Sueños esféricos

La tele y el 'tele'

AYER por la mañana entré a una de las tiendas de la calle Velázquez a comprarme un par de pantalones. El recinto, cuyo nombre recuerda a un verbo que los hinchas quejosos de los arbitrajes propagan junto a exabruptos en las redes, estaba vacío. Ni rastro de aquellos años de tiendas colmatadas durante las rebajas. Había prendas al 50%, pero aun así, en su portal te encontrabas similares a precios menores, ergo... Por ahí se puede explicar todo. Los derroteros confluyen en el agujero negro. Lo tele es ya tan cotidiano como comprar el pan, hábito que va a ser acaso el único hilo que nos va a quedar con el día a día en el barrio.

Y esa silenciosa tiranía de lo tele también mueve los brazos ejecutores de los mandamases, entre los que están Tebas y Rubiales, el mismo que estos días hace relaciones sociales con unos dictadores árabes que consideran a las mujeres unos seres nacidos para la sumisión. En la vida, antes el negocio estaba en la cercanía y ahora está en la distancia, como saben en la FIFA y la UEFA. Así nos va.

Al hilo de esto, oigo y leo a quienes defienden que LaLiga perdería demasiada musculatura con la exclusión del endeudado Barcelona de la Liga de Campeones, y que es mejor para los clubes parias que los tres grandes estén fuertes y competitivos para obrar como potentes turbinas, negociar en ventaja los contratos televisivos con las cadenas de todo el mundo y que las audiencias no decaigan: lo tele manda. Y la tele, también la tele manda en el mercado del balón.

Por ahí me explico yo las presiones de los árbitros. Es una mano que, al tratar de salvar al rico en apuros, ahoga al advenedizo. Por ahí trato de convencerme de por qué no se pitó esa mano de Piqué en Villarreal, por qué no se expulsó a Casemiro contra el Cádiz, por qué no fue penalti lo de Alaba ante Ocampos o por qué no revisaron esa mano del rayista Catena ante el Betis. Un colegiado percibe hoy 300.000 euros al año, una soldada de altísimo ejecutivo de una multinacional. Ya tiene muchísimo que perder. Y eso lo alinea con el poderoso, aconseja no sacar los pies del tiesto.

El admirable Betis que ha modelado Manuel Pellegrini, por su aptitud, se ha sentado esta temporada en la mesa donde comen Barcelona y Atlético de Madrid. Y el admirable Sevilla de Lopetegui incluso ha osado seguir los pasos del Real Madrid, que quiere irse solito a un reservado y que nadie lo moleste hasta mayo. Los sevillanos son molestos intrusos para el establishment.

Y usted, lector que no es sevillista ni bético y que los domingos, cuando echa un vistazo a los partidos programados en LaLiga, se queja de una parrilla tediosa porque no juegan ni Madrid, ni Barcelona, ni Atlético: este sábado, a las nueve y media de la noche, Betis y Sevilla librarán un derbi inaudito, 90 minutos a cara o cruz, para tratar de convencerle de que es posible un fútbol pleno y rentable al margen del establishment. Que lo teledisfrute.

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