En la Copa sí está en su hábitat (4-0)
Copa del rey: Sevilla - Zaragoza · la crónica
El Sevilla se vuelve a meter en las semifinales por sexta vez en diez años tras golear al Zaragoza en la vuelta. Los blancos aprovecharon la expulsión de Fernández para ganar sin necesitar siquiera un gran esfuerzo.
El Sevilla disputará otra vez las semifinales de la Copa del Rey y lo hará por sexta vez en la última década. Es decir, se puede proclamar bien alto que el equipo ahora dirigido por Unai Emery, que espera rival en el Betis-Atlético de Madrid de este jueves, se halla en su hábitat natural, en la penúltima ronda de un torneo que incluso conquistó en dos ocasiones durante el mismo decenio. Y lo está sencillamente porque volvió a golear al rival que estaba enfrente. Como ya hiciera con el Espanyol y con el Mallorca en las eliminatorias anteriores, los blanquirrojos avasallaron a un Zaragoza bastante inferior.
Las buenas intenciones del equipo al que Manolo Jiménez le saca mucho más de lo que tiene se esfumaron con una entrada a destiempo del lateral José Fernández. El último fichaje de los maños, procedente del Córdoba, midió mal una entrada sobre Reyes, fue con los tacos por delante para volver después la cara y estrellarle la rodilla cerca del costado al utrerano. Velasco Carballo estimó que la entrada merecía la tarjeta roja y eso fue definitivo para el desarrollo del choque, sobre todo porque quedaban mucho partido por delante al producirse la acción en el minuto 25.
Discernir si hubiera sucedido lo mismo o no de no jugarse once contra diez pertenece al reino del fútbol ficción, entre otras cosas porque Negredo ya había tenido una oportunidad clarísimaen un mano a mano con Leo Franco cuando aún estaban los dos equipos completos, pero lo cierto es que el Sevilla se quitó desde ese momento los nervios que lo atenazaban. Pudo ver, sin duda, que el camino se le ponía abruptamente cuesta abajo. Si el Zaragoza había partido con la intención de presionar muy arriba la salida del balón y de esta manera tratar de ahogar a Spahic, sobre todo a Spahic, y a toda la defensa sevillista, con la decisión de Velasco Carballo prácticamente entendió que ya no sería posible, que las fuerzas no le darían para tapar todos los huecos que se iban a originar en la zona de atrás.
Y el Sevilla, en cambio, pudo alegrarse por todo lo contrario. Sin Fernández en el campo, bastaba con tener paciencia, con saber esperar a que llegara el momento, con no complicarse atrás en definitiva. Precisamente en eso, en fortalecer el edificio desde sus cimientos, parece que Emery es un maestro, al menos eso decían sus avales durante sus épocas en el Almería y el Valencia, y efectivamente ayer se pudo corroborar. El Sevilla, a pesar de los apuros iniciales por la presión tan arriba de los zaragocistas, supo tirar de paciencia y entonces sí pudo abrir el campo para hallar tanto a Jesús Navas como a Reyes por las dos bandas. Ambos, además, eran doblados constantemente por las subidas de Cicinho y de Fernando Navarro.
Emery, en su estreno como local en el banquillo del Sánchez-Pizjuán, sólo había cambiado a Kondogbia por Maduro en la pareja de medios centro y a Diego López en el lugar de Palop. Todo lo contrario que un Jiménez que, por una causa o por otra, sólo mantenía a dos titulares del partido ante el Valladolid. En teoría, el Zaragoza estaba más fresco físicamente, pero los titulares son titulares por algo y el Sevilla sí pareció más sólido en conjunto.
Hasta que le llegó el momento de la tranquilidad en una jugada a balón parado. Negredo, después de un par de intentos en los que ya había rozado claramente el gol, se reencontró con la suerte que mejor maneja y cabeceó con fuerza un córner muy bien sacado por Rakitic. 1-0, un jugador más sobre el campo, todo estaba a favor de los sevillistas para que volvieran a meterse en unas semifinales coperas. Pero la afición sevillista, que sí apoyó esta vez a pesar de que las gradas ofrecían un mal aspecto por la pobre entrada, tampoco se fiaba en exceso de cualquier despiste atrás.
Todas las dudas se disiparían, sin embargo, cuando los anfitriones aprovechaban que habían eludido la presión arriba del Zaragoza para, en un par de toques, dejar completamente en solitario a Rakitic en la banda izquierda. El suizo, a partir de ahí, sí supo conducir el balón hacia dentro, hacia donde lo llevan los futbolistas caros, y con algunas zancadas ya estaba frente a frente con Leo Franco. Definición perfecta y en la última jugada del primer periodo ya estaba la eliminatoria resuelta para los nervionenses.
La segunda parte ya sobraba. La ventaja era tan clara que sólo cabía preguntarse en el descanso por el número de goles que podrían anotar los blancos para incrementar una cuenta que en la Copa sí está acorde con la supuesta categoría del equipo. El juego ya sería monótono hasta que Cicinho se inventó un eslalon propio del esquí y fue derribado por Fran González. Penalti, 3-0, el Zaragoza con nueve futbolistas por otra expulsión... Mejor así para un Sevilla que se evitó un mayor desgaste físico a la espera de las aventuras que aún tiene por delante. El lunes llega el Granada en un partido importante y ahí deberían centrarse los blancos. En la Copa ya están en su hábitat natural, en semifinales. Salvo el Barcelona, nadie mejor en la última década.
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