La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Morir en los puentes de Sevilla
Hay épocas en las que la mayoría de nosotros no encontramos el sentido a muchas de las cosas que nos rodean y tendemos a sustituirlas con entretenimientos, placeres o hábitos que nos satisfacen momentáneamente pero no nos llenan, por eso muchas veces nos sentimos angustiados porque llevamos un vacío dentro que no entendemos. Cada vez somos más adictos a experiencias vibrantes, las cuales cuando no las tenemos cerca nos producen esta sensación de vacío.
Esto ocurre en la mayoría de casos cuando huimos de la realidad, no queremos afrontarla. Huir de la realidad nunca nos hace felices, solo incentiva la búsqueda de vías de escape que o son sanas o son destructivas, y en la mayoría de casos huir no sale muy bien.
Una vía de escape sabes muy bien cuál es ¿verdad?, las redes sociales. Fuera o incluso dentro del ámbito profesional, casi todos utilizamos las pantallas cuando nos aburrimos o cuando estamos estresados, acostumbrando y enseñando al cuerpo y al cerebro que siempre hay una vía de escape.
De esta forma nunca dedicamos más de 5 segundos a analizarnos, mirarnos a nosotros mismos o dedicarnos tiempo para ver qué puede estar yendo mal. Cada vez somos más incapaces de profundizar y llegar al trasfondo de los problemas, cuestiones e incluso de las personas de los que nos rodeamos. Vivimos en un constante noria que no para y nos quedamos con en titulares, rumores o comentarios superficiales sobre los demás que condicionan nuestros juicios.
Las capacidades del cerebro debemos usarlas o con el tiempo iremos perdiéndolas. Si sustituimos la memoria por Wikipedia, el sentido de la orientación por Google Maps, y la atención por la pantalla, tendremos menos capacidad para conducir la realidad desde dentro en nuestro días a día y terminaremos perdidos.
Además, debemos saber que si una persona se mantiene en un estado de estrés y tensión, su cerebro genera cortisol, una hormona que, de primeras, nos ayuda a hacer frente a un desafío. Sin embargo a la larga, si nos mantenemos en este estado constante de amenaza nos puede llegar a derivar en irritabilidad, fallos de memoria, de atención, problemas de sueño, y en una tristeza crónica que acaba en depresión.
Aunque parezca mentira, el 90 por ciento de lo que nos preocupa jamás sucede, sin embargo lo vivimos como si fuese real, porque no sabemos distinguir la realidad de la ficción. En una sociedad como la que vivimos, hiperestresada, incapaz de desconectar de los niveles de alerta constantes, nos volvemos incapaces de disfrutar con las cosas buenas que nos hacen crecer y cuando queremos frenar ya estamos enfermos.
Esta obsesión por ser felices va unida a la obsesión por sentirnos culpables si no lo logramos o al rechazo de la tristeza, ya que nadie quiere sentirse triste, cuando probablemente sea una de las formas a través de las cuales más conectamos con nuestro interior. Es sano buscar lo mejor que llevamos dentro, pero también es sano frenar la tendencia constante por ser felices a toda costa, debemos aprender que no es una obligación.
Uniendo el punto de vista científico, psicológico y humano, la autora Maria Rojas Estapé, nos ofrece una reflexión profunda, salpicada de útiles consejos y con vocación eminentemente didáctica, acerca de la aplicación de nuestras propias capacidades al empeño de procurarnos una existencia plena y feliz:
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