Tenemos un problema con algunos capataces

El Fiscal

Algunos no digieren que en una cofradía manda la junta de gobierno presidida por un hermano mayor que puede designar y cesar con toda libertad

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El llamador de un paso.
El llamador de un paso. / José Ángel García

Todavía es noticia a estas alturas de la película que un hermano mayor cese al capataz de la cofradía, no lo renueve en el puesto o le imponga una serie de normas. Parece mentira que se haya establecido una corriente de opinión que sitúa a los capataces por encima del bien y del mal, en un estatus especial y con galones de mando mucho más allá del ámbito de la cuadrilla. La verdad es que este fenómeno encaja con la pérdida progresiva de la importancia de la figura del nazareno en la Semana Santa en general. Todo lo que no sean pasos y música ha caído en una suerte de desgracia desde hace ya muchos años. Parece que solo salen a la calle los pasos con sus cuadrillas de costaleros y sus formaciones musicales... ¡Ah! ¿Que además llevan nazarenos? ¿Sí? Pero que no sean muchos, oiga, que nos aburrimos de tanto esperar. ¡Numerus clausus ya que esto es insoportable! Nadie pide que las cuadrillas no se eternicen en sus coreografías, nadie clama por chicotás más largas, por saludos más breves ante los templos de otras cofradías, por marchas con menos florituras, por el cumplimiento taxativo de los horarios. No, no, no. Molestan los nazarenos, los que hacen estación de penitencia, los que aguantan y soportan en silencio. Algunos capataces tienen más protagonismo y notoriedad que los hermanos mayores. Culpa de todos. Hay fiscales que no mandan, cuando son los que deben tomar las decisiones cuando la cofradía está en la calle bajo el mando supremo del diputado mayor de gobierno. El paso se levanta y se arría cuando lo decide el fiscal. ¿Se nos ha olvidado una cuestión tan básica?

Por supuesto que una junta de gobierno con su hermano mayor al frente puede cesar a un capataz. ¡Faltaría más! Y el capataz, si no está de acuerdo con las indicaciones sobre las normas de disciplina de una cuadrilla o los momentos en que se deberá levantar o arriar el paso, por poner un par de ejemplos, es libre de dejar el cargo. Pero si lo acepta tiene que asumir que es un servidor, alguien que ocupa un puesto de confianza. Punto. Por mucha trayectoria que tenga, por mucho prestigio que acumule, por mucho que capte la atención de los micrófonos en la Campana y por mucho que tenga amigos en la denominada prensa morada. Manda la junta de gobierno que preside un hermano mayor. Y lo decimos desde la profunda admiración por el mundo de capataces y costaleros que nos ha llevado a investigar y publicar sobre la materia desde hace casi treinta años. Pero las cosas no pueden desbarrar más. Hay que reconocer que la mayoría de los grandes capataces no tienen problemas con las juntas de gobierno que los nombran. Y si los han tenido han sabido encauzarlos y resolverlos en el ámbito interno. Hay verdaderos señores en el mundo del martillo en Sevilla, que se mueven por el amor a la Semana Santa y una afición bien entendida, que saben tratar con los hermanos mayores y crear las condiciones para que la cuadrilla sea una familia más allá de la Semana Santa.

Pero están fuera de lugar episodios de polémicas que en nada benefician a las hermandades, de egos subidos de tono y momentos de tensión censurables. Un capataz no puede protagonizar altercados en una hermandad. Su papel debe ser justo el contrario: evitar discusiones, imponer la cordura, promover la convivencia, anticiparse a los problemas, dar a cada uno su sitio. Los espectáculos son para el circo, no para traslados, mudás o retranqueos. Hemos sido testigos de grandes capataces y de sagas muy conocidas que se han hecho respetar en un ensayo y hasta en la saludable cerveza posterior cuando un costalero no ha guardado el comportamiento debido. Y lo han hecho de forma contundente y ejemplar. Sin ni mucho menos meterse ellos en la pelea. ¿Cómo se puede perder el oremus? A veces se pierde y, por tanto, es la junta de gobierno la que debe tomar medidas. El que quiera que se vaya a largar a las redes sociales y a los bares, pero no se puede seguir al frente de una cuadrilla cuando se han exhibido comportamientos de forofos descontrolados antes de una final de fútbol. Cuidemos la Semana Santa todo el año, revaluemos si no estamos orillando al nazareno frente a otras figuras, y si conviene redimensionar la importancia de ciertos servidores de la cofradía. Ningún exceso es bueno, ningún desequilibrio es recomendable. El prestigio y el respeto se ganan también siendo eso: servidores. Muchos ejemplos de capataces con prestigio hay al respecto. No se necesita ser una estrella del fútbol. Ni hacer el mostrenco. Esto es más sencillo. Debe ser el calor, que afecta a las cabezas.

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