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Laura de la uz. actriz

"Las nuevas relaciones con EEUU van a ayudar en muchos aspectos"

  • La intérprete cubana se encuentra en su mejor momento tras ser nominada dos veces en los Premios Platino Desde Huelva, afronta ahora una nueva etapa profesional en España

Es una de las actrices del momento en el cine iberoamericano. Sus dos nominaciones consecutivas a los Premios Platino personifican el nuevo impulso que están tomando las producciones cubanas en la actualidad. Llega un tiempo nuevo a Cuba y no quiere perdérselo, aunque estos últimos años tiene repartida su residencia entre La Habana y Huelva, y aspira a trabajar pronto en España. Sus 25 años de experiencia en cine, teatro y televisión son la mejor carta de presentación de Laura De La Uz (La Habana, 1970), que debutó en el cine en 1990 con Hello Hemingway de Fernando Pérez. Esa interpretación, aún como estudiante, le valió el premio Coral a la mejor actriz en el Festival de La Habana. Después vinieron más filmes con el prestigioso director cubano (Madagascar y La pared de las palabras) y también otro galardón en la muestra habanera en 2012, con La película de Ana. Son sólo una muestra de una gran carrera artística que incluye 28 películas a las órdenes de, entre otros, Juan Carlos Tabío, Benicio del Toro y Jorge Perugorría.

-Ha rozado el triunfo en las dos primeras ediciones de los Premios Platino. ¿Toca ganar el año que viene?

-La carrera de los actores está llena de rachas buenas y rachas malas. Esta realidad se hace más evidente en el cine latinoamericano y mucho más en el cubano, en el que la cantidad de producciones anuales es pequeña. Ésta ha sido una de mis buenas rachas, de la que más orgullosa estoy. Para poder aspirar nuevamente a los Platino el próximo año sólo podría optar con el trabajo que realizo en Espejuelos oscuros, la ópera prima, aún en postproducción, de una joven directora cubana, Jessica Rodríguez. Espero que pueda estrenarse a tiempo y así participar en los premios. Pero en todo caso, la historia de la cinematografía está llena de actores con muchas nominaciones y sin premios. Quedar nominada ya es un premio en sí.

-En un cine iberoamericano cada vez más potente, no debe ser fácil que la consideren dos veces seguidas una de las mejores actrices del año.

-Es un enorme privilegio quedar finalista entre 760 películas presentadas para participar. Un emocionante reconocimiento a mi trabajo. Además también participaba este año en otra película como personaje secundario, La pared de las palabras, de Fernando Pérez. Fueron estas dos películas grandes oportunidades de llevar a la pantalla personajes que suponen grandes retos para cualquier actriz. Oportunidades que no se presentan de forma muy seguida.

-¿Qué papel juega el cine cubano en este contexto?

-El cine cubano ha sido durante mucho tiempo referente para el cine iberoamericano. Grandes figuras de nuestro cine son inspiración para muchos creadores del cine iberoamericano actual. Ha aportado espacios, maestros y grandes esfuerzos para la formación de realizadores de toda Iberoamérica y del llamado Tercer Mundo. Una ventana para el mundo del cine, no sólo latinoamericano sino del cine universal, a través del Festival de Cine de La Habana. Además, ahora se encuentra en un punto de inflexión, en el que es importante darle mayor participación y proveer de estructura legal a las pequeñas productoras que surgen y hacen cine.

-Cuba es un país modélico para el cine, con exponentes como la Escuela de San Antonio de Baños, el ICAIC o el Festival de La Habana. ¿Qué le falta para tomar un nuevo impulso?

-Una Ley de Cine. Algo por lo que aboga un importante número de cineastas agrupados para discutir, elaborar e impulsar esta ley.

-¿Puede ayudar algo el aperturismo actual en la isla y las nuevas relaciones con EEUU?

-Por supuesto que va a ayudar, en muchísimos aspectos. Ojalá pronto podamos ver producciones con prestaciones de servicio en la isla, coproducciones e intercambios entre nuestros realizadores con menos restricciones. Algo que se hará mucho más posible con el levantamiento del bloqueo.

-¿Y al país?

-Es una época de grandes cambios y todo está por llegar. No sabemos qué va a pasar. Estamos llenos de expectativas y de sueños por realizar.

-Tras participar en dos de los títulos más destacados de los últimos años (Vestido de novia y La película de Ana), ¿quiere cambiar de aires o ser partícipe del cine cubano que está por llegar?

-Claro que me apetece cambiar de aires, sin dejar de ser partícipe de mi cine y de los cambios que se avecinan. Después de muchos años trabajando exclusivamente al otro lado del océano, por fin tengo mi representación artística acá en España y muchas ganas de comenzar a participar en nuevos proyectos en esta orilla.

-Tiene muchos vínculos personales con Huelva. ¿La veremos en el Festival Iberoamericano?

-Me encantaría poder participar en el Festival, por algo que menciona: mi pareja, Héctor Garrido, es un fotógrafo onubense, reconocido acá en su tierra y también en Cuba por su trabajo. Es por esto que en los últimos años he estado dividiendo mi residencia entre La Habana y Huelva, lo que me ha permitido tejer lazos de amistad y de colaboración entrañables, como con el Centro de Arte Harina de Otro Costal, de Trigueros, que con tanto cariño dirigen mis amigos Lourdes Santos y el reconocido pintor onubense Juan Manuel Seisdedos. Con ellos he estado organizando con muchísimo éxito, los dos últimos años, el evento Cuba Cultura, que promueve los lazos de unión entre el arte y la cultura de nuestros países. Por otro lado, el Festival de Cine de Huelva y el Festival de La Habana han estado históricamente muy unidos y, por aquellas cosas de la vida que son inexplicables, a pesar de mis 25 años de experiencia en el cine cubano, y de haber participado con algunas de mis películas en el festival, hasta ahora nunca he estado presencialmente en él.

-¿Qué han supuesto los festivales de Huelva y La Habana para el cine iberoamericano? ¿Cómo deberían afrontar la competencia de festivales de primer nivel que vuelven ahora la vista a Iberoamérica?

-Los festivales de cine de Huelva y La Habana tienen en común que son aún espacios de referencia que dan voz a una manera de hacer cine muy ligada al territorio latinoamericano al que representan. Ciertamente, en los últimos años hay nuevos espacios que han vuelto su mirada a Iberoamérica pero en muchas ocasiones siguen siendo citas muy mediáticas que promueven, sobre todo, las grandes producciones. Los festivales no deberían convertirse en espacios elitistas, donde deba primar el aspecto económico, mediático o productivo del cine. Sus gestores no deberían olvidar nunca que son, esencialmente, cultura, y que deben servir de cita para que la gente acuda a las salas de cine a ver películas que no encuentran otros espacios. Nuestros festivales no deben olvidar que representan un cine más alejado del glamour y más cerca de su gente, su tierra y su cultura.

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