Desde mi córner

Deber y poder, dos verbos cruciales

  • ¿No se puede o no se debe derrochar lo ingresado por Diego Carlos y Koundé?

CONTUNDENTE Monchi cuando dijo este lunes que el dinero ingresado por las ventas de los dos centrales no podía ser derrochado. “No debería” podría haber dicho para ser más riguroso, pues lo cierto es que el Sevilla no siempre manejó bien las tremendas cantidades ingresadas desde aquel día clave en que Del Nido Benavente tomó la sublime decisión de traspasar a José Antonio Reyes al Arsenal inglés.

De deber a poder va un trecho, ya que en este tiempo de plusvalías desmesuradas no siempre se invirtió bien y eso era bajo la filosofía de que el dinero siempre debería estar en el campo. Desmenuzar ahora la enorme lista de futbolistas que incrementaron la riqueza sería prolijo, pero más complicado aún sería traer a la memoria el número de inutilidades que, con Monchi y con otros, llegaron a Nervión a desorbitados precios de estrella.

El problema de sustituir la marcha de dos pilares como Diego Carlos y Koundé es complicado, ya que estamos hablando de la que quizá fuese la mejor operación del isleño tras las compras de Alves y Baptista. Fueron espectaculares las plusvalías que dejaron en caja ambos brasileños, pero no se fueron a la vez, sino de forma escalonada y después de que el primero ganase una buena cantidad de títulos con la camiseta del Sevilla. Lo de ahora es más dificultoso.

No sé si ha sido el régimen de vida de un club en continua expansión o qué motiva esta perentoriedad que el Sevilla ha tenido y tiene de vender a sus mejores activos. Tampoco sé si fue antes el huevo o la gallina, pero no sería muy arriesgado pensar que sin tantas ventas podría haberse alcanzado algún año el sueño de una Liga para Nervión. No podemos derrochar lo recaudado, ha dicho el chamán Monchi, sin duda tratando de no repetir errores.

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