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Entrevista

Albert Espinosa: “Entre los 11 y 13 años empiezas a ser tú mismo, a sentir la libertad, la elección”

Albert Espinosa en una foto promocional de 'El camino a casa'

Albert Espinosa en una foto promocional de 'El camino a casa' / Atresmedia

Albert Espinosa (Barcelona, 1973) iba para portero de fútbol pero un osteosarcoma lo dejó fuera de juego aunque simplemente le cambió la vida y sorteó la muerte. Sus vivencias de adolescente en el hospital quedaron plasmadas en sus libros de pensamientos como El mundo amarillo y ficciones como la serie Planta 4ª y la serie Pulseras rojas, que tuvo su versión en Estados Unidos. Se formó en la universidad como ingeniero pero de sus vivencias surgió un atinado escritor y guionista. Su programa en la actualidad, producido por 7 y Acción (Pablo Motos) se emite en la noche de los jueves en La Sexta, El camino a casa, donde personajes famosos reviven con él sus vivencias infantiles en su barrio.
-Con todo lo que vivió en los hospitales ¿cómo se encuentra usted?
-Ahora mismo muy bien. Desde los 24 años estoy curado del cáncer, pero me pasé toda la infancia y parte de la juventud en los hospitales. Creo que al final no hace falta preguntar por qué me pasó a mí, pero cuando ves la muerte tan de cerca y te pasaron tantas cosas tienes una forma diferente de ver la vida. 
-Sobrevivir a veces es una chiripa.
-Por el cáncer perdí una pierna, parte del hígado, un pulmón. Lo lógico era no haber sobrevivido a aquel cáncer. Tuve un tratamiento experimental que me salvó y sigo aquí. Hay tantas casualidades...
-¿Pensaba que fallecería antes de los 50 años?
-Me lo pronosticaron los médicos, por la enfermedad que tuve, pero he cumplido 51. Comencé con el teatro, he escrito libros, películas y series y me gustaría centrarme en la televisión. Tuve un parón para proseguir.
-En La Sexta aparece usted actualmente con El camino a casa, un programa sobre la infancia de los demás  ¿siente añoranza usted de la niñez que no pudo tener?
-Me gusta hacer formatos emocionales, pero no por lo que pude o no vivir yo, sino para saber cómo son los personajes a los que sometemos este camino que hacía el colegio. Es un formato para romper a reír y a llorar. Cuando aparece el niño que esas personas que llevan dentro a todos se les iluminan los ojos.
-¿Nos marcan las experiencias, los traumas, de la niñez?
-Creo que así es. Recordando cómo éramos de pequeños nos aparece la sensación de libertad, aquella felicidad, aquella ingenuidad, los amigos y también el bullying, la tristeza, la insatisfacción.
-¿Traza un plan para sacar qué llevan en la mochila los entrevistados?
-Vamos a pelo. La producción prepara el programa pero la gracias es que ni ellos ni yo sabemos qué vamos a encontrarnos en ese camino a casa. Lo hacemos de nuevo y aparecen los recuerdos y no sabes en ese momento cómo puede reaccionar el invitado. Se produce algo único que sólo lo reconoce bien quien lo ha vivido
-¿Hay una edad clave en la niñez donde se acumulan las sensaciones?
-Cambia según las circunstancias. Jesulín con 13 años empieza por su trabajo a ser adulto. Cada uno, si lo recordamos, tuvo una edad fundamental pero yo creo que entre los 11 y 13 años pasa algo: empiezas a ser tú mismo, a sentir la libertad, la elección, la responsabilidad.
-¿Y es en el camino al cole y a casa de aquellos años donde nos hallaremos a nosotros mismos?
-Sí, en esos recuerdos está todo. En ese camino estás tú. Se acumulan los recuerdos, quiénes eran tus amigos, tus profesores, lo que veías en la tele, lo que comías.
-En el gusto y en el olfato hay mucha memoria ¿hay sabores que nos unen de verdad?
-Yo creo que nos unen los sabores de  la merienda. La merienda cuando éramos niños era sagrada. Para mí eran fascinantes las tiendas donde comprábamos el pan, los embutidos, los pastelitos. Los ultramarinos del barrio eran fascinantes por toda esa mercancía que acumulaban. Yo llevo en la memoria el olor de las sardinas en salazón.
-En El camino a casa hay cuatro andaluces: Jesulín, Fernando Tejero Rosa López y, en Marbella, Pocholo Martínez Bordiú. Una Andalucía diferente en cada uno de ellos.
-Hay cosas que hemos vivido todos, que hemos sentido, pero cada barrio, cada calle es diferente. Tenemos recuerdos que pueden unirnos por lo común, el descubrimiento del amor, el amor de los padres, la pérdida de un ser querido, hay siempre unas primeras veces para todo, pero cada uno en la circusntancia de su casa y de su barrio.
-Y los amigos.
-Los grandes amigos que te conocen cuando no eras nadie. Es lo que hemos querido también recordar con los invitados famosos. Esos amigos te los vuelves a encontrar por la calle y siguen siendo esos compañeros que te conocen y te quieren por ti mismo. 
-La televisión es la memoria colectiva común para los niños de los 60, 70, 80. ¿A usted qué le marcó?
-Es verdad que hay programas y series que nos unen porque apenas había una sola cadena. Son referentes que aparecen en las carpetas, los cromos. A mí me marcó Verano Azul y años después pude trabajar con Antonio Mercero en Planta 4ª, fue un honor. En las vivencias de Verano Azul estaban hablando de nosotros. En los  80 también son referentes comunes el azote de la droga, tus padres te aconsejaban qué hacer si te atracaban por la calle. 
-¿Y le marcó algún recuerdo de niño entre todas esas vivencias en el hospital...
-Tengo en la memoria el secuestro de Quini, el delantero del FC Barcelona. Yo jugaba entonces en los alevines del Barça, la enfermedad me truncó ese sueño. Y en el caso de Quini mi equipo iba líder en la Liga, parecía que la iba a ganar. Todo quedaba al margen cuando se produjo aquello (25 días de marzo de 1981). Los compañeros se vinieron abajo. La liga la ganó la Real Sociedad.

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