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El asesino de las 480 puñaladas estuvo "cinco minutos" atacando con el cuchillo a la víctima: "Me dio un arrebato y la maté"

David A. S. declaró a los investigadores que Ana Isabel siempre se portó bien con él, que lo cuidaba, aunque unos días antes discutieron porque no limpiaba la habitación y ella le "amenazó con echarle de casa"

El dueño del bar donde trabajaba el detenido por el asesinato de La Algaba: "Era un chaval solitario, pero jamás pensé que pudiera hacer esto"

La mujer asesinada en La Algaba recibió 480 cuchilladas por todo el cuerpo

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Las claves del crimen de la Algaba / Chantal de la Cruz

"Me dio un arrebato y la maté". Esa es la explicación que el asesino confeso de La Algaba, David A. S., ofreció en su declaración ante la Guardia Civil tras ser detenido por el salvaje crimen de Ana Isabel V. N., la mujer que le tenía alquilada una habitación y a la que asestó un total de 480 puñaladas por todo el cuerpo en la tarde del domingo 14 de diciembre. El investigado, que alegó el elevado consumo de hachís y cocaína como detonante del crimen, estuvo acuchillando a la víctima durante unos "cinco minutos", según recoge el atestado del Equipo de Homicidios de la Guardia Civil. El único motivo que ofrece es que sintió "un impulso muy grande" que le llevó a matar a Ana Isabel, un crimen que no tiene paragón en la crónica negra mundial.

Los investigadores destacan en el informe entregado en el juzgado de Instrucción número 18 de Sevilla el "salvaje ensañamiento" que David mostró con su casera, un crimen que se produjo "sin previo aviso y sin un motivo claro aparente, privando a la víctima de defensa alguna", sorprendiéndola con las primeras cuchilladas y persiguiéndola por la vivienda impidiendo su huida, hasta que finalmente acabó con su vida en el cuarto de baño. "Quería acabar con ella y no paré hasta que lo conseguí", llega a afirmar en su confesión el joven, que se trasladó desde Alhaurín de la Torre (Málaga) a Sevilla para trabajar en octubre de 2024. David vivió primero en la capital, en casa de un amigo al que había conocido en una escuela taller de la localidad malagueña, y después se mudó a un piso de la calle Doctor Fedriani, hasta que lo echaron del mismo. Después se fue a vivir a la casa de este amigo en La Algaba, hasta que en agosto de 2025 Ana Isabel le alquiló una habitación en su vivienda de la calle Buganvilla.

Se gastaba el sueldo en drogas

El investigado trabajaba de camarero en un bar de San Jerónimo -antes había estado empleado en otros negocios de La Algaba- desde septiembre pasado y pagaba a Ana Isabel -conocida entre sus amigos como Anabel- 250 euros mensuales por el alquiler de la habitación. La habitación que Anabel le cedió era la suya propia, porque los otros dos dormitorios eran para sus hijos, por eso ella dormía en el sofá del salón de la casa.

En su confesión ante los agentes de la Guardia Civil, David aseguró que siempre había tenido una buena relación con Ana Isabel, incluso hasta amistad con ella, y explicó que nunca había tenido discusiones a causa de su adicción o las deudas. No obstante, sí reconoció que días atrás había tenido problemas con ella porque "se volvió un dejado en cuanto a la limpieza e higiene" de su habitación, hasta el punto de que, según el presunto asesino, Ana Isabel le "amenazó" diciéndole que "si no cambiaba los hábitos de higiene lo echaría de casa el 18 de diciembre", en alusión al pasado jueves.

El asesino no le pagaba en algunas ocasiones el arrendamiento, debido a que se gastaba el dinero del sueldo en drogas. Las sustancias estupefacientes se las adquiría precisamente, según la declaración del presunto asesino, a la víctima. David estaba continuamente endeudado con Ana Isabel por la compra de la droga, porque "todo lo que ganaba en el bar" lo destinaba a la compra de droga y ni siquiera compraba comida, ya que almorzaba en el bar donde trabajaba.

De hecho, entre la madrugada del sábado 13 de diciembre hasta las nueve de la mañana del domingo, día 14, se producen una serie de conversaciones entre el agresor y la víctima a través del whatsapp en las que David le pide drogas fiadas "con una insistencia desmesurada y mostrándose ansiosamente", según refleja el atestado del Equipo de Homicidios de la Guardia Civil. Esas conversaciones se producen durante toda la noche a las 00:15 horas, a las dos de la madrugada, a las cuatro, a las seis, a las siete y la última petición de sustancias estupefacientes se produce sobre las 8:20 horas del día del crimen. En esos mensajes, Ana Isabel contestaba diciéndole que podía bajar, "como accediendo a vender la droga", precisa el instituto armado.

En su declaración policial, David aseguró que era consumidor de hachís desde los 15 años y de cocaína desde los 18, y que consumía constantemente hasta el punto de que si no consumía más es porque no tenía más dinero.

Debido a su adicción, según su testimonio, ha tenido en los últimos tiempos "problemas mentales", de ansiedad, insomnio y también "ideas suicidas espontáneas".

David afirma que la noche previa al crimen no durmió, que se fumó cinco o seis porros y consumió mucha cocaína aunque no recuerda qué cantidad, pero dice que consumió hasta la una de la tarde de ese domingo. Una hora antes, a las doce, se fue para el bar donde trabaja, pero no llegó a entrar y se volvió a la vivienda de la calle Buganvilla de La Algaba. Serían las 12:30 horas y Ana Isabel seguía dormida en el sofá del salón, por lo que la despertó para comprarle más cocaína, en concreto, una dosis. Se fue a su cuarto, donde fumó hachís, esnifó cocaína y vio la tele.

El asesino no tuvo clemencia

Sobre las 14:00 horas, según el relato del asesino confeso, "sin saber por qué", bajó a la cocina y cogió el cuchillo de la encimera, y se lo guardó en el bolsillo derecho de su pantalón, sentándose en el sofá junto a la víctima, que seguía dormida. David A. S. continúa afirmando que como Ana Isabel le había dicho que quería que fuera a comprarle algo de comida, la despertó y ella cogió un monedero pequeño de una mesita. Cuando la mujer iba a darle el dinero, la atacó en una primera ocasión, intentando clavar el cuchillo -que tiene una hoja de 15 centímetros- en la cara, y a continuación comenzó a asestarle cuchilladas.

La mujer intentó huir, "gritando y pidiendo clemencia, diciéndole que pensara en sus hijos", pero el asesino dice que "no podía parar de agredirla con el cuchillo". La víctima intentó correr hacia un patio trasero de la casa, pero él la agarró y la llevó hacia un cuarto de baño de la planta baja, donde la tiró contra el suelo, diciéndole Ana Isabel que se había roto un pie. El asesino continuó la salvaje agresión y le tapó la boca para que dejara de pedir ayuda, mientras seguía apuñalándola.

David confesó que "quería acabar con ella y no paró hasta que lo consiguió"

David confesó que "quería acabar con ella y no paró hasta que lo consiguió", y solo dejó de atacarla cuando sintió que había fallecido, dejándole clavado el cuchillo en la espalda. Y cuando vio que había muerto, añadió el investigado, "entró en pánico", por lo que subió a la planta de arriba, se lavó y se cambió de ropa, marchándose de la casa sólo con cuatro o cinco porros y su patinete eléctrico.

El individuo se marchó por la calle lateral del cuartel de la Guardia Civil de La Algaba en dirección al puente viejo de hierro que cruza el río, se fue para San Jerónimo y allí dice que intentó suicidarse, pero "no tuvo valor para hacerlo", y entonces abandonó el patinete en un camino de tierra. También tiró su teléfono entre el hospital de San Lázaro y San Jerónimo, en una zona de matorrales junto a una subestación eléctrica.

Cuando se hizo de noche se fue hacia la barriada de Pino Montano, donde dio vueltas y volvió a fumar, buscando un sitio para dormir porque tenía mucho frío. Entró en una obra en construcción y se introdujo en un inodoro portátil donde pasó la noche hasta que a la mañana siguiente lo echaron los trabajadores de la obra. Luego se fue andando hasta San Jerónimo, deambulando por un parque y al comenzar a llover se refugió en un techado de unas casas frente a la farmacia de la barriada de la Papachina, donde finalmente entró y le dijo al dependiente que llamaran a la Policía porque había cometido un delito y quería entregarse.

"Ana Isabel no merecía este final. Se portó siempre bien conmigo, yo sí merezco morir".

Cuando una patrulla de la Policía Nacional se presentó en la farmacia y habló con David A. S., el joven reconoció que había "matado a su casera con la que vivía en La Algaba". Según los agentes, el presunto asesino aseguró que acabó con su vida por su adicción. "Por el consumo de drogas me dio un arrebato y la maté", añadiendo de forma espontánea que la víctima "no le había hecho nada. Siempre me cuidó, pero me dio un arrebato y la maté".

David acabó su declaración ante el Equipo de Homicidios de la Guardia Civil mostrando su completo arrepentimiento. "Ana Isabel no merecía este final. Se portó siempre bien conmigo, yo sí merezco morir".

"Huía de una banda que torturaba y mataba" en Málaga

Entre los testimonios recopilados por la Guardia Civil destaca el de una amiga del presunto asesino que relató a los investigadores que hace cinco o seis meses David quedó con ella para verse y entonces le contó que "estaba mal", añadiendo que su padre pensaba que había venido a Sevilla para buscar trabajo pero en realidad estaba "huyendo de una banda a la que había pertenecido que se dedicaba a torturar y a matar gente" y que, tras abandonar esa organización, los miembros "se revolvieron hacia él y tuvo que irse de Málaga", ayudado por la pareja de Anabel.

No obstante, David carecía de antecedentes policiales, no había sido detenido anteriormente por ningún delito. Sólo le constaban cinco infracciones administrativas por incautación o consumo de sustancias estupefacientes en la vía pública, todas ellas por parte de la Guardia Civil.

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