El premio a la personalidad
Cala resultó clave al enderezar el partido con el 1-1 · Se picó con Duda y brilló por su seriedad atrás y su valentía para subir
De toda la vida de Dios, la expresión ese chaval tiene pinta de futbolista ha acompañado a muchos canteranos que han despuntado en los escalafones inferiores y luego se han ido diluyendo con las exigencias de la alta competición. De Cala, Juan Torres Ruiz en el DNI, siempre se ha dicho eso hasta que una lesión de triada lo dejó en el dique seco nada más despuntar en el verano de 2008, en el que fue a Rota. Pero este zagalón con la cabeza bien amueblada tiene personalidad y voluntad de sobras como para demostrar que el nombre de guerra que usaba su padre en el Sevilla Atlético le va a servir para ser conocido en la alta competición. Cala va a calar. Ayer caló y lo hizo con un toro Miura por delante. En terreno muy hostil, en una posición contra natura y ante el buque insignia del rival, Duda, con el que se picó y al que frenó.
Cosas del destino. La Ley Concursal a la que se tuvo que acoger el Málaga por su deuda impidió que Duda y Lolo sirvieran de moneda de cambio con Jesús Gámez, a la sazón lateral derecho del Málaga, porque ambos debían renunciar a un alto porcentaje de su ficha en caso de que el equipo costasoleño descendiera a Segunda División. Jiménez terció apostando por Lolo y el Sevilla se decantó por Sergio Sánchez en lugar de Gámez.
Ayer, la maldición del lateral derecho, absentismo y miedos de Konko, lesión de Stankevicius y sanción de Adriano por medio, llevó a Cala a jugar su primer partido como lateral puede que en su amplia trayectoria como canterano. Y no sólo cumplió con creces, sino que fue clave al obtener el premio a sus ganas, su empuje, su personalidad y su pundonor haciendo el 1-1, un gol clave, al estar atento al error de Munúa, porque la falta que sacó Renato no podía estar peor sacada.
Cala, medio centro de referencia que terminó de central y debutó en el primer equipo en la Champions ante el Rangers, es un futbolista que ayer dio un gran paso para su confirmación definitiva. Cierto que pasó algunos problemas con Duda en los pases diagonales. Pero la única vez que hizo daño el ex sevillista fue al irse al otro costado para crear superioridad en un saque de banda que derivó en su centro chut y el yerro de Palop. Cala, sevillista de cuna, supo sacar su personalidad a las primeras de cambio. Se picó en un rifirrafe muy tempranero con Duda. A sus 20 años, enseñó los dientes junto a la muy hostil grada malaguista. Era sólo el minuto 4, mientras aún sonaban cánticos de muy mal gusto. Y no se arredró en ningún momento.
Es más, de todos los defensas, fue el que más empujó ayudando a Jesús Navas, ofreciéndose, buscando incluso arrancadas y desmarques, como en un centro que Luis Fabiano cabeceó a gol pero desvió Munúa. Fue un interino de lujo en el lateral derecho.
El premio a ese dechado de voluntad fue el 1-1, el gol que cambió el signo del partido. Se fue besándose el escudo hacia el sector de los seguidores sevillistas. Fue un gesto de corazón y de rabia de un futbolista cuya casta pudo más que una grave lesión.
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