Balance del Gobierno municipal

Un mandato con letra pequeña

  • La decepción se impone en una ciudad que apostó muy fuerte por un equipo que no tiene fondos y que gasta demasiada energía en labores de infantería y en la herencia recibida.

Hace un año el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, pidió perdón a los sevillanos defraudados y confesó que no había podido hacer más. La ciudad había experimentado sólo un cambio con minúsculas y Zoido se encomendó entonces a la colaboración de la Junta de Andalucía y a los inversores privados para dar un nuevo giro a la capital tras poner de manifiesto la penosa situación de las arcas municipales y recurrir, por enésima vez, al lastre de la herencia recibida. La disculpa le honra, pero doce meses después el discurso está manido. En el ecuador del mandato, se confirma que las expectativas que el alcalde generó eran demasiado altas para ser alcanzadas, ni en un año ni en dos. Y eso sin contar con que iba a tener que compartir su dedicación con la presidencia del PP andaluz, una responsabilidad que ha complicado también este último año con una dualidad que ha frenado el avance del gobierno.

Al equipo de Zoido nadie le puede reprochar su esfuerzo, ni a los concejales con áreas ni a la otra mitad que trabaja a diario en los distritos como si estuvieran todavía en la oposición. El objetivo es detectar todas las quejas y críticas y afrontarlas con más voluntad que recursos. Pero esto es insuficiente. Hoy el PP puede seguir presumiendo de no tener escándalos, pero debería confiar menos en que las miserias de los rivales, caso de los ERE o Fundación DeSevilla por ejemplo, tapan las carencias propias.

Si el balance de gestión se plasmara en un contrato, éste tendría mucha letra pequeña. Frente a los grandes epígrafes, muchos pequeños apartados de acciones de micropolítica y remiendos que sirven para, llegado el ecuador, sumar todo lo que se ha hecho, ir poniendo signos de +. La economía municipal del Ayuntamiento es casi de guerra por imperativos del guión y, a falta de dinero para grandes inversiones, el remedio es la micropolítica, la política de infantería y dispositivos de transporte y zafarranchos de limpieza. El color político de la Junta de Andalucía es la coartada perfecta para justificar que los escasos proyectos de enjundia públicos o privados que hay sobre el tapete, como la Gavidia o Ikea, no terminen de fraguarse. A todo esto la oposición, el PSOE básicamente, responde que se puede hacer una micropolítica, pues no hay dinero para otra cosa, pero de más altura: no sólo socorrer con un parche, sino generar y favorecer iniciativas con pequeñas ayudas que permitan a muchos sevillanos iniciar un camino autónomo.

La percepción general es que la ciudad no levanta cabeza y cosas se han hecho, pero no cunden. Ya en enero un barómetro socioeconómico apuntó que la mitad de los ciudadanos estaban descontentos con su gobierno municipal. Y, probablemente, el alcalde siga recogiendo currículum allá por donde pisa en una ciudad con 258.152 parados. El plan de empleo que abordaron sin éxito hace unos meses los tres grupos municipales sonó a ciencia ficción: hasta 46.000 puestos de trabajo dijo el portavoz popular, Juan Bueno, que se crearían. La ciudadanía no está para más promesas. Y si aquello pretendió ser un golpe de efecto, malo.

Es curioso que el equipo de Zoido, experto en marketing, tampoco haya sido capaz de sorprender mucho en los últimos meses sin caer en la más pura anécdota. Sólo la huelga de Lipasam fue un buen ejercicio de autoridad para un alcalde que supo imponerse y dar ejemplo.

Hasta ahora, Zoido sólo ha conseguido vincular la marca Sevilla, como motor de desarrollo, a eventos deportivos -aunque el próximo Mundial de Baloncesto no goza de la misma atención que la Copa Davis- y a los rodajes de cine que, en un año, han dejado 14 millones de euros en la ciudad. Pero entre las promesas, aún sin cumplir, del alcalde está unir a la capital con la imagen de empresas sevillanas tan potentes como Abengoa, y el ejemplo lo citó él mismo. Ni Abengoa, ni Altadis, ni la industria aeronáutica, ni la zona franca acaban de estar en la agenda del gobierno. Siguen en proyecto, con avances mínimos.

El contrato tiene otra letra pequeña: cumpliré mis promesas sólo si tengo dinero. Los patrocinios son sólo una solución de urgencia; sirven para un mapping que crea ilusiones, o un evento deportivo o cultural, como los últimos proyectos de Zurbarán, que permiten que Sevilla salga en los telediarios. En la Junta Zoido no puede confiar, todo lo que se pida sólo ha servido, por ahora, para crear un debate político: Santa Catalina o las Atarazanas, por ejemplo. Pero el Gobierno de Rajoy tiene el mismo color y Zoido tiene buenas relaciones con sus ministros. Quizás confíe en que ésa será su salvación en 2015. Pero la carrera ya calienta motores y no se debe dejar todo para el último año.

Zoido siempre da la cara y por eso es difícil que le abucheen hoy por la calle. El malestar es contenido porque él se adelanta a dar explicaciones, salva el examen y confía en que mejorará en el final.

Juan Ignacio Zoido. Alcalde

El regidor sigue fiel al estilo que marcó en su intensa carrera en la oposición, en la que primó la marca Zoido por encima de la del PP.  Su núcleo de ediles de confianza es reducido, da el visto bueno a todas las cuestiones, incluso las menores, y ejerce su autoridad para decidir personalmente sobre otras. El hecho de haber sido designado presidente del PP andaluz ha complicado su último año y ha provocado una dualidad que ha ralentizado la vida de los 20 ediles en la Plaza Nueva.

Gregorio Serrano. Delegado de Economía, Empleo, Turismo y Fiestas

El concejal del gobierno más próximo al alcalde en lo personal. Ha tenido que restablecer el diálogo con el empresariado tras una etapa en la que IU dinamitó las relaciones. Ha sufrido las críticas del presidente de la patronal hacia la gestión municipal, aunque  ahora las aguas parecen más tranquilas. Su gran apuesta turística son los cruceros. Y su reivindicación, el dinero de la Junta para los talleres de empleo, donde se ha hecho poco.

Juan Bueno. Portavoz del Grupo Popular en el Ayuntamiento

Justo ahora debutará por fin en un cargo de gestión. Ha estado dos años de concejal para todo, incluso para estar en la mesa de negociación con los sindicatos de Lipasam en los días de huelga. Representa al todopoderoso aparato del partido en la Plaza Nueva. Sólo por eso podría arrogarse la condición de número dos, una vitola de la que huye con la disciplina de un político profesional que, además, cuida de dar una imagen amable.

Asunción Fley. Delegada de Hacienda y Administración Pública

Todo delegado de Hacienda es el malo de la película de cualquier gobierno. El alcalde está muy satisfecho con su labor, que cumple con el espíritu de funcionaria que nunca ha dejado de ser. En los plenos se nota que lo suyo son más los despachos que los pleitos verbales con la oposición. Está cumpliendo el Plan de Ajuste con un rigor que solivianta a algunos de sus compañeros en más de una ocasión. Y acaba de presentar unas cuentas con superávit.

Maximiliano Vílchez. Delegado de Urbanismo y Medio Ambiente

No es un político al uso, tal vez por eso sufre en ocasiones más de la cuenta. Zoido lo colocó en Urbanismo por no tener compromiso alguno en este terreno. Es amigo personal del alcalde, por el que se mantiene en una actividad política que en algunas ocasiones ha querido abandonar. La maraña del PGOU le ha impedido avanzar en Ikea o la Gavidia. A su favor las ordenanzas de veladores y las licencias exprés para reactivar la economía local. 

Francisco Pérez. Portavoz del gobierno en el Ayuntamiento

Si hubo una apuesta de Zoido cuando comenzó su singladura municipal en 2007 fue la de Curro Pérez, alcalde de Triana. Pero desde entonces parece que el alcalde ha ido perdiendo confianza en este curtido de la política local. Sabe a poco la portavocía de un gobierno con un alcalde omnipresente y un portavoz del grupo político que además es el presidente del partido.

Beltrán Pérez. Delegado de Participación Ciudadana

Otro valor del PP en los años de la dura oposición que ostenta una delegación poco agradecida. Por su perfil político y su labor fiscalizadora, cualquiera hubiera apostado por unas tareas de gobierno con mayor peso. La coordinación de los distritos es una labor tan difícil de traducir a la práctica en el día a día como difusa. Su reto es la e-democrcia, que suena virtual.

María del Mar Sánchez Estrella. Delegada de Cultura y Deportes

En su debe está el tropiezo de la OT para promocionar a cantantes a costa del erario público. Sus áreas han sufrido los recortes presupuestarios más que ninguna otra. Parece haber perdido algo de fuelle de cara al alcalde. Y tiene por delante la tarea compleja de cambiar el esquema de gestión de los centros deportivos. Las Santas de Zurbarán le darán brillo.

Demetrio Cabello. Delegado de Seguridad y Movilidad

El TC lo ha sacado del ruedo municipal. En dos años nunca ha querido ser político ni ha escondido su condición de policía. Su pasión han sido la seguridad, en el difícil papel de interlocutor con los sindicatos de la Policía Local, nunca el tráfico. Su cruzada contra los gorrillas, más que contra la prostitución, ha dado poco frutos. Su año ha sido el de las multas y la grúa.

Javier Landa. Delegado de Relaciones Institucionales

Número dos de la lista electoral. Independiente recomendado por Javier Arenas. Su aportación no termina de estar clara. Catedrático de profesión, juega a redactar respuestas alambicadas a las preguntas oficiales de la oposición. Como presidente del Pleno erró al expulsar a un fotógrafo y destaca por sus rifirrafes con Antonio Rodrigo Torrijos (IU).

Dolores De Pablo. Delegada de Familia y Asuntos Sociales

Funcionaria disciplinada y muy trabajadora que gestiona un presupuesto mayor que el de los últimos, al convertirse los asuntos sociales en una prioridad para el gobierno, que suple las carencias de la Junta. Sus iniciativas son, básicamente asistenciales, y servirían para confrontar, algo que no aprovecha. Uno de sus grandes logros, ocultos, está en el Vacie.

Las claves

Aciertos

 

Licencias y ordenanzas.El Ayuntamiento ha agilizado los trámites y la espera para crear  negocios y ha ordenado las terrazas de bares, fenómeno molesto.

 

Turismo e imagen exterior.El turismo de cruceros ha irrumpido en la ciudad, que ha mejorado su imagen con el mapping, eventos deportivos como la Copa  Davis y los rodajes.  Fibes, una herencia recibida, se ha inaugurado y se está rentabilizando muy bien.

Fianzas, parkings y tráfico. Por fin se ha cumplido y se va a devolver las fianzas de los parkings inacabados, recuperar el doble sentido de Luis Montoto, otra promesa, y se ha presentado un plan de aparcamientos. 

Empresas municipales. Tussam sigue mejorando su servicio y saneando su deuda, al igual que Emasesa, y Lipasam está ordenándose, a pesar de que costó una huelga, que dio rédito político.

Fallos

Empleo y vivienda. Zoido falló al presentarse como el alcalde del empleo y, aunque no es competencia directa, poco o nada se ha hecho. En vivienda, con una empresa municipal, se ha tardado en dar soluciones reales a los  muchos problemas y desahucios.

 

Conservación viaria. El catálogo de baches es imperdonable. El mantenimiento es escaso y los planes e inversiones anunciados no acaban de ver la luz.

 

Prado y Caixafórum. La posición tras anunciarse el carpetazo al Caixafórum en las Atarazanas se entendió como una cesión a una entidad privada para justificar, además, el indulto a la Torre Pelli. El cierre de la estación del Prado fue otro tropiezo. 

 

Afán recaudatorio. El gobierno insiste en que la intención es ordenar la ciudad y hacer cumplir la ley, pero el nivel de denuncias es insostenible.

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