el periscopio

León / Lasa

La excepción báltica

ESTA semana se cumplen veinte años del fallido intento del golpe de estado soviético que pretendió anular todas las reformas de Gorbachov, las cuales culminarían con la liberación de la economía y la independencia de un buen número de repúblicas soviéticas. La imagen de Yeltsin, todavía en forma, subido a un tanque, arengando a ciudadanos y militares a parar la intentona dio la vuelta al mundo. Por suerte para casi todos, aquella intentona fue abortada. El derrumbe de la URSS se precipitó a raíz de aquellos acontecimientos, y con él la liberación del yugo soviético de las tres repúblicas bálticas, las más activas en sus reivindicaciones. Nadie podía prever entonces que hoy, una de ellas, Estonia, incluso compartiera moneda con un país tan lejano o extraño como España o Portugal, y que incluso pertenecieran a un espacio económico común. Lo que es más significativo al día de hoy es que esa pequeña república de cultura y lengua fino-húngara, atraviese, dentro del catastrófico estado de las cosas de la zona euro, una época de bonanza sin precedentes. Una vez más, si nos atenemos a las cifras, poco hay más recomendable en economía que comportarse como el buen padre de familia o como el austero tendero de la esquina: entran 100, salen 80. Quizá tenga algo que ver con el protestantismo que practican sus habitantes. Pero dejemos a la respuesta a Max Weber.

Pero mientras las bolsas se hunden, la economía camina a saltitos por el borde de un abismo oscuro y el desempleo -en el mejor de los casos- se estanca en cifras de estallido social, ese pequeño país de apenas 40.000 kilómetros cuadrados y poco más de un millón de habitantes, la superficie y población de Extremadura, insufla un poco de aire fresco, de buenas noticias, dentro de la tambaleante zona euro, a la que pertenece desde el 1 de enero de 2011. Después de años de profunda depresión -el PIB llegó a contraerse hasta el 15% en 2008- parece que los estonios han encontrado el camino de la recuperación. Según el reciente artículo de The Economist (Estonian Exceptionalism), la economía ha llegado a crecer en el primer cuarto de este año casi un 9% (¿Es eso posible, my God?), el desempleo ha bajado del 19% al 13% y, en la actualidad, los estonios tienen la menor deuda pública de la UE: un 6%. Por si eso fuero poco, una de las denostadas agencias de calificación, ha elevado la suya a A+. ¿Alguien da más? La principal receta que han manejado es tan sencilla como molesta de oír: una devaluación interna brutal para ganar competitividad, recortes en salarios nominales y austeridad en las cuentas publicas reduciendo gastos y consolidando balances. Uff, qué camino más doloroso nos espera.

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