La Crónica

Pónganle un hándicap... (2-6)

  • Un Sevilla cargado de buenas intenciones fue maltratado por un Real Madrid que está en una división distinta a los equipos normales. Sólo con once contra diez hubo cierta igualdad.

El Sevilla probó ayer la durísima sensación de la impotencia al ser borrado del mapa por un Real Madrid que, como el Barcelona, está varios escalones por encima de los otros 18 equipos que juegan en Primera o habría que cambiar la nomenclatura. Porque si a Madrid y Barça no les ponen un hándicap, como se hace en el golf, o ellos están en una Superliga o los otros viven en una Segunda División.

Sin ánimo de faltarle al respeto al San Roque, que se lo merece siempre como cualquier otro equipo de Segunda B, el Sevilla probó ayer el sabor de la impotencia que deben sentir los futbolistas de esta categoría cuando se enfrentan a uno de Primera. Más o menos es lo mismo, pues tanto Real Madrid como Barcelona juegan en estos momentos varios escalones por encima del resto de los equipos. ¿Quiere esto decir que los dos colosos no van a perder jamás? Por supuesto que no, alguna vez pinchan incluso si se enfrentan a equipos de categorías inferiores.

La primera mitad del litigio de ayer fue el más claro ejemplo de lo anterior, de esa Liga bipolar que tanto denunciara José María del Nido para ser sometido a escarnio por muchos. El Sevilla lo intentó, trazó jugadas interesantes en algunos momentos, presionó para tratar de robar el balón en zonas comprometidas para su adversario, lanzó un montón de veces desde el saque de esquina y sus torres hasta llegaron a inquietar a la zaga madridista. Incluso Casillas tuvo que hacerle un paradón imposible a Manu del Moral para conservar el 0-1 inicial en el marcador. Pero era absurdo, un querer y no poder constante, la mejor explicación que el diccionario le puede otorgar a la palabra impotencia, aplicada en este caso a una acepción deportiva.

El Real Madrid imponía su superior calidad casi por castigo, sin que sus futbolistas tuvieran que esforzarse siquiera para ello. Y el primer golpe no pudo llegar más pronto. Con el Sevilla esforzándose por plantear una batalla de tú a tú, Di María aprovechó que Medel midió mal a la hora de robar un balón en la medular para dar un pase preciso y genial a Cristiano Ronaldo. ¿Alguien podía ser tan iluso de pensar, siquiera una centésima de segundo, que el portugués podía fallar la oportunidad? Ciento por ciento para el no y Cristiano se limitó a tocar la pelota como lo suele hacer, con calidad, con tremenda calidad. El Madrid ni siquiera había sudado en el partido, sí en el calentamiento previo, y ya ganaba por cero a uno.

El Sevilla, sin embargo, muy gallardo y orgulloso, no quiso dar su brazo a torcer. Al contrario, mostró una imagen agradable, con circulación rápida de la pelota, con desmarques, con algunos toques precisos en la línea de tres cuartos, con los robos donde le puede hacer daño a otros rivales, con un montón de jugadas a balón parado relativamente bien ejecutadas... Pero cuando tuvo su mejor oportunidad, el disparo de Manu del Moral, con casi toda la puerta para él, se topó con una estirada estelar de Casillas. Más o menos como hace dos años le sucediera a Perotti con el mismo protagonista enfrente, aunque algo más alejado de la línea de gol, y encima el rechazo del más internacional de los españoles se fue a su poste.

La exhibición de Casillas se iba a completar con otra estirada perfecta en un disparo raso de Trochowski, justo antes de que Pepe evitara no se sabe cómo un cabezazo a bocajarro de Spahic en uno de los mil córners que tuvieron los sevillistas. Fue interesante ese rato, porque entonces sí estuvo el pulso arriba, pero era un espejismo. Tanto, que en la siguiente llegada del visitante, un pase medido era rozado por Callejón para incrementar las diferencias. Y encima Cristiano Ronaldo se sacaba un zapatazo increíble desde 30 metros para certificar la goleada. La inferioridad, a pesar de las buenas intenciones de Marcelino y los suyos, no podía ser más insufrible para quienes sienten en sevillista, que en el estadio nervionense eran clara mayoría.

Ni siquiera la absurda expulsión de Pepe en la enésima pérdida de papeles por parte del central madridista, expulsado justo antes del descanso, podía hacer pensar en un vuelco a aquello. Que el Madrid se quede con diez frente a un rival es algo así como el hándicap del golf, en el que se le dan golpes de ventaja a los jugadores inferiores. Pero no más, lo máximo que podía suceder era que se igualara el partido, pero en aquel momento ya figuraba un rotundo cero a tres en el marcador y tampoco era previsible que la inferioridad numérica del Real Madrid se prolongara durante todo el segundo tiempo.

Así fue, Marcelino metió a Kanoute por Trochowski, pero lo máximo que consiguió fue que la goleada se parara antes del disparate final. La impotencia siguió siendo la misma y así será mientras no se iguale esta Liga o se invente un hándicap golfístico para Madrid y Barça. Como los Lakers en la ACB...

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