Cinco bodas y un 'funeral' con aros olímpicos

Romance entre medallas

Las historias de romances en las villas olimpicas llenan las trastiendas de las celebraciones deportivas

Roger Federer y Mirka Vavrinec, que se conocieron en las pistas de Sidney 2000
Roger Federer y Mirka Vavrinec, que se conocieron en las pistas de Sidney 2000 / EFE

El amor está en el aire, llevado por las llamas del pebetero olímpico. Los Juegos Olímpico siempre han sido motivo de encuentro y también de enamoramiento. El rey sueco (ayer posaba en familia, lo podemos ver en la página siguiente) conocía a su esposa Silvia en la cita de Munich y cuatro años antes la princesa Ana de Inglaterra afianzó su relación el capitán Mark Phillips en México 68. Ya recordábamos el flechazo de Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarín, que dejó a su novia de por entonces, tras Atlanta 96.

Desde Barcelona 92, la villa olímpica donde además mejor se ha comido en la historia y donde juergas más memorables se improvisaron, la organización de cada ciudad aporta sus preservativos para que los atletas entre prueba y prueba se tomen el amor con cuidado. En Tokio serán 150.000 unidades a repartir entre 11.000 atletas.

Vamos a conocer algunas historias clásicas, algunos de esos romances de villa sonados y el desaparecido, dado por muerto, más famoso de este siglo y cuarto de olimpismo.

Emil Zatopek- Dana Zatopkova

Emil Zatopek y Dana Zatopkova
Emil Zatopek y Dana Zatopkova

Dos checos en la posguerra. Hablamos de Checoslovaquia, uno de los países más castigados en la Segunda Guerra Mundial. El fondista Emil Zatopek comenzó a entrenar de pura desesperación entre el horror de conflicto. Trabajaba en una empresa de calzado y hacia allá iba corriendo. En los Juegos de 1948 conoció a la hija del coronel de su cuartel, Dana. Ese amor le llevó a ganar oro y plata en las pruebas de larga distancia. La pareja se vino arriba. Ella en 1952 ganó el oro en jabalina y él a continuación los dos oros en fondo y el de maratón. Dana aún ganaría otra plata en 1960 con 38 años. Convertidos en ídolos del atletismo, Zatopek sufrió el ostracismo en su país por dar su apoyo al movimiento reformador de Dubceck de 1968 sofocado por la represión soviética. Emil y Dana, con un matrimonio que duró 52 años hasta la muerte de él, vivieron a partir de entonces en la precariedad.

Conolly-Fikotova

Olga Fikotova y Connolly
Olga Fikotova y Connolly

Historias de la Guerra Fría. Otra checa lanzadora (de disco), Olga Fikotova, llenó las portadas de todo el mundo por su romance ‘imposible’ con un lanzador de martillo estadounidense, Harold Conolly. Un flechazo en plena pista en Melbourne 1956. Ella, en pleno ensueño, tuvo habilidad para lograr el oro sobre las favoritas soviéticas y él lo tuvo fácil para ser también el ganador. ¿Cómo extender ese amor de victorias entre dos países sin relaciones diplomáticas? El estadounidense se presentó en Praga para pedirle autorizacion al mismísimo presidente checoslovaco. Fue la boda del siglo en esa capital y Olga consiguió el permiso para mudarse a Estados Unidos. Allí cambió de nacionaldidad y juntos participarían en los tres Juegos de la década de los 60 e incluso ella fue la abanderada de Estados Unidos en Munich. Con el fin de sus carreras deportivas, en 1973 se divorciaron para pasmo de la prensa norteamericana. Aún quedaba Guerra Fría por delante.

Caslavska-Odlozil

Vera Cavlaska en su boda mexicana
Vera Cavlaska en su boda mexicana

La novia checoslovaca de México. Dos estrellas del equipo checoslovaco de 1968, la gimnasta Vera Caslavska (récord de medallas en su momento) y el atleta Josef Odlozil, quisieron casarse en México antes de volver a casa donde le esperaban de uñas y así lo hicieron. Vera se convirtió en un ídolo sentimental para los mexicanos y cuando volvió a su tierra fue detenida por orden soviética. Con los meses la pareja regresó a México donde la esperaban con los brazos abiertos. Ella con su programa de televisión se convirtió en la antecesora de Eva Nasarre en Hispanoamérica. Los checos exiliados se divorciaron y regresaron tras la caída del muro a Chequia. En 1993 uno de los hijos, Martin, fue acusado de instigar el asesinato de su padre.

Henderson-Prefontanaine

La antorcha de Montreal
La antorcha de Montreal

La pareja de la antorcha en Montreal 76. En este caso no hablamos de atletas sino de los relevos de la antorcha. Para encender el pebetero en la ciudad canadiense se optó por hacerlo por pirmera vez con una pareja. Un chico y una chica que no se conocían hasta entonces y que representaban la dualidad idiomática del país, inglés y francés. Sandra Henderson tenía 16 años y Stephane Prefontanaine, 18. La misión compartida germinó en amor para entusiasmo de sus compatriotas que tardarían años en pagar aquella fiesta olímpica setentera. Estuvieron en Moscú 80 de invitados y él se convirtió en un tiburón de las finanzas. La sexagenaria pareja vive en Canadá perfectamente olvidada.

Federer-Vavrinec

Amor entre raquetas en Sidney. El maestro Federer conoció a su esposa, Mirka Vavrinec, gracias a la convivencia en los Juegos de Sidney cuando ambos eran dos novatos y con pocas posibilidad de triunfar. Iban seleccionados porque los mejores del país, Hingis, Rosset. El torneo de ambos fue decepcionante y en este caso el enamoramiento fue un problema. Ella abandonó al poco por una lesión y la pareja siguió adelante. Se casaron en 2009 poco antes de que ella diera a luz a su primera pareja de gemelos. El feliz matrimonio tiene cuatro vástagos.

El muerto y el otro ‘muerto’

Shizo Kanakuri en el fin de su maratón en Estocolmo 52 años después de los Juegos
Shizo Kanakuri en el fin de su maratón en Estocolmo 52 años después de los Juegos

Shiso Kanakuri, desaparecido en la maratón. La organización de Estocolmo de 1912 contabilizó 68 corredores que tomaron parte de la maratón. Llegaron a la meta 35 y se certificó la retirada de los demás, menos dos de ellos. Uno, el portugués Francisco Lázaro, falleció por deshidratación y el japonés Shiso Kanakuri fue dado por desaparecido durante años. En el caso del atleta nipón, de 20 años, y que había comido muy mal en el destino olímpico, se retiró en una calle sueca y volvió en barco a su país sin registrarse sus movimientos porque estaba avergonzado de su frustrada intervención. Ya en Japón continuó con su actividad deportiva, participó en otros dos Juegos, pero sin conocerse en Suecia qué había pasado con el atleta que se había desvanecido sin dejar rastro. El comité sueco aclaró lo sucedido en 1964 e invitó a Kanakuri a que completara la carrera en Estocolmo. El tiempo por tanto de esa maratón fue de 54 años, 8 meses y 6 días. El japonés falleció en 1983 a los 92 años.

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