Sevilla

A quien madruga, el rey le ayuda

  • Huesos de santo. Ayer fue uno de los cuatro días al año que se abre la urna de San Fernando. Una ceremonia íntima, con escolta de soldados, en la Capilla Real.

SE turnan en la escolta los militares del REW 32, Regimiento de Guerra Electrónica. Porque ciertamente con el hombre al que le rinden honores, llamado Fernando III hasta que subió a los altares como San Fernando, saltaron chispas en la historia de España. Y en la de esta ciudad a la que le dio la vuelta como un calcetín. Tres orfebres tardaron cuarenta años en hacer con plata de América la urna que sólo se abre cuatro veces al año. Eran tres, pero la benevolencia de Felipe V, residente en Sevilla por razones médicas entre 1729 y 1733, firmó durante una cacería en Cazalla de la Sierra la cédula que validaba un día más de visita a la urna cada 14 de mayo para conmemorar la fecha del traslado.

Le dicen cariñosamente la momia, pero es un muerto lleno de vida. El cardenal Bueno Monreal añadió la advocación del monarca a la asociación de Fieles de Nuestra Señora de los Reyes. Francisco de Asís López Sánchez, que hoy cumple 32 años, es uno de los 1.672 miembros de esa asociación. Es historiador y dedicó la tesis doctoral y la tesina a la Capilla Real que contiene los restos de San Fernando. También los de Pedro I el Cruel y Alfonso X el Sabio, aunque el corazón de este último, en una tradición de la realeza medieval, fue enviado a Tierra Santa. De San Luis de Francia, primo de San Fernando, único rey francés con calle en Sevilla, sólo se conserva su corazón.

La Virgen de los Reyes es una hermosa redundancia de una de las más extrañas y madrugadoras tradiciones de Sevilla. A quien madruga, Dios y San Fernando le ayudan. Sólo en el día de su santo, que cada 30 de mayo conmemora la fecha de su muerte en el Real Alcázar, la visita a la urna se prolonga hasta la una del mediodía. El resto de los días es mucho más breve: dos horas desde que a las ocho y media comienza la misa de la octava de la Virgen. "Vinieron unos técnicos de Roma a restaurar los restos de San Fernando y aconsejaron que no debía permanecer tanto tiempo en exposición", dice Juan Gámez, filólogo.

Todos los Reyes están con la Virgen. Felipe II es el que aprueba los estatutos de la Capilla Real, con el consiguiente privilegio de los capellanes reales de velar por el cuidado de los restos. En el declinar del siglo XX, en 1985, Carlos Amigo Vallejo fusiona a los capellanes del Cabildo Real y a los del Cabildo catedralicio, aunque hay seis miembros de este último que siguen siendo capellanes reales como título honorario. Uno de ellos, Manuel Contrina, ofició la misa que precedió a la visita a la urna. Una misa que tradicionalmente se llamaba de tropa, aunque el protagonismo castrense ha pasado a ser simbólico: ni música, ni desfile. Pero mucho respeto. En posición de firmes. Impertérritos.

La historia de España condensada en una mañana de agosto. Sancho IV el Bravo es el rey que decide abrir la capilla para albergar los restos de los reyes, rito funerario que pronto imitará Toledo. Carlos IV, nieto de Felipe V, será el rey que aprueba la presencia de una escolta militar para quien murió con la protección de la Virgen de las Batallas. Carlos III, el llamado rey alcalde, padre de Carlos IV, fue quien fiel a su reputación de arquitecto oficioso ordenó rematar la reja de la entrada a la capilla real que tanto impresiona a los que visitan la Catedral.

El madrugón dominical concitó a feligreses y turistas. Para éstos, fue un regalo no previsto en las guías al uso. Hasta las monjas le hicieron fotos a los restos de Fernando III. El rey con cuya semblanza el académico Manuel González Jiménez, medievalista de Carmona, irlandés consorte, ganó el premio Domínguez Ortiz de biografías. En la urna de plata, junto a la dentadura, la espada en diagonal del zamorano más sevillano. Paradigma óseo de la España romana y cartilaginosa.

Como un reloj. Termina la octava de la Virgen de los Reyes y empieza la misa coral en el Altar Mayor. Francisco de Asís López Sánchez, que nació el año que se aprueba la Constitución con la rúbrica de Juan Carlos I, sabe de reyes y de cardenales. Hubo siglos en los que los roces entre la Corona y el Arzobispado fueron sonados. La existencia de seis capellanes reales honoríficos es una señal de los tiempos de consenso. Junto al oficiante Manuel Contrina, también lo son, mitad monjes, mitad soldados, Adolfo Petit, Manuel Soria, Teodoro León, Publio Escudero y Carlos González de Santillana.

La urna de San Fernando se abre justo una semana después de que la Virgen de los Reyes se enseñoree de la ciudad. A diferencia de la multitudinaria procesión, esta visita real es más íntima, más comedida. Hasta los sevillanos de guardia, los que pregonan la ciudad hasta la arritmia versicular, están de vacaciones. Le han dejado la llave de la urbe a turistas y espectros. Y a ciudadanos de a pie fieles a la tradición. O a la abuela que acude con sus nietos para que tan de mañana aprendan una lección impoluta de la historia de su ciudad y de su país.

Felipe II ordenó la existencia de tres llaves para la apertura y cierre de la urna de Fernando III. Sólo quedan dos llaves. Y hasta los cerrajeros estarán de vacaciones. Junto a los reyes Santo, Sabio y Cruel también hay reinas: los restos de doña María, esposa de Pedro I el Cruel, y de Beatriz de Suabia, una castellana de Toro que se casó con Fernando III. El muerto más vivo de una ciudad que da pábulo a los vivos mortecinos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios