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Desde 2010 Francisco perdió una cosecha, medio corazón y toda esperanza de tener justicia. Hace tres años sus problemas de corazón se complicaron por la infección de una bacteria. Estuvo en coma tres semanas y cuando se despertó tuvo claro que ante la desesperanza hay que actuar para el futuro. “Le expliqué a mis hijos la documentación que tenía sobre las pérdidas que padecimos con las inundaciones porque estaba tardando tanto que pensaba que no vería el resultado judicial con vida”. Pero sus hijos no tendrán que seguir solos porque como afirma Francisco, “David venció a Goliat en los tribunales”.
El 10 de febrero de 2010 Francisco volvía de su casa de Los Llanos, donde trabajaba a diario en su actividad agrícola, en pleno aguacero. Sabía que podría haber inundaciones cercanas, pero confiaba en la experiencia con anteriores riadas. “Mis padres vivieron las riadas de 1963 y la casa no se inundó. Estábamos seguros de que no se inundaría con esa experiencia. Me fui tranquilo a mi piso de Andújar. Lo llego a saber y me vuelvo corriendo”, afirma Francisco.
Al día siguiente, no pudo correr, tuvo que nadar para intentar salvar a los animales que tenía en la casa una planta de Los Llanos porque el agua tenía más de un metro de altura. “Tuve que tirar las gallinas muertas, el gato no apareció y sólo se salvó el perro que tenía el agua al cuello”. Con el perro salvado tocó revisar daños y detectó que “hasta se cayeron los azulejos del cuarto de baño”. Se perdieron todos los muebles de la vivienda.
Doce años después, Francisco mira con sonrisa irónica una sembradora que tiene “de reliquia”. La tromba de agua destrozó sus mecanismos y se ha quedado como recuerdo de gran parte de la maquinaria que no pudo recuperar. Después de intentar salvar los animales acudió a su nave agrícola y se encontró con el panorama devastador protagonizado por unas máquinas inútiles y junto a ellas, una cosecha anegada…y perdida. “Tenía 15 hectáreas sembradas con maíz y algodón anegadas por el agua. La perdí entera”.
Francisco tuvo que pedir un préstamo para salir adelante y empezar de cero. Decidió formar parte de la plataforma de afectados IZONOIN “porque uno solo no es capaz de navegar”. El trabajo en equipo dio sus frutos. La Justicia le dio la razón. Ahora siente una alegría inesperada. La mayor de las alegrías “porque no confiaba en que llegara, pero al final llegó y ahora me dedicaré a restaurar la casa que perdí por agua del río”.
A dos calles de la casa de Francisco se encuentra la de Miguel. Tuvo más suerte “porque la casa tenía dos plantas en vez de una. Todo el pueblo estaba inundado”. Y también la planta baja de este vecino de Los Llanos del Sotillo. “Los muebles de esa casa los perdimos, al igual que 35 árboles frutales”.
Miguel, como sus compañeros afectados también convivieron con el pesimismo que generaba el paso de los años de pleitos y reclamaciones, pero la buena noticia de la sentencia favorable de la Audiencia Nacional ha provocado otra que ya ha notificado a su mujer: “le he dicho que este verano por fin podremos cumplir un sueño que tenemos desde hace más de 40 años: visitar París”.
Tanto Francisco como Miguel como el resto de los afectados por las inundaciones consideran que para que no se repita este desastre “hay que dragar el río porque hay tanto lodo que el Guadalquivir por aquí es más alto que las tierras. Deben eliminar las dos presas que hay enterradas en esta zona para que se repita lo mismo: el río no puede avanzar porque no tiene espacio”. Este hecho supuso que “nos inundáramos aguas arriba, desde Marmolejo hacia Andújar: es como un embudo con desagüe estrecho, que al final se desborda la parte de arriba y esa parte estábamos nosotros”.
La plataforma de afectados por las inundaciones, que representa a los cerca de 500 afectados, consideran que la solución definitiva pasa por “demoler el peñascal que obstaculiza, de manera natural, el paso del río y está provocando un lodazal de más de 14 millones de metros cúbicos”.
El portavoz de esta agrupación de afectados considera que “se debe actuar como en las otras dos grandes llanuras del Guadalquivir, en la provincia de Córdoba y en Sevilla, donde realizaron una limpieza del río profunda y canalizaron. En cambio, aquí no se puede hacer porque el cauce del río prácticamente no existe por la cantidad de fango que hay”.
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