Los niños de la Plaza Nueva
La Caja Negra
Cuatro de los hermanos Moeckel Gil aparecen en una foto de 1965 en la exposición que repasa la evolución de este ‘salón noble’ de la ciudad
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La ciudad de los días azules es un álbum de recuerdos con tendencia a la idealización. El paso del tiempo suele mejorar la memoria y ciertos vinos. La mente discrimina, suprime lo negativo, olvida lo adverso y mejora las versiones. Hasta no hace mucho tiempo todavía vivían en Sevilla sevillanos que conocieron la Plaza Nueva con el firme de albero y farolas que debían ser encendidas a mano cada tarde. También vivía, ya con más de 90 años, aquel niño al que su padre –el constructor Luciano Rosch– dedicó el escudo del Betis hecho a base de chinos. Ese mismo niño que estuvo de la mano de su padre en la inauguración de la Exposición Iberoamericana.
En la Plaza Nueva vimos la manifestación de la autonomía andaluza; las sillas plegables donde echar el rato al sol; el cerramiento de la obra del Metro; un alcalde, Alejandro Rojas-Marcos, manteado por béticos eufóricos la noche del ascenso a Primera División en 1994; los féretros de Alberto y Ascen en 1998 y el de la duquesa de Alba en 2014;la despedida de un cardenal en 2009,una interminable obra de construcción del tranvía... Cada sevillano tiene su propio álbum, como cuatro de los hermanos Moeckel Gil: Carmen (1957), Reyes (1958), Otto (1959) y Mayte (1960). Los cuatro se han visto sorprendidos gratamente al reconocerse como niños del Arenal que juegan en la Plaza Nueva en una de las fotografías en blanco y negro de la exposición que rememora parte de la evolución de este salón noble de la ciudad.Se trata de una muestra organizada con motivo de la inminente obra de reurbanización. La instantánea está datada en 1965. Y todo indica que debió ser tomada en primavera.
Aquella Plaza Nueva era el lugar ideal para las tardes de juego en una Sevilla muy diferente a la actual. Estaba vigilada por un guarda del servicio de parques y jardines. Eran tardes de tatas al cuidado de niños del Portaceli o de la Compañía de María. Una ciudad con escaso tráfico rodado que ni podía soñar con la Exposición Universal o la primera línea de Metro. El firme era ya el actual. En la fotografía se intuye ese ambiente apacible de plaza mayor de pueblo que en ocasiones, se puede redescubrir hoy en algunas tardes de domingo. Los adultos, acomodados en las sillas. Los niños, en la base de las farolas o en sus juegos de policías y ladrones. Otro juego consistía en escalar por el monumento del santo rey, como si el pedestal y la columna fueran el mismísimo Everest a ojos de chiquillos de cinco años. Las niñas, saltando el elástico. Pantalones cortos, trajecitos, algarabía... Una ciudad más pequeña, más familiar e íntima, con pocos turistas, sin colas para visitar los monumentos. Una ciudad sin las carreteras de hoy hacia las playas. O se jugaba en la Plaza Nueva o en los Jardines del Cristina, donde la oferta de ocio sumaba un tobogán y unos triciclos que muchos recuerdan en fotos en sepia.
Carmen, Otto, Reyes y Mayte fueron los niños de una Plaza Nueva que ahora mudará de piel, evolucionará como los hacen las personas. La plaza seguirá acogiendo juegos infantiles, aunque no tenga ya sillas alquilables. No hay ya guardas, pero continúa la mirada vigilante del bronce de San Fernando, han vuelto los serenos a las calles de la ciudad y todavía seguimos con el debate del Metro. Carmen y Reyes juegan al elástico. Mayte aparece de espaldas con el pelo recogido y Otto está debajo de un árbol. Sevilla son cuatro hermanos que juegan en una plaza por la que pasa el tiempo, pero siempre queda el recuerdo azul de las infancias, el Rey Santo, unos naranjos y las campanadas de un reloj cuando cae la tarde y toca el retorno a casa.
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