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Entre 'Casablanca' y 'Doce del patíbulo'

  • Investigación de la sobrina de uno de los fusilados que planearon un complot para derrocar a Queipo.

Sin derramamiento de sangre y a golpe de teléfono. Era el plan de trece hombres para derrocar a Queipo de Llano en 1937, en plena Guerra Civil. El plan fue abortado antes de que lo pusieran en marcha por una filtración digna de Casablanca. No les encontraron armas, ni prueba material, pero pagaron muy cara su osadía: ocho murieron fusilados en la tapia del cementerio de San Fernando el 29 de enero de 1938, a dos se les conmutó la pena capital y tres fueron absueltos.

"A mí me pareció tan pueril el plan, tan ingenuo...". Lo dice Concha Morón (Huelva, 1952), sobrina de José Hernández Marín, uno de los ocho fusilados, autora del libro La resistencia en Sevilla. Un intento de derrocar a Queipo (Aconcagua). El plan nace en la empresa Pirelli, donde trabajan tres de los ocho fusilados, los tres de la UGT. Miguel Toscano (30 años cuando lo matan) se lo cuenta a Hernández Marín (29), contable de la empresa, y a Manuel Elena Valverde (32), el único masón, clave de Voltaire en la Logia.

La idea era aprovechar el cambio de guardia en los cuarteles de San Hermenegildo y de la Gavidia, reducir a los oficiales afectos al Régimen e irlos sustituyendo por los leales a la República, detenidos en lo que fue pabellón de la Marina de la Exposición del 29.

Necesitan saber el número de oficiales detenidos para medir su capacidad de presión. Hablan con José Paz Márquez (63), ferroviario jubilado que cobraba las cuotas de Unión Republicana. Ha sido detenido en alguna ocasión, no quiere líos y les remite a Benigno García Paz (30), marinero gallego de Puebla del Caramiñal destinado en la comandancia de Marina.

El tío de Concha, el contable de Pirelli, implica en el plan a Ángel Copado Matarán (26), que tiene un taller de venta y reparación de aparatos de radio en la plaza de Molviedro, y a Rafael Herrera Mata (36), impresor, poeta, amigo de García Lorca, familia de anarquistas. La única relación de Manuel León Álvarez Fernández con el plan es que en agosto del 36 perdió su empleo de mozo del laboratorio municipal y José Hernández Marín lo socorre con dinero, "lo cual fue una agravante", y Rafael Herrera le da cobijo en su casa.

En mayo de 1937, el tío de Concha se separó de Josefa Garrido Gómez. Según las pesquisas de Concha Morón y el propio relato de los encausados, la ex mujer del contable contrató a un espía "para averiguar si su ex marido le había sido infiel. El detective no descubre pruebas de infidelidad, pero sí el plan para derrocar a Queipo". Del resto se ocupa un judío conspirador, supuestamente relacionado con Josefa, que se hace pasar por revolucionario y cita a Hernández Marín en la estatua del Cid después de que éste cayera en su trampa y le diera nombres y claves del plan. "Cuando se da cuenta es demasiado tarde". A Miguel Toscano lo detienen en las oficinas de Pirelli. Al separarse, Hernández Marín se alojó en una pensión de la calle Miguel Cid, pero esa noche no volvió. "La pasó en una zarza, y fue detenido al día siguiente, 12 de junio de 1937, en el puente del Guadaíra".

Anita Hernández Marín, madre de Concha, hermana de uno de los fusilados, llevó la pena por la muerte de su hermano muchos años. "Nunca me dio nombres, pero acertó en el número. Mi abuela, que era católica y monárquica, les llamaba los doce apóstoles, trece con mí tío". A su abuela, su madre, su hermana, su hija y su nieta les dedica Concha el libro.

De los otros cinco, a dos les conmutaron la pena capital. Gonzalo Alcauza era chófer de la presidenta de la Cruz Roja de Málaga, la trajo a Sevilla y se alojó en la pensión de José. Murió en el penal de El Dueso en 1944, cárcel en la que fue indultado José Gabriel Pérez, agente comercial, madrileño, único superviviente. El juicio se inició el 14 de agosto de 1937 y un día después Luisa Marín Vázquez, madre de José, intentó tirarse a los pies de Queipo en la procesión de la Virgen de los Reyes para pedirle clemencia.

Fueron absueltos los telegrafistas Eliso López Herrero y Francisco Salazar Gordillo, amigo de Blas Infante, y el médico Juan Martín Niclós, que la noche antes de que lo mataran acompañó en la capilla a Miguel Toscano, con el que jugó más de una partida de ajedrez. El auditor de guerra era el general Bohórquez, entonces hermano mayor de la Macarena. El plan pudo contar con el dinero de una benefactora, una terrateniente que había perdido a su hijo en la guerra. El libro se enriquece con el contexto histórico de José María García Márquez, que le facilitó el sumario del consejo de guerra 1.470/37 y el análisis jurídico de Luis Ocaña Escolar.

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