calle rioja

Pisa con garbo sin relicario

  • Trotamundos. Compatriota de Vargas Llosa, con un elogio de García Márquez en su currículum, Richard Villalón presenta sus 'Canciones de amor para esta extraña guerra'.

EL día del libro le coge hoy leyendo Eva Fantástica, una recopilación de cuentos de terror de mujeres victorianas. El terror es literario y el miedo es cutre. Richard Villalón (Lima, 1958) habla de literatura en la calle Nobel. Es la calle del Polígono Pisa donde está Omeya XXI, la nave de producciones audivisuales con dos escenarios, "el grande es para los blancos", bromea el peruano, en la que el viernes 25 (21:00), aniversario de la revolución de los claveles, presentará su espectáculo Canciones de amor para esta extraña guerra.

Entre Nobel anda el juego. Paisano de Vargas Llosa, "fue medio novio de mi madre, que también salió con Bryce Echenique", eligió en su primera escapada el mismo refugio que Gabriel García Márquez, México. "Recuerdo emocionado lo que me dijo al fina de una cantata: lo más bonito es cuando el silencio se pronuncia y tú lo sabes pronunciar".

Llegó a Sevilla para la Expo después de coleccionar una docena de países. El reverso de Pizarro, hipotético antepasado del peruano que juega en el Bayern Múnich. "De fútbol yo sé lo mismo que del norte de la China". Sevilla era lugar de paso, como tantas otras ciudades lo fueron en su vida. Como Lima, París, Londres, Amsterdam, La Habana, Nueva York, México D.F., amén de una etapa africana en Togo y estancias familiares en Haifa y en Trieste, la favorita del Adriático donde vivió Joyce.

"En Haifa, de niño, es donde más cerca viví de la guerra. Mi padre era hijo de un juez triestino y de una bailarina negra; mi madre, de un militar cuzqueño y de una hija de vasco e inglesa". Un compendio de pabellones en su árbol genealógico. No vivió más guerras, salvo que se le llame así a los trece años de dictadura militar del Perú, "con toque de queda a las diez de la noche, con lo que los milicos cuarteleros fomentaban la juerga continua". Hay otra guerra, "la que tenemos entre nosotros mismos, la del sálvese quien pueda".

El tránsito por Sevilla cobró visos de asentamiento. "Yo venía para descansar. En México llegué a dar 370 conciertos en un año, más que días. Mi idea era irme al campo para cuidar mis gallinas. Nunca tuve gallinas, pero me instalé en Sanlúcar la Mayor".

Primero deambuló entre París y Sevilla, perulero afrancesado. "Sevilla es una ciudad-espejismo. Cuando tienes hambre, te ofrece comida; cuando tienes sed, te ofrecen agua, pero todo es falso". Una metáfora de La balada de Cable Hogue, la película de Sam Peckimpah. "Yo he vivido en once países y aquí encontré mi purgatorio".

Ensaya en el Polígono Pisa, un proyecto que desarrolló Valeriano Ruiz, catedrático de Termodinámica y ex alcalde de Mairena del Aljarafe, el mismo que diseñó el microclima de la Expo a la que vinieron Chavela Vargas o Paquita la del Barrio. "No quería nombrar la palabra crisis, pero me parece un laboratorio social muy positivo. ¿Es que no entendían que vivir de subvenciones era convivir con el diablo o convertirte en bufón? La crisis aísla a los que no saben vivir con poco, a los que añoran una abundancia que fue en realidad una cerrazón de la cultura, canto del privilegio".

Le acompañan en el espectáculo Mariano Silva Campallo a la guitarra y Fernando García Conde, cómplice de historias musicales como la Banda de la María o Latidos, la academia de ritmos y sonidos que levantó donde tuvo su escuela de baile Federico Casado Caracolillo.

A México, recuerda, llegó antes Serrat que Sabina. "Más que de discursos, es tiempo de canciones. Lo que ocurre es que el sistema apuesta por las estrellas, leáse jóvenes, inútiles y sin mensaje, y yo pertenezco a la generación de los que dicen cosas".

Del día del Libro a la revolución de los Claveles. "En Portugal he cantado muchas veces. Yo actuaba mucho más en Europa cuando estaba en México que ahora que vivo en Sevilla. Reivindico la voz en los teatros, desde Edith Piaff a Ute Lemper".

Hubo un Villalón de su estirpe que llegó a Cuba huyendo de Trieste en la Primera Guerra Mundial. Simpatiza con su imaginario abuelo Fernando Villalón, el poeta del 27 y ganadero que soñaba con toros de ojos verdes. Le fascina el personaje y sus frases, como cuando decía que le gustaban las mujeres que se quitaban las medias a patadas, según recogía en sus Memorias su primo Manuel Halcón.

Trasiego de países y ciudades, culturas y religiones. "En Trieste, mi familia eran judíos que como tales no le hacían ascos a venderle ataúdes a los cristianos". Vivir en Venecia y dormir en Trieste, el sueño perfecto. Cantará en el Polígono Pisa y estuvo en Pisa, la ciudad de la torre inclinada.

No da crédito a los cantos de sirena de la bonanza económica de Perú y los países de su entorno. "La efervescencia económica es hija del show bussiness". Prepara un disco con las canciones de su espectáculo y tuvo que aparcar un proyecto para televisión, Vienes, donde invitaba a que los prolíticos cantaran y los artistas cocinaran. "He sido víctima del engaño de gente muy guapa y muy dulce que sólo saben estafar. Aquí todo el mundo cobra menos los artistas".

Para resarcirse, tiró del guión de estas canciones de amor con las que se fabricó su propia trinchera. Textos de Luis Cernuda, Chabuca Granda, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez o un vallenato de Rodolfo Aicardi a las mariposas amarillas del Macondo de García Márquez que ha cobrado una involuntaria actualidad.

El formato televisivo era para 16 programas. Y habla de esa quimera esfumada en esta nave audiovisual donde llevan tres años sin grabar un programa. "En México trabajé mucho con los políticos, son unos seres muy divertidos y muy inocentes. El problema es su estructura ósea, que están mantenidos por el poder y el poder los vuelve rígidos".

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