Reacción a campo abierto (2-1)

LXI trofeo carranza

El Betis cambia de cara tras el descanso para remontar al Granada y plantarse en la final del Carranza. Rubén Castro y Portillo anotan para los de Mel, que mejoraron con extremos.

Rennella se marcha entre los granadinistas Babin y Uche.
Samuel Silva

15 de agosto 2015 - 05:02

Quizá sea por estar todavía en pretemporada, ese periodo de pruebas necesario para ensamblar un equipo muy remozado, pero el Betis volvió a enseñar dos caras. La primera encendió las alarmas, al mostrarse incapaz de gobernar el partido, a la vez que también facilitó las escasas acometidas del Granada; la segunda, con un sistema más reconocible para lo que siempre fue el estilo de Pepe Mel, le sirvió para espantar fantasmas y lograr una remontada que lo colocó en la final de esta noche en el Ramón de Carranza.

El cuadro verdiblanco mejoró cuando abrió el campo, aunque los extremos se llamasen Francis, un malagueño de apenas 19 años, y Cejudo, para que Dani Ceballos se colocase en la sala de máquinas y ofreciera criterio en la salida de la pelota. Ese Betis, más acorde con el sello que Mel siempre quiso para su equipo, permitió que los verdiblancos dejasen atrás el calamitoso primer tiempo. Eso sí, el empate lo anotó el de siempre, Rubén Castro, tras una buena acción originada entre Cejudo y Jorge Molina; el segundo llegó casi en el último suspiro, cuando Portillo enganchó un rechazo desde la frontal que se coló en la portería de un Oier que tampoco hizo demasiado por despejarlo.

Apareció el Betis con un once muy cercano al que saltará la próxima semana ante el Villarreal, después de que Mel colocase incluso a Vargas, con apenas dos entrenamientos con el grupo, entre los titulares. Pero los verdiblancos, salvo en los primeros cinco minutos en los que sí presionaron muy arriba, ofrecieron numerosas dudas. Ni Petros ni Digard ofrecen la jerarquía suficiente para manejar el juego, a lo que se añadió que Dani Ceballos aparecía desconectado en la izquierda. A este Betis que no se sabía muy bien a lo que jugaba se le añadió la debilidad defensiva en la acción en la que llegó el gol del Granada. Foulquier se incorporó por la banda y tuvo tiempo para frenarse y colocar un centro en la cabeza de El Arabi, al que Pezzella ni siquiera estorbó.

Tampoco es que los de José Ramón Sandoval apabullasen a los béticos, pero simplemente con orden y trabajo superaban los escasos intentos de un Betis en el que Rubén Castro y Jorge Molina apenas tocaban el balón. Las numerosas pérdidas en el centro del campo imposibilitaban que el equipo se asentase, aunque al menos minimizó el daño con un solo tanto encajado.

Un simple cambio de pieza viró el partido. Francis entró por Petros, desaparecido, y Dani Ceballos se colocó junto a Digard en el centro, para que el malagueño y Cejudo ocupasen las bandas. Así, y con el utrerano adueñándose del balón, comenzó la reacción verdiblanca, que ya avisó con un remate a portería en el que entre Francis y Rubén Castro se incomodaron. Apenas dos minutos después, un buen pase interior de Cejudo a Jorge Molina permitió que éste asistiera a Rubén Castro, que, tras un primer quiebro, superó a los defensas con un remate con la izquierda.

Este Betis ya era distinto y sí intimidaba al Granada, que, pese a todo, pudo anotar un segundo tanto en un contragolpe en el que Piccini se mostró muy blando ante Success, que se plantó en solitario ante Adán pero que fue incapaz de superar al meta en su salida. Ésa fue la única ocasión del cuadro nazarí en el segundo tiempo, en el que también el carrusel de cambios alteró el ritmo de juego.

A ese Betis con extremos Mel le dio una vuelta de tuerca con la entrada de N'Diaye por Cejudo. Los verdiblancos se colocaron con un 4-3-3, en el que Francis y Rubén Castro entraban desde las bandas, y sin el brillo del inicio también continuaron gobernando el duelo. Un gol anulado al canario, en posición muy justa, un remate de Rennella, otro de Portillo... El Betis acariciaba la remontada, que llegaría tras un remate del malagueño desde la frontal ante el que Oier debió hacer mucho más. Incluso el marcador debió ser más amplio, pero Pérez Montero, mal auxiliado por su asistente y que previamente había expulsado a N'Diaye, anuló un tanto legal del propio Portillo, que partía desde su campo en el momento de recibir la pelota.

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