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Elvira Lindo presenta '30 maneras de quitarse el sombrero'

La admiración como forma de vida

  • Elvira Lindo rinde su particular homenaje a mujeres que tiene como referentes, Elena Fortún, Concha Méndez o Joan Didion entre ellas, en el libro '30 maneras de quitarse el sombrero'

Elvira Lindo (Cádiz, 1962).

Elvira Lindo (Cádiz, 1962). / Joaquín Pino

"No sé qué sería de mí sin el acto de admirar. Hay escritores cuya mirada y juicio sobre los colegas se inclinan al desprecio o a la condescendencia, temiendo tal vez que reconocer la valía de otros merme en algún sentido la suya. En mi caso, admirar va unido al mero hecho de vivir", escribe Elvira Lindo en 30 maneras de quitarse el sombrero (Seix Barral), su particular homenaje a un grupo de mujeres que se resistieron a adoptar los modelos que su sociedad les imponía, creadoras (y algún personaje de ficción) con un "espíritu arrojado y voluntarioso" que dejaron tras de sí un legado intelectual y se erigieron en referentes.

Del anarquismo feminista y abiertamente lúdico de la Pippi Calzaslargas al desolador viaje en solitario que emprendió Elena Fortún, una autora que en su vida privada no cabía "dentro del corsé femenino"; de una actriz "distinta, valiente, interesante, casi temeraria" como María Guerrero, que unía en un mismo perfil la vocación artística y el talante empresarial, a Marjorie Eliot, una pianista que sobrelleva el duelo por su hijo organizando conciertos en su casa de Harlem, 30 maneras... va reuniendo un catálogo de mujeres singulares o adelantadas a su época ante las que Lindo manifiesta su devoción.

"No están todas las que me han influido porque no quería hacer un volumen enciclopédico", explica la narradora ante un libro que "no se planteó como un conjunto de piezas separadas", en el que "se buscó que hubiera una continuidad" y que se cierra con "un monólogo, un autorretrato, en el que se advierte lo que he podido aprender de todas estas mujeres".

El título se inspira en Concha Méndez y las sinsombrero, "esa generación de mujeres que osaron quitarse el sombrero en plena calle", un acto "audaz" para la moral de los años 20. Para Lindo, la semblanza de la poeta –a la que en su infancia dijeron que no aspirara a ninguna profesión porque "las niñas no son nada"– es "posiblemente una de las más melancólicas, porque en su tiempo se la consideró sólo la esposa de Manuel Altolaguirre, obviando que ella tenía su propia personalidad y su propia literatura, que hizo mucho por los autores del 27 y por su marido. Ella es el paradigma de las mujeres que pasaron a un segundo plano o se hicieron invisibles cuando tenían todo el derecho a reclamar atención", argumenta.

Lindo cuenta en un autorretrato final los prejuicios con los que ha lidiado por ser mujer

En el libro, que Lindo presentó este martes en Sevilla de la mano del Centro Andaluz de las Letras, se suceden pensadoras y escritoras de diversas procedencias y estilos, a las que la fortuna trató con desigual manera. Adelaida García Morales, Joan Didion, Dorothy Parker, Gloria Fuertes, Grace Paley o Carson McCullers son algunas de las figuras que se describen sin caer en ningún momento en la hagiografía. Alice Munro o Lucia Berlin no son descritas como madres modélicas; María Guerrero se desentiende de la novia de su hijo, pese a que ésta dará a luz a un niño que será otro monstruo de las tablas, Fernando Fernán Gómez; Patricia Highsmith no fue, dice Lindo, "una lesbiana ejemplar", debido a que nunca "enmascaró su misoginia". Pero, como señala Lindo en el capítulo dedicado a la autora de Extraños en un tren o El talento de Mr. Ripley, "la cumbre más difícil de alcanzar para una mujer es no ser jamás esa buena chica que se espera de nosotras".

"Si retratamos a las mujeres solamente como heroínas nos pondríamos el listón muy alto", asegura Lindo, que concibe como "algo inspirador" en las páginas de este libro "el mal comportamiento" o la desobediencia de las normas por la que optan sus protagonistas. "Y, aparte, la vida es contradictoria y el ser humano también. No somos perfectas, y hay que defender esa imperfección".

En sus textos, Lindo repasa el constante menosprecio que sufrieron esas mujeres. La historiadora Mary Beard fue cuestionada tras la emisión de su programa televisivo por su aspecto físico, y la crudeza de los términos que provoca su imagen –"mal vestida, mal follada, machorra"– casi cortan la respiración de los lectores. Joyce Maynard fue acusada de "depredadora" cuando contó su relación con J. D. Salinger, por quien siendo una jovencita dejó la universidad y renunció a todo.

Una y otra vez, las mujeres del libro tuvieron que encajar los agravios y seguir adelante. "Yo querría preguntarle a Munro, por ejemplo, cómo logró seguir escribiendo cuando había tanta gente que la trataba con condescendencia y llegaron a titular un artículo sobre ella con la frase Ama de casa encuentra tiempo para escribir relatos", declara Lindo, que encuentra resonancias de ese machismo en su historia personal. "A mí me han dicho más de una vez que en una misma casa no puede haber más de dos escritores, que sólo hay hueco para uno, y sugieren que, obviamente, ése debe ser el hombre", comenta la creadora de Manolito Gafotas y Premio Biblioteca Breve por Una palabra tuya.

El humorista, defiende, "se reconoce en los seres defectuosos y mira el mundo desde ahí"

En el autorretrato final que firma Lindo, un fragmento "con tono de cuento, pero nada complaciente", la autora se reconcilia con la niña "patosa, espontánea" que fue, una personalidad que no respondía a los patrones más convencionales sobre lo femenino. "Eso era algo que preocupaba seriamente a mi madre, porque en cuanto tenías una hija un poco peculiar lo normal era inquietarte. Con mi madre me quedaron un montón de conversaciones pendientes, pero en eso consiste la orfandad", lamenta.

Lindo, cuya comicidad no ha respondido "a lo que se espera de una mujer", sostiene en este capítulo que el humorista "se reconoce en todos los seres defectuosos y patéticos, y partiendo de esa premisa está autorizado a mirar el mundo y caricaturizarlo sin ánimo cruel", analiza. La narradora cree oportuna esa actitud "ahora que hay líderes agresivos que construyen su discurso en contra del otro". El humor, prosigue Lindo, "no es solamente una burla de los demás, porque eso sería una cosa facilísima. Yo no me colocaría nunca por encima de nadie", dice, antes de concluir que "la libertad de expresión hay que ejercerla constantemente porque si no se achica, pero eso no significa que tengas que atacar a personas vulnerables. Eran algo muy típico de los 60 los chistes que se reían del cojo, del mariquita, pero los tiempos cambian, y el humor también".

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