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La tribuna

adela Muñoz Páez

Espíritu universitario

LOS rectores andaluces se reunieron a mediados de junio con el Gobierno de la Junta de Andalucía y, además de hacerse la foto, suscribieron un acuerdo marco para asegurar la financiación de la universidad, lo que en principio debería ser motivo de alegría. Pero el contento era ficticio, pues la principal causa de la asfixia de las universidades andaluzas es justamente la demora en la transferencia de los fondos por parte de la Junta. Además, en el documento tanto la investigación como la formación, objetivos prioritarios de la universidad, se mencionan sólo de forma colateral, mientras que se alude al tejido empresarial no menos de quince veces.

Así, no se hace referencia al hecho de en muchas titulaciones el tiempo medio de estancia en las facultades se acerca al doble del tiempo teórico, lo cual encarece la enseñanza y distorsiona los planteamientos docentes. Tampoco se proponen contratos para los profesores más jóvenes que no comprometan su promoción al sobrecargarlos de docencia. Ni en este documento ni en ninguna otra instancia las autoridades académicas critican el ataque a la cultura del esfuerzo y mérito que ha realizado la Junta al penalizar de forma selectiva a los profesores que habían conseguido complementos salariales sobre la base de su productividad. La catástrofe que el drástico recorte de fondos del Gobierno central está originando en la investigación no sólo no merece ninguna medida urgente, sino que la instauración de la caja única en muchas universidades para paliar la falta de liquidez merma aún más los fondos destinados a investigación que llegan de Madrid.

Aunque en periodos de carestía hay poco margen de maniobra, se podrían optimizar los recursos disponibles eliminando duplicidades de titulaciones y reorganizando los centros existentes para que tuvieran un tamaño racional; se podría dar prioridad a los pagos que afectan directamente a la docencia y la investigación, comenzando los recortes en los gastos suntuarios. Se podría plantear una política de becas auténticamente eficaz, recordando que actualmente todos los alumnos matriculados, independientemente de su nivel de ingresos y de sus resultados académicos, están becados, dado que las tasas cubren en torno al 20% de los costes reales. Pero como abordar las reformas necesarias requiere un estudio individualizado y tomar decisiones que pueden resultar impopulares, tareas ingratas, el acuerdo marco está ayuno de propuestas y preñado de lugares comunes.

¿Tienen futuro las universidades andaluzas si siguen la senda trazada en este acuerdo? Personalmente creo que tienen un futuro espléndido porque su esencia se encuentra mucho mejor reflejada en un vídeo que en poco más de una semana tuvo más de medio millón de reproducciones, el titulado Querido yo a los 17 años: https://www.youtube.com/watch?feature=player_ebedded&v=wQtbBYMxNWU

Sus protagonistas, universitarios andaluces como los rectores, son los recién licenciados de la facultad de Medicina de Sevilla en el hospital de Valme, y en él cuentan sus experiencias a lo largo de sus seis años de carrera. La facultad de Medicina requiere una nota de Selectividad muy elevada, pero su principal originalidad estriba en que es prácticamente el único centro de la Hispalense en el que la mayoría de los alumnos realizan cada curso académico en un año. A pesar de lo cual, estos alumnos no son unos superdotados, simplemente desde que entran en la universidad saben que tienen que trabajar duro para conseguir su objetivo. Aunque esta carrera tiene muchas singularidades, el mensaje de los protagonistas del vídeo es aplicable a todos los universitarios: el esfuerzo como factor determinante del éxito y el orgullo por el trabajo bien hecho.

El espíritu universitario se renueva cada año a finales de junio con los alumnos que realizan el examen de Selectividad, a los cuales Anatolio, un joven de Madrid muy espabilado, les ha puesto cara este año. Aunque son muy pocos los alumnos que han obtenido una puntuación tan alta en Selectividad, los muchos Anatolios que hay en España se habrán convertido en excelentes filólogos, economistas, científicos o juristas dentro de unos años. Ellos, junto con los profesores, hacen que la universidad sea una de las instituciones mejor valoradas hoy, como cabe esperar de una institución que debe reflejar lo mejor de la sociedad. No obstante, para afrontar la actual coyuntura, la universidad requiere una renovación profunda y ésta resultará fallida si colectivos ajenos a ella tergiversan sus fines, si sus gestores despilfarran sus fondos y si los gobiernos nacionales y autonómicos escatiman en su financiación.

Urge superar estos escollos porque del buen hacer de la universidad no sólo depende el futuro de los jóvenes que ahora llenan sus aulas, sino el de todo el país.

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