Rafael Gordillo nunca ha tenido claro, ni aún hoy lo tiene, la conveniencia de ser presidente del Betis tras la junta del próximo 14 de diciembre, un cargo provisional en principio -el fallo de la Audiencia no se prevé que llegue antes-.

El problema es que el fallecido Juan Manuel Gómez Porrúa sí lo veía como la persona idónea para el cargo por su condición de mito del beticismo y de persona capaz de aunar todas las voluntades y de consenso tan generalizado que sólo ayudas podría recibir. Por eso, sólo por eso, Gordillo le dijo al hombre que ayer convirtió San Jerónimo en un mar de lágrimas y desolación que seguramente aceptaría. Y, fiel a su palabra, ayer se postuló para el cargo recibiendo parabienes de todo el mundo, pero dejó claro que lo hace en honor de quien fuese su estrecho compañero y amigo en estos últimos tres meses. "He decidido aceptar como homenaje a él y a su trabajo", resumió ayer Gordillo en el tanatorio, quien añadió: "Él quería que yo fuera presidente, pero yo no. El que me conozca bien sabe que yo no quiero ningún puesto, porque no me gusta. Ésa era la pequeña discusión que teníamos él y yo, porque me decía que quién mejor que yo para abanderar el proceso más complicado que se avecinaba, porque va a ser muy complicado. Él quería que yo fuera el que estuviera ahí estos dos o tres meses, aunque ojalá la Audiencia dictamine antes. Yo estaba en desacuerdo, pero ahora lo voy a cumplir. Lo decidí ayer cuando me enteré de la noticia, porque tanto Luis (Huidobro) como yo tenemos decidido continuar la línea que tenía Juan Manuel".

Lo cierto es que Gordillo da un paso adelante valiente y hasta osado, entre otras cosas porque no tendrá a su lado en el consejo de administración a Gómez Porrúa, con quien sin duda le hubiera sido más fácil gobernar. La juez Mercedes Alaya, en breve, designará a un tercer administrador que colabore en lo más inmediato: la preparación de la junta de la que saldrá el nuevo consejo.