Cómo convertir chinitas en pedruscos

Sevilla - Barcelona · el otro partido

El viento sopla en contra y se vio en el empate en fuera de juego, pero al Sevilla, cinco partidos ya sin ganar, le falta un patrón claro de fútbol.

Foto: Antonio Pizarro
Foto: Antonio Pizarro
Eduardo Florido

10 de febrero 2014 - 05:02

El Sevilla atraviesa un momento delicado. El subidón del empate en el Calderón ha dejado una resaca larga y el dolor de cabeza no remite por muchas ideas que innove Unai Emery y por muchas piedras que quiera apartar del camino de su dubitativo equipo. La racha de viento ha cambiado y lo que antes soplaba tibiamente a favor ahora es un vendaval racheado, como el que sufrieron los valientes aficionados que se dieron cita en Nervión, que arrecia en contra. La mejor prueba de este giro fue el gol del empate del Barça, en clamoroso fuera de juego tras una falta rigurosa -Pareja rebañó el balón antes de arrastrar a Messi, ¿o es nostalgia del fútbol del siglo XX?-. Pero ese gol, una chinita en otras circunstancias, se convirtió en una piedra, y la piedra acabó en pedrusco difícil de digerir.

Cada vez que la moneda fue al aire, el viento sopló del lado del Barça, al que todo le cayó de cara. Con 1-0, el Sevilla tuvo dos clarísimas ocasiones para haber cogido distancia en el marcador, el cabezazo al palo de Bacca, primero, y la perfecta contra entre Rakitic y Bacca que remató defectuosamente en una gran posición el suizocroata con Vitolo solo a su lado. En esos momentos, el Barcelona se buscaba y no se encontraba, pero llegó la falta fatídica de Pareja a Messi y el gol de Alexis en offside.

En otro tiempo, el partido de este domingo podría haber caído del lado del Sevilla. La conjunción parecía perfecta, porque la lluvia privó de un lleno en el Sánchez-Pizjuán, pero no impidió el animoso ruido a favor del equipo y sí estorbó para el monopolio habitual del Barça. Sin embargo, otra chinita en el camino terminaría de hacer tropezar al equipo de Emery, condicionado de partida por un exceso de atacantes en el once inicial. Con todo el equipo volcado, un balón dividido se le quedó frenado por el agua a Figueiras y la contra la remató Messi con una calidad a prueba de charcos.

Pero aún habría más piedras en el camino, porque el Sevilla, incluso con un patrón de juego que aún está por definir, aún creía en lo mucho de bueno que había hecho antes de la jugada fatídica. Y todavía con 1-2 dispuso de varias ocasiones para haberles metido de nuevo los nervios en el cuerpo a los del Tata Martino. Aquel disparo cruzado de Vitolo ante Valdés, con Bacca solo; o aquel otro chut de Gameiro, en inmejorable posición, tras tirazo del colombiano. Pero el pedrusco aún tendría que crecer más. La impotencia del Sevilla lo lleva a conceder contragolpes evitables, porque en su dubitativo patrón hay demasiados delanteros a los que Emery obliga a defender sin saber... Llegó el 1-3, y aún Cheryshev y Bacca tendrían opciones de meter en el partido al Sevilla, pero el 1-4 es ya un pedrusco de digestión pesada. Y cabe la duda, ¿se trata de piedras o es que el camino es el erróneo?

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