Frigorífico con fuga de gas: ¿reparar o sustituir?
Contenido Patrocinado
Durante los calurosos meses del verano los frigoríficos funcionan a toda potencia y es en esta época del año cuando más suelen fallar. La vibración constate del compresor, la humedad, la oxidación y la calidad deficiente de los materiales pueden desembocar en la aparición de una de las averías más frecuentes en los sistemas de refrigeración: las fugas de gas refrigerante.
Cuando se presentan estas averías, surge la cuestión de si vale la pena proceder a reparar las mismas o si es mejor directamente reemplazar el frigorífico o congelador, con lo costosos que se han vuelto estos aparatos al igual que todos los electrodomésticos del hogar con la inflación generalizada de los últimos años.
Por esta razón, en este artículo te explicamos todo acerca de las fugas de gas en los sistemas de refrigeración, para que si llegas a encontrarte en la disyuntiva de si reparar o sustituir a casa de una fuga de gas, puedes tomar la decisión mas acertada.
El corazón del frigorífico: el gas refrigerante
El gas refrigerante es el responsable de mantener los alimentos a la temperatura adecuada. Este fluido circula por un circuito cerrado de tuberías (normalmente de cobre) y, gracias a un proceso físico-químico, absorbe y disipa el calor del interior del frigorífico o congelador, facilitando la refrigeración. Si hay una fuga de gas, el gas se escapa del circuito de refrigeración, el circuito pierde presión y la nevera deja de funcionar correctamente. Las consecuencias no tardan en aparecer: aumento del consumo energético, pérdida de capacidad de enfriamiento y riesgo de averías mayores en otros componentes como el compresor.
¿Cómo puedes darte cuenta de que tu nevera tiene una fuga?
- El compresor no para de funcionar nunca o hace ruidos extraños.
- Aparecen manchas aceitosas en la parte trasera del frigorífico o congelador.
- El frigorífico o congelador simplemente no enfría, aunque sigue encendido.
- Notas que los alimentos no se conservan igual o se deterioran rápidamente.
De acuerdo a Alejandro Duque, profesional del servicio tecnico Balay en Valencia: “las causas más comunes de las fugas suelen estar en el desgaste de las tuberías, juntas o conexiones del circuito de refrigeración debido a la vibración del compresor o a la humedad, aunque un golpe accidental o la manipulación incorrecta también pueden provocarlas, el indicio más claro de fuga de gas es que el refrigerador ya no tiene la misma potencia que antes o tiene alarmas de perdida de temperatura en el display”.
Diagnóstico y detección: la clave está en el detalle
Localizar una fuga de gas no es tarea sencilla. Muchas veces, la zona afectada es imperceptible a simple vista. Sin embargo, existen algunos métodos efectivos que utilizan incluso los técnicos:
- Aplicar agua jabonosa sobre los tubos sospechosos y observar si se forman burbujas.
- Revisar si hay manchas de aceite en las tuberías, que pueden revelar el punto de fuga.
- Escuchar con atención el funcionamiento del frigorífico y el ruido del compresor.
- Utilizar equipos profesionales como detectores electrónicos o manómetros para medir la presión del sistema.
Un paso importante es realizar el diagnóstico lo antes posible ya que dejar pasar el tiempo sólo empeorará la avería y subirá el coste de la reparación o el consumo de energía.
La reparación: ¿más simple de lo esperado?
Una vez identificada la fuga, el procedimiento de reparación varía según la gravedad y localización del daño. Cuando la fuga es pequeña y accesible, se puede sellar aplicando epoxi especial e incluso soldadura, si la avería está cerca de una unión metálica. No obstante, si el daño es mayor, puede ser necesario cortar el tramo de tubo afectado, sustituirlo y volver a soldar las uniones antes de recargar el gas perdido.
En algunos casos la fuga se encuentra localizada en tramos inaccesibles del circuito de refrigeración, como tuberías internas del compresor. En este caso el sellado de la fuga es muy complicado y económicamente inviable por lo laborioso que podría ser sellar la fuga.
Por otro lado, muchos frigoríficos modernos utilizan gases como R-600a o R-134a, menos perjudiciales para la atmósfera que los antiguos CFC. Aun así, manipular gases refrigerantes siempre tiene riesgos y debe hacerse por un técnico especializado debido a la toxicidad y la inflamabilidad de estos gases.
Ventajas de arreglar la fuga de gas a tiempo
- Restaurar la eficiencia: al sellar la fuga y recargar el refrigerante, el frigorífico recupera su capacidad de enfriamiento y eficiencia energética original, lo que ayuda a evitar facturas elevadas de electricidad.
- Prolongar la vida útil: una reparación a tiempo ahorra el desgaste mecánico de otros componentes, como el motor o el compresor, evitando así averías costosas en el futuro.
- Menor impacto ambiental: evitar la liberación de gases refrigerantes protege la capa de ozono y contribuye a la lucha contra el cambio climático.
- Seguridad alimentaria: el frigorífico vuelve a alcanzar una temperatura óptima para la conservación de los alimentos, evitando el desperdicio de alimentos y riesgos de intoxicación.
¿Cuándo no compensa reparar?
No todas las fugas de gas merecen ser reparadas. Existen situaciones en las que quizás no sea rentable hacerlo, como cuando el frigorífico:
- Sobrepasa los 10 años de antigüedad.
- Ha sufrido varias averías recientemente.
- El coste de reparación supera la mitad del precio de un modelo nuevo y eficiente.
- Es muy difícil localizar la fuga o son necesarios recambios difíciles de encontrar o son costosos, sobre todo en modelos antiguos.
El precio de la intervención: inversión o gasto
El coste de arreglar una fuga de gas en un frigorífico puede variar de 80€ a 200€, dependiendo de la magnitud de la fuga, el tipo de gas, la marca y el alcance de los daños. A esto se pueden sumar gastos por desplazamiento, diagnóstico o tiempos de mano de obra, cuyo valor oscila entre 25€ y 50€ la hora. Si el problema se detecta pronto y la fuga es pequeña, la factura será mucho menor que la de comprar un frigorífico nuevo.
No obstante, hay que tener en cuenta algunos detalles: si el electrodoméstico es antiguo, poco eficiente o de una marca cuyo servicio técnico no da soporte, invertir una gran suma en la reparación puede no compensar respecto a la compra de un modelo moderno, mucho más eficiente y ecológico.
Consejos para prevenir fugas y prolongar la vida de tu frigorífico
- Realiza mantenimiento regular: limpia los serpentines traseros y comprueba periódicamente el estado de las conexiones.
- Si notas un nivel de vibración excesivo del frigorífico a causa del funcionamiento del compresor, no lo dejes pasar, ya que además de dar indicios de anomalía en el compresor, podría también desembocar en una fuga a casa de la vibración misma.
- No muevas el frigorífico bruscamente ni lo golpees: los movimientos fuertes pueden causar microfisuras en el circuito de gas.
- Llama siempre a técnicos especializados y certificados ante el menor síntoma de fuga de gas: manipular gases por cuenta propia, aparte de peligroso, está penalizado.
- Escoge modelos eficientes y compra sólo refrigeradores certificados según las últimas normativas medioambientales.
La decisión final: ¿arreglar o reemplazar?
Decidir arreglar una fuga de gas en un frigorifico o congelador depende de varias variables: la antigüedad del aparato, el coste del servicio técnico, la gravedad de la avería y el impacto ecológico. Si tu frigorífico es relativamente nuevo, eficiente y la fuga es fácilmente localizable, la reparación tiene mucho sentido y económicamente sensata.
Sin embargo, si el frigorífico tiene más de 10 años de antigüedad, gasta más energía de lo normal y la reparación sale cara o no garantiza un buen resultado a largo plazo, apostar por un modelo moderno puede ser la mejor inversión. Los frigoríficos actuales incorporan motores más silenciosos, sistemas de ahorro energético, gases menos contaminantes y mayor vida útil, lo que se traduce en seguridad, comodidad y ahorros a largo plazo.
En conclusión: ¿vale la pena arreglar una fuga de gas en un frigorífico? La respuesta depende de cada caso, pero, en general, si la reparación es asequible y la avería no es grande ni recurrente, merece la pena intentarlo. Eso sí, siempre en manos de un profesional, con garantía y responsabilidad ecológica.