La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Nos libramos de pasar vergüenza
Este año no será el suyo el primer regalo navideño que llegue a casa de don Manuel Clavero, su íntimo amigo. Se nos ha ido el sevillano que conoció las dos exposiciones: la del 29 y la del 92. El procurador que nunca quiso jubilarse, que recorría las notarías de España para pedir que en el otorgamiento de poderes se le designara como procurador en Madrid. Si el caso llegaba al Supremo, don Luciano ya estaba nombrado y se llevaba el gato al agua. El caballero elegante de las camisolas de hilo para cenar en los restaurantes más exquisitos del Puerto de Santa María, el señor que tomaba cada día una copita de Oporto en recuerdo, ay Luciano, de aquella portuguesa. Dice su hija que tuvo una buena vida y que ha tenido una buena muerte. Claro que la ha debido tener como nazareno que fue con farol de mano en la cofradía de la Universidad, en la que se inscribió en 1945 con una cuota de dos pesetas. Luciano, como le gustaba que le llamara hasta su hija, fue el niño que decidió que en el pavimento de la Plaza Nueva hubiera nada menos que un escudo del Betis. Su padre fue el constructor responsable de la obra de la nueva pavimentación y quiso tener ese detalle, como lo tuvo al terminar de levantar los edificios de República Argentina, donde dejó las iniciales hechas con chino lavado en la acera de los soportales, perfectamemte apreciables hoy. Se nos ha ido Luciano y con él se marcha todo un estilo de vida basado en el trabajo y en la vitalidad. Nunca quiso morirse. Ni cuando enviudó. Presumido, coqueto, elegante, con genio y sibarita. Le encantaba dormir, desayunar tarde, comer tarde, apurar los horarios, tomar el sol, seguir el fútbol por la radio. Y siempre sin dejar trabajar. Largamente cumplidos los 90 años, todavía seguía ejerciendo de procurador en Madrid, aún seguía cuidando su ropa, su imagen, su peinado como si tuviera aquellos 30 años en los que se emperifollaba tanto que hay quien dice que fue el primer metrosexual cuando, por supuesto, no se empleaba este término. Descanse en paz el hermano de la Buena Muerte que se crió en Sevilla, la ciudad que nunca olvidó. El día que intervino como procurador en Madrid en la liquidacion de la Sociedad Estatal de la Expo recordó que vivió la primera de la mano de su padre en la Plaza de España, en la inauguración a cargo del rey Alfonso XIII. "Y ahora me toca disolver la segunda". Hoy veo a don Luciano con su cerveza de aperitivo al sol de Andalucía, su calzado juvenil, sus periódicos, su sonrisa y sus recuerdos de una ciudad donde fue el niño que colocó al Betis en la Plaza Nueva.
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