Duelo a muerte por Repsol-YPF

Empresas El futuro de la joya de la corona de la industria española en jaque

El presidente de Sacyr, Luis del Rivero, se ha aliado con la petrolera mexicana Pemex para dar un golpe de timón en la gestión de la empresa y aliviar la presión de sus acreedores

El presidente de Repsol, Antonio Brufau, y el presidente de Sacyr, Luis del Rivero.
El presidente de Repsol, Antonio Brufau, y el presidente de Sacyr, Luis del Rivero.
Alejandro Martín / Sevilla

16 de octubre 2011 - 05:02

El 20 de diciembre es una fecha marcada a fuego en la agenda de Luis del Rivero, presidente de Sacyr-Vallehermoso. Ese día expira el plazo para renovar el crédito sindicado de más de 5.100 millones de euros que le permitió convertirse en otoño de 2006 en el máximo accionista de Repsol, la joya de la corona de la industria española. Fracasado el asalto al BBVA, Luis del Rivero culminó una operación propia de los años de la burbuja, basada en un crédito garantizado por las mismas acciones que adquiría, con el que tomó el 20% de una compañía que en la actualidad tiene una capitalización bursátil casi 12 veces superior a la de Sacyr y que multiplica por más de veinte su beneficio.

Su irrupción nunca fue bien vista por el núcleo duro del capital, que le contemplaba como otro advenedizo creado por el maná del ladrillo con intenciones especulativas. La ley de blindajes relegaba el 20% del capital en propiedad de Sacyr a un porcentaje de control del 10% de facto, por lo que la gestión siguió en manos de Antonio Brufau, presidente ejecutivo de Repsol, que en estos años de mandato ha cosechado importantes éxitos, y hombre proveniente de La Caixa, que con el 12,9% de las acciones, nunca ha querido sobresaltos en la petrolera. Sin voz en la gestión, esperaban que el jugoso flujo de dividendos de Repsol contentara los ímpetus del presidente de Sacyr.

La crisis llevó a Luis del Rivero a mover ficha. Con una deuda total de más de 18.500 millones de euros, en el otoño de 2008 vuelve a aparecer de la mano de la petrolera rusa Lukoil, que ya había fracasado anteriormente en su intento de tomar el control de la única gran petrolera en manos españolas. Sin embargo, la operación se frustró ante la negativa de La Caixa de vender sus títulos, lo que habría relegado a Lukoil a ser un convidado de piedra.

Tres años después, Sacyr apenas ha enjugado 6.000 millones de euros de su deuda total, y sólo ha amortizado 200 millones del crédito sindicado de 2006, en el que participaban más de 40 entidades lideradas por el Banco Santander y Citibank. Con 4.900 millones de euros apretándole la corbata, vender las acciones a su precio actual supondría asumir unas fuertes minusvalías, por lo que Del Rivero ha recurrido de nuevo a una petrolera extranjera para dar un golpe de timón en la compañía: Pemex, propiedad del Estado mexicano.

Extranjera no quiere decir extraña. La elegida es precisamente uno de los socios más antiguos de Repsol, ya que se sienta en su consejo desde 1991, tras la absorción de Petronor, donde contaba con una participación significativa. Durante dos décadas, Pemex se contentó con un papel secundario en la gestión de Repsol, sin más interés que guardar un capital inferior al 5% del accionariado y cobrar los dividendos. Pero el pasado 29 de agosto, Sacyr y Pemex anunciaron un pacto para sindicar sus acciones en Repsol, condicionado a que Pemex elevara su participación al 9,8% en el plazo de "treinta días naturales". Sumado al 20% de Sacyr, ambas compañías abarcarían casi un 30%, justo el límite legal para no tener que lanzar una opa por el total del capital. A cambio de resolver los problemas financieros de Sacyr, Pemex podría acceder al bagaje tecnológico de Repsol, lo que redundaría en notables ahorros de costes en sus operaciones.

El anuncio suscitó el rechazo total de Antonio Brufau, que apenas 15 días antes se había desplazado de urgencia a la capital mexicana para reunirse con la cúpula de Pemex al detectar movimientos sospechosos en su cartera. Pemex negó la mayor hasta el mismo día en que comunicó su pacto con Sacyr.

Además, la preocupación en la petrolera ante este intento de desestabilización es aún mayor que en 2008 debido a que el statu quo legal ha cambiado radicalmente en los últimos meses. El pasado mes de julio entró en vigor la ley antiblindajes, derogando así el tope del 10% vigente hasta el momento.

La crisis institucional provocada es de enormes dimensiones y repercusiones. Brufau se ha encontrado con un Gobierno en descomposición, que no sólo se ha inhibido sino que pidió literalmente que "le dejaran en paz", tal y como expresó el ministro de Industria, Miguel Sebastián. Tampoco ha hallado respuesta en la Comisión Nacional de la Energía, muy quemada después de su papel en la operación de Endesa y E.ON.

La maniobra no ha convencido al sindicato de bancos, que se reunió el pasado lunes para debatir la refinanciación del crédito. Un grupo de bancos extranjeros formado por Citibank, ING, RBS, BPI, Bank of America-Merrill Lynch, Lloyds y Banco Espirito Santo -que participan con unos 1.500 millones en el préstamo- rechazó la refinanciación, lo que podría llevarles a ejecutar las garantías y hacerse con las acciones de Repsol. Todas las miradas se vuelven a La Caixa, cuyo presidente, Isidro Fainé, es a su vez vicepresidente de Repsol. Pese a las presiones, Fainé cerró filas con Brufau y apoyó en el consejo de administración celebrado hace dos semanas la decisión que se acordó por amplia mayoría de instar a Sacyr y a Pemex a disolver su alianza. También es consciente de que cualquier desestabilización en Repsol podría afectar a Gas Natural, donde la petrolera cuenta con el 31,2% de las acciones y Criteria, el brazo inversor de La Caixa, con el 36,6%. Dada la necesidad de liquidez de Sacyr, una de sus primeras medidas en caso de lograr la gestión de Repsol consistiría en la venta de activos, entre los que podría estar Gas Natural. Tampoco pasa desapercibido en las oficinas de la Diagonal el hecho de que uno de los socios estratégicos de Criteria, Carlos Slim, haya financiado las compras de Pemex.

El presidente de Sacyr ha cometido el error de ir a la guerra en dos frentes. En el seno de la constructora se ha encontrado con la oposición de dos de sus principales accionistas, Juan Abelló y Demetrio Carceller, que no sólo le han llevado a los tribunales por su gestión, sino que cuestionan su proceder en Repsol. Una de las claves está en la postura que adopten Unicaja, Novacaixagalicia, Bankia y Banca Mare Nostrum, que suman un 12,3%, y que se han mantenido en silencio ante las sucesivas ampliaciones de capital de Sacyr, que han agrandado el poder de Del Rivero. Movimientos se avecinan, como demuestra el hecho de que el presidente de Unicaja, Braulio Medel, colocara el pasado viernes en el consejo de Sacyr a Manuel Azuaga, su mano derecha y director general de la entidad financiera.

stats