MIENTRAS el director David Trueba ya prepara otra serie para Movistar+ sobre cinco parejas, de la que tendrá el guión para este año, ¿Qué fue de Jorge Sanz?, con un solo capítulo de hora y media de duración que Canal+Series Xtra estrenó esta semana y ya está disponible en Yomvi, no ha defraudado a aquellos fieles de la ficción de seis capítulos que tanto gustó a los seriéfilos entendidos hace la friolera de cinco años.

Como en aquella recordada primera temporada, Jorge Sanz no está solo en su metaviaje irónico y políticamente incorrecto. Desde Pedro Ruiz hasta Verónica Sánchez entran al trapo. O Ayanta Barilli, que nos vuelve a traer a Sonia del Banco. Ese es el nombre oficial de su personaje. La que se ponía cachonda viendo cómo azotaban a Jorgito en Valentina. Todo está así (sigue así) de pasado de vueltas en esta entrega especial que tanto se ha hecho esperar y que hace un quinquenio nos hizo creer que otra telecomedia española era posible. ¡Qué alivio!

¿Qué fue de Jorge Sanz? es una anomalía no sólo en su contenido, sino también en su forma. En lugar de hacer una segunda temporada el año siguiente de la emisión de la primera, como habría sido lo previsible, Trueba optó por esperar los cinco años de la vida de Sanz que retrata en esta entrega especial y única. Y es que bajo la apariencia de intelectual discreto de David Trueba, se oculta un salvaje que escribe y dirige pensando del espectador medio lo mismo que David Simon. Y bajo Jorge Sanz se oculta (o no, no se oculta) un gamberro que se ríe de sí mismo como nadie ha hecho en el cine o la televisión españoles. Entre los dos arrastran a personajes como Antonio Resines o Lolita, cuya innegable vis cómica ha sido tan desaprovechada últimamente. Interpretándose a sí mismos en esta auténtica terapia sobre actores y de actores, no podrían estar más graciosos. Qué menos, cuando hasta Juan Manuel de Prada ha salido en la serie choteándose de sí mismo.

En ¿Qué fue de Jorge Sanz? hay buenas dosis de humor, pero también una gruesa capa de amargura, una combinación peculiar que, según David Trueba, le surge de forma natural. Realidad y ficción se confunden en una producción que intenta plasmar lo más sórdido y escondido del mundo del espectáculo. ¿Qué sale de este batiburrillo? Una ficción -recalquemos lo de ficción- que huele a rareza; áspera y amable a la vez, amarga e hilarante por momentos. Una serie dura con el mundo de la televisión y del cine, con los propios intérpretes, incluso con el público. Lo opuesto a complaciente, vamos. Ahora a esperar cinco años más. Qué mal.