Osasuna - Betis · la crónica

El Betis de siempre aniquila al mejor (3-2)

  • La mala defensa a balón parado tras el descanso anula una primera mitad pletórica. Velázquez, en el alambre tras no saber leer el partido.

Que en esta plantilla conviven dos Betis no es nada nuevo. Viene ocurriendo desde mucho antes de los estertores de la etapa de Pepe Mel. Hay un Betis con Rubén Castro y dos o tres elementos más de peso en ataque a los que Matilla -antes, y mejor, Beñat- puede dirigir con acierto y otro Betis con enormes lagunas a la hora de defender por la escasa cualificación de sus miembros y, en el actual, también porque sus dos mejores hombres, Perquis y N'Diaye, se quedaron en el banquillo. 

Ocurrió entre otras cosas porque Julio Velázquez quiso premiar a los once futbolistas que vencieron al Recreativo y no modificó la alineación. Aunque hace una semana, la victoria del Betis bueno no debió esconderle a un técnico que se supone cualificado la escasa entidad de Molinero, a cuyo fichaje no es ajeno, el nefasto desempeño de Jordi o la inexistente cintura de Bruno, quien con todo se tapa y falla menos que los anteriores. 

Y ahí ha podido levantar de nuevo su propio cadalso el técnico castellano, aunque con la incompetencia que rige en el organigrama por arriba cualquier cosa es ya posible y mejor no jugar a adivinos y rezar por que la juez Alaya o quien corresponda acaben de una vez con este tormento que amenaza con descuajaringar lo que todavía queda de Betis. 

Y eso que Velázquez ayer, a pesar de esos cambios en la zaga que debió realizar, no erró en el planteamiento inicial. Como ante los onubenses se dejó de fruslerías y otras sandeces primas hermanas de la pizarra y envió a su equipo arriba. Salvo unos minutos, con la presión de Reyes y Matilla, el equipo robó bien el balón, mantuvo al rival lejos de Adán y de la impericia que lo escolta por delante y lo jugó, a ratos, incluso con primor. 

Un buen Betis, el mejor de la temporada con diferencia y con el sello de calidad de Rubén Castro para que tuviera reflejo donde debe. No el justo, ya que el equipo generó fútbol y ocasiones para tres o cuatro goles, pero sí el suficiente para que ni el otro Betis lograra derrotarlo. 

La jugada del segundo gol fue el culmen del fútbol trenzado de los verdiblancos. Matilla, a la segunda, dibujó un pase precioso sobre Rubén Castro que destrozó la zaga rojilla, el canario aguantó la salida de Santamaría y trazó un pase de la muerte sobre la misma línea de gol para Rennella y el franco-italiano abusó del tacón ante el agobio de un defensor. Una maravilla de gol al que sucedió una serie de contraataques que debió dejar el pleito más que sentenciado. Encadenó el Betis en estos 45 minutos más ocasiones claras de gol que en tres o cuatro partidos cualesquiera juntos, pero Kadir y el propio Rennella marraron las más claras. 

Y por ahí andaba agazapado el Betis de siempre. Ese equipo feble en defensa y mal trabajado a balón parado -¿quién estudia a los rivales, quién no sitúa a un central al primer palo?-, que asesinó al anterior al dejarse meter dos goles tras saques de esquina y otro después de una absurda falta lateral de Molinero, un lateral tan voluntarioso como rústico y zote en su concepción del fútbol. 

Velázquez, como ya le ocurriera también frente al Recreativo, no supo obtener una lectura adecuada del partido. Se mostró incapaz de jugar de otra manera. Porque el planteamiento, con 0-2 al descanso, no puede ser el mismo que con 0-0 al inicio, y el salmantino lo dejó todo igual. El partido pedía a gritos la entrada N'Diaye para atenuar el desgaste sufrido por Matilla y Reyes y la salida del inoperante Kadir. Estaba cantado, tanto como que Osasuna iba a salir en tromba y, escaso de argumentos, podría proponer un fútbol absolutamente contrario al ejecutado por el Betis a ras de césped en el primer acto. 

Y así fue. Con Álex Martínez en el primer palo, Nekounam hacía el 1-2 tras peinar Nino. Luego no fue éste, sino Miguel Flaño quien la peinó ante otro lateral, Molinero, el que cometió la falta, y no necesitó de ayuda siquiera para que el balón entrara. El tercer gol llegó tras un mal despeje de Adán que cogió a Jordi en Babia, como casi siempre. 

El primer cambio, ya con el 2-2, fue la entrada de Chuli por Rennella, una especie de insulto a Jorge Molina, al beticismo y al propio fútbol. Luego, para dar entrada a N'Diaye sacó a Reyes. Y Kadir seguía deambulando y andando sobre el césped y luego entró Dani Pacheco pero por Matilla. Y con el centro del campo definitivamente ganado, Jan Urban, que también se la jugaba, dio entrada a otra torre, Onwu, para apretar más la soga de su colega. El problema es que el consejo y Alexis ya evidenciaron lo bien que la aflojan. Y Mel, en su casa.

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