San Benito

La Virgen de la Encarnación, el puente de tu memoria

  • Hoy retorna a su barrio la Virgen del palio rojo, la de los varales gruesos como pintados por un niño, la de los años maravillosos de inocencia, meriendas y miradas blancas. Con su regreso rompen las olas de los recuerdos en la hermosa playa de la memoria

La Virgen de la Encarnación pasa junto a los Caños de Carmona

La Virgen de la Encarnación pasa junto a los Caños de Carmona / José Ángel García (Sevilla)

HOY vuelves al barrio donde siempre te espera el puente de la memoria, los años azules de varita, meriendas y antifaz remangado con esos imperdibles que nunca pinchan, que siempre son dardos de amor para dejar al descubierto tu rostro más tierno. La Encarnación es la Virgen de tu infancia, la primera que acompañaste, la que vio tus primeros pasos de nazareno, la de tus hermanos y tus primos, la de los primos de tus primos... Y con el tiempo sabrías que hasta la de tu cuñado, tus sobrinos y los primos de tu cuñado, que las cofradías hacen caminar juntas a las personas antes de que ni siquiera ellas lo sepan. Hoy vuelve la Virgen a su barrio, al de las Hermanitas de los Pobres donde formaban los tramos en aquellas imágenes captadas por los tomavistas con los primeros colores, que reflejan mecidas hoy imposibles, Martes Santos de fuerte calor que ondulaban el cartón del capirote y convertían el puente en una odisea a la búsqueda de la sombra generosa de la arboleda de la Puerta Carmona.

La salida de la Virgen el pasado viernes La salida de la Virgen el pasado viernes

La salida de la Virgen el pasado viernes / José Ángel García (Sevilla)

Mira, aquel hombre tan alto es Pascual, el de los Cantores. Y ese señor es don Luis Arjona. Por ahí debe andar su sobrino Julio. Y están los Ponce, entre ellos el que luego te dio clases en la facultad. Aquel costalero es tu primo Salvador. “¡Por la casa ya no se entra más! ¡Vayan por las Hermanitas, por favor!”. Qué revuelo para montar la cofradía, qué inmenso mundo ante tus ojos, qué héroes te resultan los que llevan cruces, qué curioso que entre ellos casi no hablan durante la espera, antifaces al hombro, rostros concentrados y algún cigarro para matar la espera en los jardines de las Hermanitas. Has podido leer algunos carteles: “Sagrada Presentación. Tramo 4”. Ahí van Fernando y Javier. Pero no lees ninguno que diga “Pilatos”, con lo fundamental que es para ti Pilatos en esos años de bendita ignorancia. Pronto, muy pronto, sabrás que el importante de verdad es el Señor.

La Virgen acude a la residencia nada más salir para visitar a los pobres, a los acogidos, a los que le rezan desde el vacío de sus miradas, desde el cristal de las gafas gordas, desde el reloj de arena sin apenas granos, desde ese tiempo dulce y sereno de prórroga con el que Dios premia muchas vidas, desde la soledad de sus emociones internas. La Encarnación tiene la mirada baja para que los pobres que son cuidados por las Hermanitas puedan ver el nácar de sus ojos desde sus sillas de ruedas. La cofradía espera a la Virgen esos años, bendito parón, porque los pobres son los primeros en el reino de los cielos y en los Martes Santo de tu infancia. Dicen que un mexicano le ha cedido este año unas joyas. Nunca hubo lluvia en los Martes Santo de tu inocencia, siempre un calor pegajoso, filmado en imágenes sin sonido, o captado con el tono rosáceo de las primeras fotos en color.

La cruz de guía La cruz de guía

La cruz de guía / José Ángel Garcia (Sevilla)

Qué bonito es el vuelo de una capa. La capa, como el antifaz, hace al nazareno. Un año, por cierto, te sacaron de la fila y vestido de blanco inocente de La Calzada contemplaste una cofradía de negro donde ese año faltaba el Cristo, pero en la que sí estaba tu hermano Luis. Otro año te llevaron a Los Remedios, ¡qué lejos está ese barrio en Semana Santa!, para que te viera tu abuela Milagros vestido de nazareno. Y antes dela visita, una señora llamada Lola, a la que Dios llamó a su presencia un 8 de diciembre, te planchó la capa por segunda vez.

Qué bullicio hay en el Jota. Cuatro y cinco filas de clientes. Mira los niños que piden caramelos. ¿Qué es un nazareno sin caramelos? Nada. Un niño no entiende que un nazareno no lleve caramelos, menos si es de San Benito. No bebas agua en el puente que es peor, espérate a la calle Santiago. Aquellos otros niños se entretienen descubriendo los primeros escudos de capa bordados. ¿Cuánto pesará la cruz de guía? ¿Es de oro? ¿Cómo están sujetos esos angelitos? A la altura del Corral del Conde está tu madre, con la merienda para ti y tu primo Pablo, con la sombra fresca de la palmera, con la fuente del lavadero para apoyar las varitas. ¿La Virgen? Debe venir todavía por los Caños. El misterio se recrea ante Sor Ángela. Y el Cristo de la Sangre es el primer crucificado al que sigues. Mira, fíjate en aquel nazareno que le deja flores al monumento de Madre Angelita. La cera se enciende por Lasso de la Vega, a la altura de la tienda Matamoros. Algún día serás nazareno de luz. “¡Tramo sexto fuera, tramo sexto fuera!”, ordena el diputado en los servicios de la Catedral con golpes de palermo.

El rostro de la Virgen de la Encarnación El rostro de la Virgen de la Encarnación

El rostro de la Virgen de la Encarnación / José Ángel García (Sevilla)

Sí, hoy vuelve la Encarnación, la que te curó un 25 de marzo de su festividad de aquella cuaresma ochentera de ingreso en Santa Isabel. Guardas las papeletas: unas cumplimentadas a mano y otras con las primeras letras de impresora, aquellas papeletas recogidas tras largas esperas en una escalera angosta y después de aquellos donativos para las flores de la Virgen que se depositaban en una urna. “Muchas gracias, hermano”. Después vinieron los años del libro del padre Federico Gutiérrez con esos versos que adornaban los márgenes y que Amalia y tantos de nuestra generación siempre recuerdan como una oración de la adolescencia: “Ni una amargura mayor, ni otro rostro más bonito, que el de esa bendita flor, orgullo de San Benito, Madre de la Encarnación”.

Hoy retorna a su barrio la Virgen preciosa, fina y elegante del barrio de la Calzada, la que es puente particular de tu memoria, la que te conduce al comienzo de todo, la que sana a los nazarenos de varita, la de los pobres de tu infancia, ante los que representabas la función de Navidad del colegio y generabas alguna sonrisa en aquellas pieles cuarteadas. Ay, ahora entiendes realmente la importancia de aquellas visitas. Vuelves al barrio, Madre de la Encarnación, y con tu retorno rompen las olas en la hermosa playa de la memoria.

Qué privilegio haber sido tu nazarenito, cuando me acercaba a descubrir el color de tus ojos envuelto en la capa almidonada de la ilusión. La Encarnación es la Virgen que siempre nos espera en el puente de los Cantores, la del palio rojo, la de los varales gruesos como pintados por un niño, la que convierte los arcos de los Caños de Carmona en hornacinas efímeras donde recoger oraciones, la de los años maravillosos de nervios, meriendas y miradas blancas.

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