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Mano sobre mano

Crítica 'L'Ombre des femmes'

Manuel J. Lombardo

12 de noviembre 2015 - 05:00

L'Ombre des femmes. sección oficial. Drama, Francia, 2015, 68 min. Dirección: Philippe Garrel. Intérpretes: Clotilde Courau, Stanislas Merhar.

Al último Garrel le basta ya poco más de una hora para seguir declinando sus historias y figuras de siempre con una misma intensidad. La jealousie y L'Ombre des femmes depuran el núcleo de pasiones, quiebros y desgarros sentimentales que ha movido su cine, tema y variaciones que han encontrado en ese blanco y negro de grises (aquí de Renato Berta) y en el formato panorámico las herramientas precisas y atemporales para un tratamiento del espacio (un apartamento, un café, una calle), las distancias y los cuerpos autosuficiente para la activación del relato.

L'Ombre des femmes es un filme de una simplicidad y linealidad tan aplastantes que tal vez no se repare en los detalles que lo densifican: ese plano de dos manos unidas en la moviola, esa segunda voz narradora (femenina) que sólo aparece en una ocasión, una aceleración y una sonrisa antes del encuentro con el amante.

Una voz en off (Louis Garrel) heredada del Truffaut rápido y novelesco introduce y lanza los acontecimientos, que se desencadenan con esa esencialidad sin retórica marca de la casa. Las cosas aquí, como recordaba el colega Ganzo, son lo que son: una pareja es una pareja, la infidelidad (aquí doble) es la infidelidad, los celos son los celos, una separación es una separación.

En esta batalla de huidas y decepciones, Garrel parece situarse del lado de la mujer, que cumple aquí, desdoblada en Manon (estremecida y estremecedora Clotilde Corau), en la joven amante (Lena Paugam) y en la esposa del supuesto miembro de la Resistencia sobre el que su marido prepara un filme, ese papel de almohada y soporte del artista (el farsante), entregada sin condiciones al amor verdadero.

Del otro, el marido que interpreta el akermaniano Stanislas Merhar camina a toda prisa con su tozudez y su cabeza a cuestas, incapaz de entender casi nada, convencido de que, como hombre, no puede ni debe luchar contra su condición traidora e infiel.

Pero es que esta vez hay hasta una salida: una última elipsis, un desenmascaramiento, un reencuentro, la posibilidad de un reinicio, un mordisco.

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