Las perlas del señor presidente

Vélez impulsa un reglamento sancionador en la carrera oficial que al mismo tiempo reconoce que no aplicará, pero refiere que es necesario por los incidentes y agresiones que dice que ocurren en las sillas, denuncia los insultos que recibe en las redes y confiesa que no duerme. Describe un estado de presión inquietante

Francisco Vélez
Francisco Vélez / Juan Carlos Muñoz

13 de febrero 2022 - 06:00

Sevilla/Me la recomendaron y le dediqué todo el tiempo debido. Efectivamente no tuvo desperdicio la larga entrevista concedida por el presidente del Consejo, Francisco Vélez, al canal A Pulso. “Soy persona, soy humano, tengo sentimiento, lo paso mal por las noches. Me juego mi trabajo, mi dinero, mi prestigio profesional. Nada compensa los sinsabores que te llevas personalmente. Menos mal que mi familia me apoya. Cada vez soy menos de hierro y me emociono más”. El presidente describió una situación inquietante sobre su experiencia en el cargo. Más que una entrevista fue un verdadero vaciado.

Sorprenden ciertos testimonios porque la presidencia del Consejo no es un cargo al que se acceda por obligación, sino de forma voluntaria y es un puesto muy ambicionado. Llama la atención la cantidad de energías que Vélez gasta en hablar y luchar contra los insultos anónimos en las redes sociales. Cualquiera que por su labor está expuesto al público (desde políticos a periodistas pasando por deportistas, sindicalistas, empresarios, etc) está sometido a una presión que sencillamente debe ser gestionada. No hay más. “Cada vez se respeta menos y hay menos principios”, dice el presidente. ¡Toma, claro! Se trata de un problema de la sociedad actual, no que sufra en exclusiva el presidente de las cofradías sevillanas. Afecta al Consejo como puede hacerlo a todo el organigrama del Estado. En unos casos es el funcionamiento de la democracia con sus mecanismos de control. Y en muchos otros, en efecto, se trata de meras muestras de mala educación.

Vélez lo mismo resta importancia a que se estrene un régimen sancionador en el reglamento de la carrera oficial –pues admite su difícil aplicación– que afirma que tampoco pasa nada porque se dicte que no se devuelve el dinero de las sillas en caso de suspensión de la Semana Santa. ¡No pasa nada, porque el primero no se aplica y el segundo, llegado el caso, tampoco! Se devuelve el dinero si así se dice. Oiga, ¿entonces para que se aprueban ciertas normas? ¿dónde quedan no ya los derechos de los abonados, sino la seguridad jurídica? Seguimos erre que erre.

“El nombre del Consejo ha estado muy denostado”. Cierto. Sobre todo cuando se resistió a devolver el dinero de la carrera oficial de 2020 cuando el Sevilla, el Betis y la empresa Pagés lo hicieron motu proprio. No vea fantasmas ni campañas, presidente. Mandatarios anteriores sufrieron muchísima presión por determinadas decisiones. A Luis Rodríguez-Caso lo perseguían los abonados de la Avenida tras anunciar la instalación de vallas. Y fue un acierto. Antonio Ríos sufrió una vergonzosa pañolada de los abonados de la Campana el Lunes Santo de 1999 de la que fueron testigos los primeros nazarenos de San Gonzalo. ¿Seguimos?

Al conocer su opinión sobre el polémico y disparatado régimen sancionador recordé el viejo chiste del ladrón del cochino sorprendido en pleno campo por el agente de la Guardia Civil, que le afea que va portando un cerdo robado con todo el descaro. El tipo se justifica sacudiéndose el animal: “¿A esto se refiere, señor agente? ¡Será marrano el guarro que se me ha subido en lo alto!”. Hay régimen sancionador, pero no se aplicará, viene a decir el presidente.

“Durante muchos meses mirábamos las cuentas y estaban a cero”. Oiga, como muchos empresarios y autónomos. Por fortuna las hermandades tienen notables que siempre las han socorrido en los peores momentos. Y la mayoría se las ingenian para seguir manteniendo sus labores de caridad sin necesidad de subvención. Las cofradías han sobrevivido a dictaduras, revoluciones, pestes, golpes de Estado, invasiones, guerras...

“El anuncio de la presentación de José Félix Romero me sorprendió en un momento clave, en la boda de mi hija”. Si Felipe González se enteraba de las cosas por la prensa, ¡imagínense el presidente del Consejo de Hermandades de Sevilla! No conozco ningún manual ni protocolo que dicte cómo, cuándo y dónde debe anunciar un cofrade que se presenta a las elecciones al Consejo.

Resulta insólita la causa expuesta para justificar que Vélez (con todo el derecho del mundo) se presentará a la reelección. Lean: “Al delegado del Viernes le llovió el primer año, los dos siguientes con pandemia... No le podemos decir a la gente que no siga”. Oiga, eso no es un argumento racional para presentarse de nuevo al cargo. ¿O acaso nos da pena que los delegados no hayan podido vivir su tarde de gloria en el palquillo? Por favor, hay mejores argumentos y más serios para justificar la presentación a la reelección si así se desea. Por ejemplo, uno entiende que Vélez quiera repetir porque su modelo de Semana Santa, su esquema de trabajo y su programa de medidas, no se ha podido llevar a la práctica porque una crisis sanitaria obligó a parar el mundo como nunca habíamos conocido. No hay que recurrir a motivos de poca solidez... o pueriles.

Menuda perla, por cierto, la que dijo sobre los compañeros de la junta superior: “Me han demostrado fidelidad y capacidad de trabajo, salvo algunas excepciones”. ¡Cáspita, esto es nuevo! ¿Qué miembro de la junta superior no ha sido leal al presidente?

Hay que exigir planteamientos más serios en asuntos como la reducción de sillas de Sierpes. Si ay que apostar por la seguridad hay que hacerlo ya. No se puede demorar una solución diciendo que los abonados deben disfrutar este año tras dos sin Semana Santa.

Dice el presidente que el régimen sancionador se incluyó por las agresiones a los vigilantes de la carrera oficial, “por la chulería de una abonada que se metió el abono en el escote” o por la mera negativa a enseñar el abono. No sabíamos que la carrera oficial fuera una suerte de barrio de Bronx. Sí sabíamos la cantidad de basura que se recoge al paso de la última cofradía, no toda en el interior de las bolsas que con acierto reparte el Consejo desde hace muchos años, y que la calle Sierpes es un avispero que Dios quiera que no estalle nunca. “Yo he sufrido insultos personales en las redes estando confinado. Se aprueba el régimen sancionador, pero es “utópico ”. ¡Caramba! ¿Se imagina alguien a cualquier legislador ofreciendo una explicación de este tipo al explicar la entrada en vigor de una nueva ley? Por ejemplo: “Ustedes no se preocupen que esto que aprobamos hoy no se aplicará. Se aprueba, sí, pero que no pasa nada... No se aplicará”. Sería insólito, ¿verdad?

“En dos años no ha habido posibilidad de reuniones. Solo hemos podido entrar telemáticamente. Son problemas que no son para tratarlos telemáticamente”. ¡Ahí va, los donuts! Las grandes potencias del mundo y las grandes empresas han seguido funcionando gracias a las nuevas tecnologías, pero el Consejo queda inoperativo porque la reordenación de un día de la Semana Santa exige reuniones presenciales. Esto debe ser una clara muestra de que el estado del bienestar funciona la mar de bien. Se ha sesteado.

Sinceramente, hay que exigir más rigor a todos los representantes públicos, con todos los respetos debidos en este caso hacia un cofrade veterano, jurista de profesión y con tantísimos años de experiencia en altos cargos del Consejo. Pero hay cosas que no se entiende, no se explican.

El problema es que hace años que ser presidente del Consejo dejó de ser un puesto para figurar en los actos sociales de la ciudad porque las exigencias de hoy no son las de los años setenta. Ni por supuesto el cargo goza de ningún tipo de blindaje. Está expuesto a la crítica, a la fiscalización y al curso de los tiempos. No hay bulas ni tratos de favor.

Mejor que no hubiera dicho nada sobre la razón por la que Pascual González no fue nunca pregonero: “Muy amigo mío, me da pena que no lo haya sido pero una serie de acontecimientos... Eran otros tiempos”. Pero, presidente, ¿si usted lleva en el Consejo casi desde su fundación? Sería injusto atribuirle a Vélez la culpa de este asunto, fueron muchos los actores, sobre todo cierto sacerdote que se encargaba de rercordar la inconveniencia de la propuesta.

Vélez le arreó con toda razón, por cierto, al vicepresidente de la Junta, Juan Marín, que verdaderamente dijo hace un mes una tontería cuando aludió a que la Semana Santa debería celebrarse este año por calles anchas. “Decir eso es no conocer la Semana Santa de Sevilla”. Toda la razón en este asunto, señor presidente. Quizás Vélez y Marín comparten una circunstancia: la sobreexposición mediática sin ideas claras sobre cuestiones fundamentales. Para los canapés vale cualquiera. Hay que gestionar problemas de fondo bajo la luz de los focos. Y eso es ya mucho más difícil. Cada cuál debe decidir si las angustias son o no compensadas por el ratito de chaqué en el escenario del Teatro Maestranza durante el Pregón.

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