Del pellizco al gas frío y radiactivo

El derbi sevillano · frente a frente

Betis y Sevilla giraron alrededor de la estrella de los dos centrocampistas, ambos debutantes en un derbi. El utrerano fue más racial; el argentino, más sosegado y organizador.

Foto: Juan Carlos Muñoz
Foto: Juan Carlos Muñoz
M. Lasida

20 de diciembre 2015 - 05:02

Dos debutantes en este género de los derbis sevillanos eran quienes cargaron con la tarea de organizar la ofensiva de sus equipos. A saber, Dani Ceballos y Éver Banega, que se estrenaron bajo el cielo heliopolitano con la diferencia en la edad y en los temperamentos. El bético, 19 años, un pellizco en sí mismo; el sevillista, 27 años, un gas inerte y radiactivo como el radón. Las manijas impusieron el tempo y Betis y Sevilla se movieron a su ras.

El utrerano quería estar en todas partes, una circunstancia sólo al alcance de entidades sobreterranales. La función de Dani Ceballos, además de sobrevivir a su titánico objetivo de la ubicuidad, consistía en la búsqueda de socios cerca del área. A veces era Joaquín; otras, Rubén Castro. Pero la mayoría de las veces sus asociaciones expiraron en el limbo de las buenas intenciones. El partido avanzaba encendido, lo cual no son sino esas características inherentes a un derbi que Dani Ceballos no hacía precisamente por apaciguar. Las ganas del bético eran enormes. Era su primera vez. Cuando los verdiblancos profundizaban, normalmente había sido cosa del chaval. El duelo estaba aún por todo lo alto.

El argentino de Rosario es de otra pasta. Tiene que serlo. Impertérrito en su gesto, frío y expansivo como un vapor, Banega asistió con maestría a Gameiro en el minuto 10. El sevillista ajustó las mediciones geométricas y dio el pase exactamente donde era debido. Lo estropeó que el delantero francés no acertara frente a Adán, que no sería la primera vez que ocurriera. Aunque fue su primer derbi, el argentino lleva ya lo suyo recorrido. Y que no le hablen de partidos de máxima rivalidad a un argentino. A diferencia de Dani Ceballos -más dado al toreo de salón-, Banega se lucía en la distribución y en los desplazamientos al hueco. O al pie. O adonde quisiera.

Pese a coincidir en las zonas medias del terreno de juego, pocas veces se encontraron el utrerano y el argentino en los minutos que ambos compartieron césped. Hay días en que la negación, en este caso del talento, es más fuerte que la ley de la gravedad. Dani Ceballos, que llevaba 20 minutos ofreciéndose a sus compañeros, fue y le ofreció una mano a Banega, que había sido derribado por Petros. Los dos mariscales de la batalla, frente a frente, se obsequiaron con una mirada, que es lo máximo que se admite en este tipo de envites y a esta suerte de juegos.

Ninguno de los dos futbolistas fue decisivo, pues poco puede haber decisivo en un 0-0 si el análisis se centra en el apartado atacante. Dani Ceballos se marchó del césped en el minuto 76, hinchado de protagonismo, aunque hubo veces que huía a base de adornos platerescos. Banega, que hasta equivocándose cedía el esférico a un amigo, sí aguantó hasta el final. Los pulmones, en los derbis, no se ganan con la edad. El triunfo es del temple. Y en inteligencia, será por la edad, sí venció el sevillista.

stats