Tolkien | Crítica

Tolkien merecía más

Nicholas Hoult, en el papel de J. R. R. Tolkien.

Nicholas Hoult, en el papel de J. R. R. Tolkien. / D. S.

J. R. R. Tolkien (1892-1973), el gran escritor de El Señor de los Anillos, tiene varias apasionantes películas posibles. Sobre todo la que tratara de la larga relación entre el trauma provocado en su generación por la Primera Guerra Mundial y su obra. Una aventura creativa paralela a la que emprendió su amigo C. S. Lewis creando las Crónicas de Narnia. Cuentan bien esta historia libros como Tolkien y la Gran Guerra. El origen de la Tierra Media de John Garth o Un hobbit, un armario y una gran guerra: de cómo J. R. Tolkien y su gran amigo C. S. Lewis redescubrieron la fe, la amistad y el heroísmo en el cataclismo de 1914 a 1918 de Joseph Loconte.

Lo apasionante y singular es que, a diferencia de quienes no superaron el trauma del devastador conflicto, Tolkien y Lewis lucharon por que lo vivido, visto y sufrido en el horror de las trincheras no les arrebatara la fe en el ser humano y en sus valores. Aunque siempre se negó a que su obra fuera interpretada reductivamente como una mera trasposición simbólica de hechos reales y de sus arraigadas convicciones católicas, en varias ocasiones Tolkien dijo que el valor de los pequeños hobbits estaba inspirado en el heroísmo de los anónimos y modestos soldados ingleses que fueron sus compañeros de armas y cayeron en el frente.

También afirmó el escritor: "Mi obra está escrita con la sangre de mi vida, sea en líneas gruesas o delgadas. Y no puedo hacer otra cosa"; o que El Señor de los Anillos es "una obra fundamentalmente religiosa y católica". Esto da verdad, hondura y grandeza humana a su gigantesca y fantástica creación, convirtiéndola en auténtica épica que aborda en clave fantástica cuestiones reales.

Otra imagen de la película. Otra imagen de la película.

Otra imagen de la película. / D. S.

Este gran tema se desperdicia -porque se aborda superficial y fragmentariamente- en este biopic rutinario modestamente interpretado por el más bien inexpresivo pero triunfador Nicholas Hoult que ya hizo de J. D. Salinger (ni Lon Chaney hubiera podido interpretar con éxito dos caracteres personales y literarios tan opuestos). El enfoque del guión escrito por David Gleeson y Stephen Beresford es erróneo: dar unas pinceladas de la vida de Tolkien en varias etapas diluyendo en ellas ese gran tema que inspiró la obra que lo inmortalizó es un error tan evidente como simplificar las cosas convirtiendo El Señor de los Anillos en un reflejo directo de lo vivido en la guerra, cuando en realidad fue un larguísimo proceso iniciado a finales de los años 20 (cuando inició El hobbit) y concluyó en 1949 cuando terminó la trilogía.

Que la dirija esa exaltada mediocridad finlandesa que es Dome Karukoski -lanzado al cine global por los éxitos inmerecidos de El gruñón y Tom de Finlandia- no añade ni una pizca de creatividad u originalidad. Por el contrario, en quien se ha hecho un nombre explorando territorios en principio transgresores puede sorprender el tono apagado, rutinario y convencional de esta discreta biografía del gran filólogo, lingüista y novelista.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios