha -como lo llamó el inmenso Mandelstam, que pagó caro su atrevimiento- a los que a menudo les sería aplicado el mismo trato criminal que ellos, los verdugos y su nutrida red de colaboradores, habían dispensado a los caídos en desgracia.

Sin haber mostrado afinidad ninguna por los bolcheviques, Mijaíl Bulgákov gozaba del favor de Stalin, un zoquete que presumía de gusto literario y había apreciado una de las piezas teatrales del autor de Kiev, pero ello no impidió que desde finales de los años 20 se le prohibiera publicar o representar sus obras. Ya las anteriores habían sido criticadas con ferocidad por los medios oficiales, sin que el acoso y las calumnias que desembocaron en su ostracismo le hicieran contemporizar con las autoridades o plegarse a sus directrices. De hecho, aunque se libraría de la purga directa, Bulgákov se mantuvo firme y no dejó de señalar la miseria y la impostura que autores menos valerosos o más acomodaticios disfrazaban como conquistas revolucionarias. La historia editorial de El maestro y Margarita no es excepcional en el tortuoso entramado de la Rusia soviética, que como todas las dictaduras diseñó un eficaz sistema de controles destinado a vigilar -con la inestimable ayuda de felones, delatores y sicofantes- la letra impresa en cualquier soporte. Esta vigilancia estimuló la memorización de pasajes u obras enteras y todo un inframundo de recitados clandestinos, copias artesanales o autoediciones (samizdat) que se asemeja a las distopías de la ficción y ha pasado a ser un capítulo fascinante para los interesados en la historia de la represión de las ideas.

Es fama, pues una frase de la novela -"Los manuscritos no arden", esto es, el verdadero arte siempre perdura- se ha hecho proverbial, que la primera versión de El maestro y Margarita fue arrojada al fuego por Bulgákov en presencia de su tercera mujer y leal albacea, Yelena Serguéyevna. Reescrita desde el principio, aunque finalmente inconclusa, y recortada por la censura en su primera aparición -póstuma, de 1966-, la obra tuvo una primera versión en castellano sólo dos años después, pero desde entonces los estudiosos han podido agrupar las páginas censuradas y restituir pasajes del original perdido, en distintas combinaciones entre las que la realizada por Lidia Yanóvskaia en 1989-1990 -que aprovechaba, según apuntan los responsables de la edición española, el minucioso trabajo de Marietta Chudakova- se ha convertido en la referencia tanto para los posteriores intentos de reordenación como para las nuevas traducciones. Es el caso de esta de Marta Rebón que ha publicado Nevsky Prospects, joven editorial de impecable trayectoria a la que debemos el conocimiento de obras y autores rusos que exceden el marco de lo consabido y se ofrecen siempre en versiones directas.

La línea argumental dominante de El maestro y Margarita gira en torno a la llegada del mismísimo Diablo (llamado Woland) y su extravagante séquito al atormentado Moscú de la tercera década del siglo, pero en una trama paralela Bulgákov desarrolla el relato de los últimos días de Jesús de Nazaret, enfrentado a la indiferencia o la cobardía de Poncio Pilato, y aborda la conmovedora y alucinada historia de amor entre los dos personajes mencionados en el título. Las tres líneas y otras subsidiarias se alternan o entremezclan en una narración que, como afirma Ricardo San Vicente, tiene mucho de sinfonía o incluso de ópera, una ópera grandiosa que combina el humor y la crítica, los registros satíricos, alegóricos, fantásticos o farsescos, cuya lectura provocaría en los adocenados censores del Partido -instruidos o reeducados en la estética mostrenca del realismo socialista- no sólo o no tanto el escándalo como una suerte de admirada perplejidad, por la osadía entonces inconcebible y por un talento narrativo que llega a extremos estupefacientes. Nada más subversivo que el flujo libérrimo de la imaginación creadora, cuando abandona los terrenos donde se guarecen las reses estabuladas para salir a campo abierto.

A ratos delirante o fantasmagórico retablo de maravillas, pero con páginas que eran y son -su potencial de denuncia no se agotó con el fin del estalinismo o de la era soviética- verdaderas cargas de profundidad contra una sociedad esclavizada por funcionarios mezquinos, venales y sin escrúpulos, en particular contra la triste clerecía representada por los literatos del régimen, El maestro y Margarita es una novela poderosa, compleja y desaforada que se resiste a las interpretaciones reduccionistas. Dejando aparte la sorprendente variedad de estilos, que convierte el libro en una obra total, la insistencia en una sola clave, por ejemplo la política, dejaría fuera sentidos profundos -la tradición bíblica, fáustica o carnavalesca, el barroco más despendolado, la imaginería gótica o amatoria- que se añaden al propósito impugnador de Bulgákov y ensanchan la significación del conjunto, caracterizado por una dimensión mística o filosófica que rezuma sensualidad y no se opone al contexto real de la Rusia sometida.

El hundimiento del maestro, que ha debido renunciar a su obra -un poco ortodoxo drama histórico sobre la Pasión, reproducido en la novela- y es internado en un manicomio donde vive ajeno a la realidad, admite el paralelismo autobiográfico, del mismo modo que la resolución de Margarita, reconvertida en bruja para poder salvar a su amado, prefigura la victoria venidera. En un sentido amplio, sin embargo, que trasciende la terrible coyuntura de partida, Bulgákov apunta a las traumáticas relaciones entre los artistas -verdaderos héroes dispuestos al sacrificio- y cualquier forma de poder absoluto. También, en fin, a la posibilidad o a la obligación moral de los primeros de enfrentar el dolor y las humillaciones para defender la libertad, aunque sea a costa de la propia supervivencia.

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