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Entrevista a Alfonso Cadaval

"La fe es fundamental trabajarla"

El torero Alfonso Cadaval.

El torero Alfonso Cadaval. / Juan Carlos Vázquez

Alfonso Cadaval (Sevilla, 1994) tuvo la valentía, en 2018, de hacerse matador de toros. Hijo de uno de los humoristas más famosos de España, la mitad del dúo Los Morancos, regresa a los ruedos "relajado y disfrutando no sólo del toreo, sino de la vida". Vive alejado de la ciudad desde hace siete años con su apoderado, Alberto de la Peña, y su mujer, Rocío. "Son como unos padres para mí". Cuando no está entrenando, le gusta cazar. Y acaba de ingresar en la Hermandad de los Gitanos, la cual suma a la de San Gonzalo, de la que ya era hermano desde la infancia.

-Lo primero, ¿cómo está?

-Después de casi tres años, contando con la pandemia, creo que ha habido una cambio muy grande en mí. He alcanzado una madurez y una seguridad que me hacían falta para mi toreo. Me encuentro en un momento más seguro de mí mismo.

-Habla de un cambio muy grande...

-La llegada de la pandemia y que en 2019 en Sevilla no pasara nada hizo que fuera un año duro para mí el resto de la temporada. Los meses de octubre hasta marzo de 2020 fueron claves. Para saber que tenía que darle una o dos vueltas de tuerca más a todo y comprometerme. Cuando llego el coronavirus mi motivación era llegar al día de hoy así: cogiendo tranquilidad y poso. Fue positivo lo que tan malo fue para todos.

-El 27 de abril torea de nuevo en Sevilla, ¿cómo lo afronta?

-Muy responsabilizado. Disfrutando la preparación en el campo. Otros años he ido más cargado de presión y miedo. Ahora, lo afronto con ilusión y tranquilidad. Eso me hace llegar mejor a ese día. Este va a ser el año que más disfrute de la Maestranza. Esta vez es distinta. Puede ser un punto de inflexión. Sobre todo, para que se vea lo que llevo trabajando mucho tiempo en cuanto a concepto, forma de torear y forma. Espero que la gente empiece a captar el mensaje que quiero transmitir y que, en el pasado, por falta oficio, seguridad y aplomo no lo he podido mostrar. Tengo que demostrar en la plaza lo que se está viendo en el campo.

-¿Cómo se prepara para esa cita y para las que puedan venir durante la temporada?

-Sigo en Utrera instalado. Estoy toreando mucho de salón y haciendo menos parte física que antes. Combinando con los tentaderos en el campo.

-¿Ha cambiado su concepto de toreo?

-Comienza a estar muy definido. Es un toreo vertical que busca la pureza con los chismes muy planos y cuadrados. Desde arriba y en el que intento que todo tenga un sentido del temple y, sobre todo, de esa palabra tan grande que es la pureza.

-¿Le ha influido en su trayectoria ser hijo de un personaje famoso?

-Soy la persona que más orgullosa del padre que tengo, pero es cierto que me ha pesado. Todos tenemos en la vida cosas a favor y en contra. En mi caso, pesaba el nombre de mi padre sobre mí, pero ahora estoy sabiendo gestionarlo y llevarlo. Ya me da igual. Sé lo quiero y lo que tengo que transmitir. Además, mi padre y yo llevamos vidas distintas y son caminos muy separados. Él le tiene un respeto a esto y yo a lo suyo muy grande. Ahora lo llevo mejor que nunca, pero años atrás no me ha dejado relajarme y estar a gusto conmigo.

-¿Siente que se ha sido injusto con usted? ¿Le ha faltado fe en algunos momentos?

-No creo. La vara de medir ha sido la que ha sido. Tengo muy claro, porque así me lo ha inculcado mi familia, que cuando yo demuestre lo que llevo dentro y lo que siento, el resultado va a ser unánime. Debo olvidarme de todo y romperme para que la gente vea que hay un Alfonso Cadaval que tiene muchas cosas que decir. Y la fe es fundamental trabajarla porque hay momentos de bajón. Para nosotros los toreros, la fe nos da paz y la paz hace que tengas seguridad.

-Dicen que es difícil ser profeta en tu tierra...

-Sevilla tiene una forma de ser que te exige. No solo con el toreo, sino con la Semana Santa o el fútbol. A los que de aquí se les aprieta más, pero eso es bueno porque nos ha hecho siempre intentar reinventarnos continuamente y dar pasos hacia delante. Esa exigencia en todos los ámbitos.

-¿Es producto de esa exigencia la nueva generación de grandes toreros jóvenes?

-Tenemos la suerte de que han aparecido a escena Roca Rey, Pablo Aguado y, últimamente, Juan Ortega. Esto nos ha hecho ver que teníamos que apretarnos los demás y empezar a que el toreo cambie a nuevos toreros y a que siga abierto a todo tipo de tauromaquias. Que haya un relevo generacional.

-¿Los toreros jóvenes atraen al público joven?

-Sí, pero parte mucho del trabajo que hagamos nosotros con la gente joven. Hay que estar en la calle y moverse. Muchas veces nos da pereza. Nosotros vivimos del público. 

-¿Qué papel juegan las redes sociales e internet en este asunto?

-Nos tenemos que adaptar a las circunstancias. Lo que alimenta al aficionado de algunas toreros menos puestos es seguirlo. Hay que estar en redes sociales para que te conozcan y el día de mañana vayan a verter.

-¿Y la televisión? Hay toreros que no quieren ser televisados.

-En mi caso, no. Sería ridículo que dijera que no me televisaran. A día de hoy, no estoy en escena. Hay toreros que ya han explotado y que es normal que quieran guardar su imagen. El asunto de la televisión no es sólo que te televisen, sino cuantas veces te repiten. El torero que está arriba y que continuamente está anunciado en ferias de primera, a lo mejor para la atracción del público no es tan conveniente que se le vea tantas veces. A mí me viene de categoría.

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