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Crueldad severa (3-2)

Málaga - Betis · la crónica

El Betis deja escapar un punto que pudieron ser tres en el minuto 94, fruto de la fatalidad y de su impericia para ganar partidos. El empate lo sacaba de abajo; ahora lo visita el Barça.

Foto: EFE
Javier Mérida

03 de noviembre 2013 - 22:52

Derrota de las que hacen daño. El fútbol decidió mostrarle al Betis otra de sus caras amargas, en este caso la de la crueldad, y en un partido que empataba y debió ganar se vino de vacío de La Rosaleda tras un gol de Samu en el alargue de un intenso partido tras una serie de carambolas.

No jugó bien el equipo de Mel, entre otras cosas porque eso es imposible con los futbolistas que hoy firman su nómina, pero tampoco lo hizo peor que el equipo de Schuster, que en algunos momentos pareció estar grogui, aturdido ante un Betis voluntarioso que hasta se atrevió a achuchar a un rival macilento en defensa hasta la saciedad.

Pero entre que Undiano no se atrevió a señalar un penalti de Sergio Sánchez a Vadillo con el 2-2 en el marcador y que a Steinhöfer le bastó media hora para demostrar sus escasas nociones futbolísticas, a este perro flaco que hoy viste de verdiblanco se le fueron unos puntos, el que tuvo en la mano y otros dos al alcance, que seguramente echará de menos en un peregrinar por los sótanos de la tabla, futuro que ya se le adivinó cuando no fue capaz de vencer al Elche en una cita clave ni al Levante, ambos en Heliópolis.

Es lo que hay. Un grupo de futbolistas mediocre y que, aunque seguramente haya tres peores, hoy tiene la moral por lo suelos, se maneja con escasos argumentos futbolísticos y, encima, el domingo se le viene en lo alto la visita del Barcelona tras un viaje entre semana a Guimaraesque le sacará parte del poco oxígeno que pueda ostentar.

Resulta complicado extraer consecuencias positivas de la cita de anoche en Málaga porque el equipo juega a espetaperro, a lo que le dejan, si bien es cierto que en Málaga se reivindicaron un par de futbolistas de la cantera, Vadillo y Nono, que insuflaron al equipo la profundidad y el carácter que, por ejemplo, no acaba de otorgarle Verdú pese al soberbio gol de falta que igualó el de Santa Cruz pasada la media hora. Fue uno de los dos tibios acercamientos del Betis antes del descanso, ambos en diagonales tiradas por el extremo heliopolitano. Sergio Sánchez lo zancadilleó y a balón parado halló el catalán el gol que se le resistía desde que arribase como rutilante estrella de este Betis.

Con menos cartel asomaron Andersen, Jordi Figueras e incluso Xavi Torres, responsables por acción u omisión de que Santa Cruz, al cuarto de hora, fuese capaz de controlar un balón con la cabeza en el área pequeña y rematarlo acto seguido también con la testa. Un disparate de gol en el que el portero dudó si salir por el balón y los defensas no acertaron a molestar más que Nacho, a quien le correspondió el primer salto con un futbolista que lo aventaja en una cuarta.

Con todo, el Betis fue capaz de sacar su bizarría en la segunda mitad. Sufrió el infortunio de la lesión de Perquis, pero el equipo no lo acusó aunque encajó el 2-1 en otro fallo colectivo de la zaga, a la que arrastró Fabrice y aniquiló Portillo con un pase de genio sobre Eliseu.

Pero el partido llevaba ya minutos roto. Era un correcalles y los verdiblancos disponían de dos futbolistas que sí vieron claro qué había que hacer con el balón, Nono y Vadillo. El de El Puerto de Santa María se sumó enseguida a la vertical faena que ya cuajaba el de Puerto Real. Además, Jordi había decidido redimirse con un soberbio remate de cabeza a su atolondramiento en el gol de Santa Cruz.

El Betis había acudido a esta cita tras cuatro partidos sin ganar, pero el Málaga llevaba cinco. Los blanquiazules no son hoy nada y los jóvenes peloteros verdiblancos parecieron advertirlo. Nono dio sentido al fútbol del equipo de Mel, quien acercó a Verdú a Jorge Molina, negado toda la noche. Vadillo siguió percutiendo, por la izquierda desde que en el minuto 66 entrase al campo el hombre que resultaría decisivo para su fatal desenlace, Steinhöfer.

Parecía cercana la victoria del Betis. No había más centrocampista en el partido que Nono. Todo estaba abierto y había espacios. Undiano birló un penalti a los verdiblancos en un empujón de Sergio Sánchez a Vadillo. Sobre el césped sólo se echaba de menos la velocidad de Cedrick para rematar a un Málaga ya sin aire. Mel lo vio a falta de un cuarto de hora, pero sacó del campo a Vadillo (los más avezados analistas del balompié sostienen que al mejor no se lo quita salvo por lesión o fatiga). Se quedaron Juanfran, Verdú e incluso Jorge Molina, todos ellos con un papel irrelevante a esas alturas.

Resultó un pecado venial, porque luego el congoleño no tuvo su día y Steinhöfer acabó por arruinarlo todo. El alemán, jugando como extremo por delante de Juanfran, se mostró incapaz de poner de gol con un pase a Jorge Molina, quien estaba solo para empujarla. Un par de jugadas después, una pérdida suya en el centro del campo inició la concatenación de errores y carambolas del gol del Málaga. Un gol que mantiene al Betis en descenso y muy tocado. Una derrota cruel para un equipo que, decididamente, no sabe ganar partidos.

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