Madrid acoge una fiesta en rojiblanco y azulgrana

Madrid se convirtió ayer en un inmenso campo de fútbol, en una jornada de festivo culto a la final de la Copa del Rey, desde siempre el momento de máxima concentración de dos aficiones en una ciudad, en este caso la rojiblanca del Athletic de Bilbao y la azulgrana del Barcelona.

Vestidos con estos colores, las aficiones recorrieron la ciudad, visitaron los lugares turísticos más atractivos, confraternizaron pacíficamente y acariciaron sus amuletos con la mirada puesta en el estadio Vicente Calderón, donde a las 22:00 comenzó la final.

Había más camisetas rojiblancas que azulgranas y esto se confirma en las calles y en la Athletic Hiria (La ciudad del Athletic), el punto de encuentro para los 50.000 aficionados bilbaínos que llegaron a la capital de España, aunque sólo 20.000 tenían entradas.

Los más madrugadores presenciaron cómo el legendario portero internacional José Ángel Iribar, acompañado del presidente del club, Josu Urrutia, y dos jóvenes aficionados, daban por inaugurada la Athletic Hiria izando la bandera del equipo.

En los semblantes de los seguidores vascos, en algunos casos acompañados también por algunos del Barcelona que se acercaron, no se reflejaba más que alegría, optimismo y ganas de disfrutar del momento.

En el otro bando, llegados en avión, tren, autocar o vehículo particular, los cerca de 18.000 seguidores azulgrana también tomaron el centro de la capital. La Gran Vía, Plaza del Callao, la calle Preciados y la Puerta del Sol se llenaron de aficionados culés, que se hicieron notar especialmente en la Plaza Mayor.