El Betis habla ya en voz alta (1-2)
Sporting - betis · la crónica
El once de Mel da un golpe en la mesa tras remontar al Sporting. La propuesta de pase acarrea errores letales.
Si poco tiempo tardaron los equipos de la categoría en perderle el respeto al Betis -apenas lo doblegaron la Ponferradina y el Albacete-, tampoco ha sido demasiado el que han tardado en darse cuenta de cuál es el equipo que pretende mandar en esta Segunda División imponiéndose desde su mayor jerarquía en muchísimos aspectos. Es también el Betis, pero no el de Velázquez, sino el de Mel. El de un técnico que, tras aprovechar la inolvidable herencia de Merino -carácter, garra, compromiso, orden...-, comienza a imbuirle a su equipo otros valores complementarios que no sólo cuentan en el apartado de la autoestima sino que minan los pensamientos hostiles de los rivales cuando el nombre del cuadro verdiblanco asoma por el calendario.
Lo sintió en sus carnes el Sporting en su propio rodeo. Un equipo, el de Abelardo, de lo mejor de la categoría y que no sabía de la mano de su nuevo técnico qué era hincar la rodilla. Un grupo de gente joven, hambrienta, rápida y que se maneja como nadie en los espacios que le brinda y que construye como nadie en El Molinón, su feudo, el que perdió la virginidad ante este Betis que pica hacia arriba sin remisión.
Claro que le costó sudores la faena al cuadro de Mel. Y también que sin esa pizca de fortuna que Napoleón reclamaba para sus generales nada hubiera sido posible, pero no es menos cierto que el Betis nunca bajó los brazos ni renunció a su catecismo, a veces, como tras el 1-2, incluso de forma suicida. Y esas maneras, cuando encima obtienen como premio la remontada, refuerzan al grupo y a su entrenador.
Los modos del Sporting, empero, tienen mucho que ver con su partida de nacimiento. Ímpetu, salida en tromba pero escasa dosificación. Mel lo sabía, de ahí que quisiera siempre un once con el balón. Volvió a apostar por Dani Ceballos en el eje y la opción B, la de dar entrada a Reyes y sentar a un extremo, la ejecutó con el tiempo.
La propuesta no tuvo éxito. El Betis fue una sucesión de pases fallados, de entregas al contrario, como el balón que Dani Ceballos regaló para que Jony hiciera el resto y el 1-0 a los cinco minutos. Entonces vieron aún más espacios los asturianos y a los verdiblancos se les atragantó aún más el balón. Pero los palos lo dejaron vivo, aunque sería injusto no resaltar la salida de Cuéllar a pies de Rubén Castro cuando éste iba a elevar a obra de arte el mejor pase de Piccini. El italiano vio lo que nadie tras una gran jugada por su banda y, ahí sí, mereció el Betis el 1-1 antes de que la madera se aliara con él.
Pero el descanso le vino bien a los futbolistas que adiestra Mel, quienes no perdieron en ningún momento sus apetencias por el balón -al descanso casi habían doblado en porcentaje de posesión al Sporting- y, por contra, sí incrementaron las de remontar la contienda. Sabían que la intensidad sportinguista debía bajar por fuerza y sólo era cuestión de que los previsibles fallos de Jordi atrás no hiciesen sangre, como por fortuna así fue.
En el mediocampo fueron saliendo los más flojos, Dani Pacheco y Álvaro Cejudo, y las pérdidas de balón también aminoraron, por más que Dani Ceballos siguiese erre que erre, conduciendo y sobando el balón más de lo necesario. Pero el utrerano tiene bula en este Betis, claro que sí.
Pero los goles no llegaron ni como suelen, por obra y gracia de sus delanteros, ni merced al fútbol combinativo que propone Mel y que se hará esperar si no ficha a medio creativo, sino en sendas jugadas a balón parado. El primero, obra de Bruno en un cabezazo al límite del fuera de juego y el segundo, en un rechace que cazó Xavi Torres tras un saque de esquina. Sin embargo, mereció más el gol la vaselina que justo antes había lanzado Rubén Castro sobre Cuéllar y que éste, en su estirada a mano cambiada, había enviado hacia ese venenoso córner.
Y, con lo más difícil realizado, apareció Mel, ese técnico valiente, a veces incluso osado, que dio entrada a Portillo cuando el partido pedía a Molinero y adelantar a Piccini para cerrar más esa banda y con ello el resultado. El 1-3 y el 2-2 estaban igual de cerca, pero ninguno fue hombre y sí este Betis que ya habla en voz alta. Pese a que diga algún disparate.
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