El Fiscal

Antonio Ríos, el devoto del Señor

  • Hace muchos años que tiene el oro de quienes lo ven y le piden que medie por sus intenciones ante el Gran Poder

Ignacio Soro, hermano mayor del Gran Poder, en la imposición de la medalla de oro a Antonio Ríos

Ignacio Soro, hermano mayor del Gran Poder, en la imposición de la medalla de oro a Antonio Ríos / Juan Carlos Muñoz (Sevilla)

Antonio Ríos ha recibido por segunda vez el oro, esta vez de su hermandad del Gran Poder.El cabildo general de hermanos aprobó por aclamación la concesión de tan especial distinción, que le fue entregada el jueves en la Basílica. Pero hace años, muchos años, que Antonio tiene la mayor consideración posible: el devoto que habla con el Señor. Sí, Antonio Ríos es quizás el último carismático. Hemos visto a la gente acercarse a él para pedirle que medie ante el Gran Poder por sus intenciones, recoger papelitos con oraciones para colocarlas a sus pies, suplicarle que le rece por una causa concreta... Esa condición de especialísimo devoto, una suerte de guardián de San Lorenzo, se la dio el pueblo, la gente, a este sevillano de adopción nacido en la Villarasa de 1930. Hoy se recuerdan los cargos que tuvo, que ejerció con estilo propio, carácter y fuerza en la Sevilla de los años 80 y 90. Pero nada como la consideración de devoto del Señor. Ve usted a Antonio Ríos en la parada del tranvía o a la espera de un taxi y se sabe que viene o va a la Basílica, que es día de cambiar la túnica del Señor, que es cualquier viernes del año y toca estar en San Lorenzo, que es tarde de función solemne o de recibir a un cardenal de la curia romana.

Está muy bien que Antonio tenga esa medalla de oro. Y todavía mejor que con tal motivo hayamos repasado su trayectoria en reportajes tan cuidados como el que Pablo Lastrucci le hizo para la edición digital de este periódico. No se lo pierdan. Muchos jóvenes deben conocer la figura de cofrades como Ríos Ramos, con el que se podía discrepar y hasta polemizar sobre esos aspectos que tanto gustan en las tertulias, pero del que jamás se podía dudar de su fidelidad al Señor, su lealtad a la hermandad de su vida, su amor a la Iglesia, a las hermandades y, por supuesto, a la Semana Santa. La suya es la prueba de que en Sevilla se entra sin problemas cuando se hacen las cosas bien, con paciencia, sin empujones, con ese estilo discreto que es la velocidad directa para penetrar en el corazón de una ciudad.

En una Semana Santa de consumo y sofisticada como la que ahora tenemos (y procuramos gestionar), cobra un valor muy especial el testimonio de cofrades como Antonio. Cuando era presidente del Consejo bastaba, por ejemplo, el denominado Plan Trabajadera para garantizar la seguridad en la Semana Santa. Una serie de medidas que siempre consistían en recordar el aumento del número de agentes, el control de la venta ambulante y poco más. Ni existía el Cecop, ni había debate sobre el avispero de sillas en la carrera oficial, ni mucho menos se sabía lo que era un dron o el aforamiento de una calle. Antonio se presentaba en la Subdelegación del Gobierno y comparecía con el baranda de turno para explicar que todo estaba listo. Solo se temía a la lluvia y, eso sí, que no nos enviaran agentes de Soria sin conocimiento de las bullas. Por eso Ríos nos recuerda la versión más sencilla y natural de la Semana Santa, aquellos años sin miedos en la Madrugada, más allá de los gamberros de la calle Arfe o la Plaza de la Gavidia.

Otra imagen del acto en la Basílica del Gran Poder Otra imagen del acto en la Basílica del Gran Poder

Otra imagen del acto en la Basílica del Gran Poder / Juan Carlos Muñoz (Sevilla)

Hoy veo a don Antonio recoger esa medalla de oro, en presencia del Dios bueno de San Lorenzo, y recuerdo tantas cosas vividas, tantas oraciones de sevillanos anónimos recogidas para llevárselas a Él mientras le da como nadie esas siete hermosas vueltas al cíngulo o le ajusta los pliegues de la túnica. Recuerdo su asistencia a una boda real, su participación en el programa La Clave, los años de hermano mayor en la Sevilla de la Exposición Universal, la larga lista de invitados para la procesión del 15 de agosto de la Patrona de Villarasa, la del Niño Jesús que tiene el don de la gracia... Esas estampas de la Virgen que te incluía en cualquier envío que te hiciera por cualquier motivo donde también venían los horarios de la novena. Antonio te recordaba aquellos años con toda precisión la salida de la autovía A-49 que conduce a su tierra natal. “No te vayas a equivocar”.

Bien está el oro oficial que confirma el que el pueblo ya le había concedido. Nadie podrá discutir ni uno ni otro. Sabemos todos que Antonio cambiaría esa medalla por haberse librado de algún zarpazo fiero de la vida que dejó muda la Plaza de San Lorenzo. Pero también abraza la cruz como hombre de fe, no pide cuentas a Dios, acepta cuanto le viene dado y sigue con su vida cotidiana de rezos y visitas a la Basílica. La vida es eso que pasa cuando no se está delante del Señor. Y eso tiene muy poco que ver con muchos de los cambios que han sufrido la Semana Santa y sus hermandades.

El oro de Antonio es en buena medida el reconocimiento a una forma hermosa de ser católico en Sevilla, la que se ejerce por la vía de la devoción al Señor. La Iglesia ya le impuso su medalla, la hermandad le ha dado la suya. El pueblo hace tiempo que lo reconoce de lejos con título incluido. “Ahí va Antonio Ríos, el del Gran Poder”. Y recuerdo, ay, aquel que le pidió:“Antonio, enséñame a rezarle al Señor”.

Santo Entierro Grande

Muy bien que lo haya en 2023. Nada en contra. Quizás lo único inquietante es que, ahora que se ha cumplido el primer año de pontificado de monseñor Saiz, nos pongamos entre todos a alterar de nuevo el sentido de lo extraordinario. Una ciudad que no dice ni pío cuando le quitan la festividad del patrón, usa ahora a San Fernando para justificar una magna procesión. ¡Pues vale! ¡Aceptamos pulpo!Pero no nos hagamos trampas al solitario ni tratemos como ignorantes al resto. Aquí lo que ocurre es que nos gusta tela un paso y todos los meses de preparativos que requiere la causa. Una cosa está clara: la hermandad del Santo Entierro lo hará de dulce.

¿Se pudo evitar?

Las tres hermandades que van por delante de mi admirada Canina han hecho público un comunicado que denuncia que nadie les ha informado de una iniciativa que afecta con fuerza a la logística del día. Sorprende un poco la acción, no nos engañemos. ¿Se pudo haber informado previamente al Sol, los Servitas y la Trinidad? ¿Podían estas tres corporaciones haber esperado un poco y no recurrir con tanta celeridad a la nota pública?

Ateneo

Tendremos reyes magos muy cofradieros. Si Baltasar será el tesorero saliente del Consejo, Alejandro Marchena, como Melchor contaremos con Luis Bolaños, el empresario vecino de San Martín con balconazos idóneos para disfrutar de la Sagrada Lanzada, y como Gaspar al muy baratillero y caballero maestrante José María Pacheco Guardiola. El heraldo es Pablo Bueno, el jovencísimo hermano mayor de la Lanzada a finales de los años noventa. Y ya si miramos al pregonero la cosa suena muy bien, nada menos que Paco Lola, el autor de tantísimas composiciones que están en el imaginario colectivo. Esta cabalgata merece incienso...

El Lagarto de la Catedral: "Mi querido y siempre inquieto, Fiscal, llega la hora de ayudar al arzobispo para que no se maree con tanto incienso. Hazme caso. No dejes que lo confundan los oropeles. Debes dejarle claro que lo del Gran Poder fue excepcional, que no ahonde más por los pasos fuera de temporada"

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