Cofradias

'Prima basílica hispalensis'

La Macarena, en su basílica.

La Macarena, en su basílica. / D.S.

DEL imponente legado romano a Occidente se conserva la memoria de las antiguas basílicas. Basta pasear por el Foro de la ciudad eterna para comprender, entre los restos de la que lleva el nombre de Julia, la Emilia o la de Majencio, la importancia y simbolismo de aquellos edificios monumentales donde se administraba Justicia y se fraguaban los más importantes negocios económicos y políticos. Una vez cristianizado el Imperio, y en ese implacable proceso de sincretismo religioso y cultural que forjó el catolicismo, la basílica pasó a ser Templo de Dios, del Dios cristiano, cuyo culto se acogía en el interior del edificio sacro y no en el altar exterior.

Desde hace siglos las basílicas católicas están asociadas a un título y dignidad concedida por el Santo Padre, obispo de Roma. Simbolizan una especialísima unión de esos templos privilegiados con el príncipe de los apóstoles, por razón de la importancia y la intensidad del culto otorgado a Dios en el lugar.

Nada puede extrañar que en una ciudad que es referente universal en la devoción a María Santísima, su primera basílica estuviese dedicada a Ella, a la Madre de Dios. No podía ser de otro modo en una ciudad que luchó, como ninguna otra en el mundo, por la proclamación del dogma de la Inmaculada, desde el famoso sermón del fraile Molina en 1613 y los votos de sangre en su defensa. En una ciudad que propagó con intensidad y celo la devoción a la Virgen por toda la América recién descubierta…

Esa misma ciudad mariana quiso alzar un templo nuevo, allá por los años 40 del pasado siglo, para su Virgen predilecta. Para que su hermandad -que veía con sano orgullo expandirse su devoción dentro y fuera de nuestras fronteras- pudiera tributar culto al Señor y a su bendita Madre acogiendo, con la mayor solemnidad y dignidad, al mayor número posible de fieles. Y no dudéis que fue por designio de la providencia divina que la primera basílica hispalense se alzara en un barrio tan popular y sencillo como el Nazaret que acunó a la Santísima Virgen María en su infancia y juventud: el barrio de la Macarena.

Estos días de noviembre hay júbilo en los alrededores del Arco, algo que, por otra parte, no suele faltar en los antiguos huertos donde florece la Esperanza. Porque los macarenos festejamos - y con nosotros todos los sevillanos- estos primeros 50 años de la dignidad basilical. Nunca fue Roma tan sevillana. Porque un 12 de noviembre de 1966 su Santidad el Papa quiso distinguir ese templo y palacio, alzado entre San Gil y la Resolana, como primera basílica hispalense. Triunfo devocional de un pueblo que enloquece de amor ante la Madre de Dios, ante esa imagen maravillosa que siendo aclamada como Virgen de Sevilla, y siendo tributaria de una inmensa devoción universal, no dejará de ser nunca la muchacha bendita y sencilla de la Resolana en quien el mismo Dios puso sus ojos para hacerla su Madre. Sea bendecido el Señor por esa Prima Basilica Hispalensis en honor y gloria de la Reina y el orgullo de los macarenos: la Santísima Virgen de la Esperanza.3 Carlos López Bravo es profesor titular de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios