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El atracador abatido en el Aljarafe buscaba un botín de 11 millones

  • El golpe liderado por un ex guardia civil se gestó varios meses antes por una confidencia de un preso sobre el dinero 'oculto' en el chalé

  • Hay un cuarto detenido que está en libertad con cargos y se busca al resto de la banda

Un grupo de guardias civiles controlan los accesos al chalé de Mairena del Aljarafe donde se produjo el atraco frustrado.

Un grupo de guardias civiles controlan los accesos al chalé de Mairena del Aljarafe donde se produjo el atraco frustrado. / A. Pizarro

Un botín de entre nueve y once millones de euros. Eso es lo que esperaba lograr el grupo de atracadores liderado por el ex guardia civil Antonio Reyes Estévez, conocido como el Pocholo, que murió el pasado 19 de diciembre en un chalé de Mairena el Aljarafe tras recibir dos disparos efectuados por los agentes de la Guardia Civil a los que había encañonado con una pistola.

La Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil explica en el atestado remitido al juzgado de Instrucción número 3 de Sevilla, que investiga el caso, que ese supuesto botín es lo que llevó a un grupo de entre ocho y diez individuos a perpetrar el asalto del chalé de la urbanización las Tinajas, propiedad del empresario Joaquín Henares. Por este asalto hay tres detenidos que están en prisión y una cuarta persona que está en libertad con cargos, pero la investigación sigue abierta para tratar de localizar al resto de sospechosos.

La víctima del robo perdió el conocimiento cuando le colocaron una bolsa en la cabeza

Uno de los investigados que están actualmente en prisión declaró tras ser arrestado que había contactado precisamente n la cárcel con un colombiano, al que llamaban el Colombi en el patio del centro penitenciario, quien le dijo que en el chalé en cuestión había entre nueve y once millones de euros, dinero que se hallaba en una caja fuerte, mientras que en un pajar había más dinero oculto. Además, este preso le informó de que "sabía que el dinero estaba allí porque lo había guardado con el morador de la vivienda".

El golpe llevaba preparándose desde hacía unos meses, dado que este investigado, que según dijo iba a cobrar entre 4.000 y 6.000 euros por su participación, recibió en el mes de agosto un anticipo de 500 euros, dinero que le ingresó un individuo que se identificó como amigo del colombiano, pero al que no conocía ni sabe quién es.

Otro de los arrestados, al que también habían prometido un pago de 6.000 euros por "el trabajo", coincidió en que le comentaron que en la casa había entre nueve y once millones que "eran de un mexicano que mandó que se recuperaran porque la persona que los tenía se los estaba gastando".

Los atracadores llegaron al chalé sobre las 08:30, a bordo de cuatro o cinco vehículos, e irrumpieron por el método que se conoce en el argot como "polis full", es decir, haciéndose pasar por agentes de la autoridad para lo cual algunos iban provistos de placas de identificación colgadas del pecho.

Dos de los tres detenidos después del asalto al chalé. Dos de los tres detenidos después del asalto al chalé.

Dos de los tres detenidos después del asalto al chalé. / Víctor Rodríguez

El cabecilla de los asaltantes, el ex guardia Antonio Reyes, se identificó como el jefe del grupo de Policía Judicial y le dijo a dos jardineros de la finca que iban a realizar un registro "por narcotráfico y blanqueo de capitales". por lo que los trabajadores avisaron al dueño, el empresario Joaquín Henares, y entraron el resto de asaltantes, en su mayoría provistos de pasamontañas y ropa oscura, salvo uno que iba con un chándal del Sevilla Fútbol Club. Los individuos comenzaron a registrarlo todo y a preguntarle insistentemente al dueño por la caja fuerte y el dinero.

A continuación, amenazaron al empresario con matar a sus familiares y lo torturaron, colocándole una bolsa de plástico en la cabeza para asfixiarlo, lo que le hizo perder el conocimiento.

La caja fuerte, cuando la localizaron, estaba medio abierta porque, según los detenidos el empresario les comentó que habían intentado robarle antes.

El atestado también describe el momento en el que una patrulla de la Guardia Civil y otra de Policía Local llegan a la vivienda que estaba siendo asaltada y el enfrentamiento con Antonio Reyes, quien inicialmente les dice a los guardias que es un compañero de la Policía Judicial de Sevilla. Los agentes le requieren para que se identifique y entonces señala a uno de sus cómplices como la persona a la que hay que detener, por lo que en un principio se dirigen hacia él, y es entonces cuando Antonio Reyes "de forma súbita y repentina" encañona a los dos guardias civiles, amenazándolos de muerte y pidiéndoles que tiraran sus armas al suelo. El arma del fallecido, según pudo comprobarse después, tenía un cartucho en la recámara y estaba dispuesta para disparar con sólo accionar el gatillo, dado que no tenía el seguro puesto, y disponía de otros cuatro cartuchos en el cargador.

Uno de los agentes efectuó dos disparos contra Antonio Reyes, quien según los forenses tendría cogida el arma con las dos manos y con los brazos extendidos en dirección al guardia que disparó. Uno de los proyectiles penetró el tórax, lesionando ambos pulmones, el pericardio y la raíz de la arteria pulmonar. La muerte se produjo sobre las 09:50.

La "expresión de rabia y odio de los ojos" del fallecido

El atestado relata que el agente que disparó contra Antonio Reyes actuó valorando los criterios de "congruencia, oportunidad y proporcionalidad en el uso de las armas", puesto que la vida de los agentes se hallaba en "inminente peligro". El atestado señala que, al contactar con el sospechoso, los guardias en ningún momento hicieron amago de sacar sus armas para no empeorar la situación, si bien observaron "como la mirada del individuo era de rabia y odio", de un "odio terrible", según el agente que disparó. Antonio Reyes se centró en uno de los guardias, mostrando una "agresividad" tal que evidenciaba el riesgo para la vida de los agentes y en se momento el otro guardia desenfundó su arma y apuntó al agresor. Éste hizo amago de girar para encañonar al agente que había sacado la pistola, apreciando que "la expresión de rabia y odio de sus ojos y sus amenazas cada vez más violentas ponían en concreto peligro tanto su vida como la de su compañero, y teniendo presente que podían tener un fatal desenlace", efectuó "dos disparos instintivos" en el momento en que se estaba girando hacia él. El atestado concluye que la actuación de los dos agentes fue "totalmente ajustada a derecho" y a los presupuestos legales que autorizan el uso de armas de fuego.

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