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Ni un solo santo de cara (2-0)

  • El Sevilla volvió a caer sin ser inferior a su rival y víctima de un cúmulo de infortunios, tales como la lesión de sus dos delanteros y un autogol de Fazio. La Champions es ya casi una utopía.

Otra sensación de impotencia dejó el Sevilla en Bilbao, sensación de haberse quedado a mitad de camino en un partido en el que no fue inferior a su rival en el cómputo global del análisis futbolístico, pero que cayó de nuevo del lado más amargo por algún imprevisto achacable a la mala suerte, a la desconcentración o a lo que quiera que sea. Perdió ante el Athletic, un equipo al que levanta tras cuatro derrotas consecutivas, pero al que pudo ganar perfectamente si no se le añaden otros elementos en contra como la lesión de sus dos delanteros, uno de ellos con mala pinta, las ocasiones que falló el que no suele hacerlo, Kanoute, y los dos errores en momentos fatídicos de sus dos centrales, Fazio y Escudé, que cuajaban un partido más que aseado y al final se volvían a Sevilla con la cruz de sus dos pifias, un gol en propia meta y un penalti totalmente evitable.  

 

Ésos fueron los elementos tangibles de una derrota que adquiere un cariz de alguna manera trascendental, puesto que supone casi la certificación de que este equipo, aun con su mejoría, no está para soñar con nada que no sea la Liga Europa. Perdió la ocasión de acercarse al Villarreal y abre la duda de dónde estará dentro de dos semanas, cuando Barcelona y Valencia hayan pasado por su calendario. 

 

En esas dos citas que nadie descarte una sorpresa porque el Sevilla apunta, aunque sea en momentos fugaces, maneras para volver a llegar a su fútbol, pero le cuesta, la verdad es que le cuesta. Manzano prácticamente repetía alineación con la salvedad de Cáceres por Dabo y con la idea de que había que seguir tirando del hilo para encontrar la mejoría absoluta.  

 

No se sabe si porque pensó que el juego a balón parado por aquello de la concentración podía ser un elemento perjudicial para un guardameta que lleva unas cuantas semanas sin hacer portería en partido oficial, pero se decantó por Javi Varas en lugar de Palop y el de Pino Montano ayudó al Sevilla a mantener la tranquilidad durante una primera parte con muy poco ritmo, prácticamente ninguno, en la que el Athletic agotó todas sus bazas en ese juego físico, de contacto y volea, que por otra parte el Sevilla esperaba. Lo aguantó, no rehuyó la pelea y se remangó a la espera del momento oportuno para bajar el balón al suelo y moverlo rápido. Por eso era un duelo que se libraba en ese roce continuo entre Llorente y Fazio y de piernas entre Toquero y Escudé. 

 

El siguiente paso, el que esperaba el Sevilla, llegaba a cuentagotas, cuando podía, en las botas de Rakitic y su toque de balón a velocidad de la luz. Buscaba la salida centelleante de Jesús Navas, el que Luis Fabiano bajase una pelota... pero no lograba el equipo de Manzano imponer respeto de verdad en un San Mamés que no vivía tranquilo y que pitaba más que aplaudía. Una buena señal, pero no completa como después se vio. Para colmo, a Manzano se le trastocaron ligeramente los planes de inicio al tener que sustituir a Negredo por un golpe en la cabeza con Iraola. Salía Kanoute y el juego de ataque, por fuerza, tenía que cambiar en algo. Las arrancadas y los juegos de espacio del vallecano dejaban paso a un sobeo de pelota más pastoso, menos vertical aunque quizá más seguro en la posesión. Le iba a pasar a Caparrós igual con Toquero, un hombre que le estaba dando al Athletic muchas situaciones de ese fútbol en que cree el equipo rojiblanco, ya sea a balón parado como en centros apurados en línea de fondo en los que lograba burlar a Escudé y a Fernando Navarro, ambos ayer en muy buen tono igual que Fazio con Llorente.

 

Pero así, con el partido más o menos controlado y desperezándose en ataque con los primeros avisos de los muchos con los que amagó Kanoute,  llegó la pifia de cada día. Cuando  no es el portero es el lateral derecho y cuando no el central de turno. El Athletic no había hecho nada y en la jugada más insulsa el autogol de Fazio le ponía los puntos casi en bandeja al equipo de Caparrós. El utrerano es perro viejo y no permitió que el Sevilla, como otras veces, se levantara de su caída. 

 

Cierto que, entre infortunio e infortunio, no le quedaba arriba más pólvora que un Kanoute que, cada vez con menos fuerzas, empieza a fallar lo que antes no perdonaba. Cuando no remató mal, se encontró con dos grandes paradas de Iraizoz. Pero es que como está este equipo con ni un solo santo de cara, no se podía esperar más. Y así fue.

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