Jesús Silva

El embajador valiente

  • El embajador de España en Venezuela es anfitrión de Leopoldo López y de Zapatero al mismo tiempo. Es un diplomático sevillano hermano de tres cofradías. Su padre se volcó con el Cachorro tras el incendio de 1971. Fue declarado persona ‘non grata’ por Maduro

El embajador Jesús Silva

El embajador Jesús Silva / Rosell (Sevilla)

Hay embajadores de carrera y colocados a dedo por el gobierno de turno. Hay embajadores que se remangan, trabajan por abrir puertas a los inversores y limar asperezas entre dirigentes políticos, y los hay que son perfectos organizadores de cenas a la luz de arañas luminosas y casi con bandejas de bombones Ferrero Rocher. El mundo de la diplomacia es una botica donde se mezclan ilusiones nunca confesadas, como las de quienes sueñan con el retiro en el Palacio de España en Roma, donde está la legación más antigua, la del Reino de España ante la Santa Sede y la Soberana Orden de Malta, y los sufrimientos de quienes padecen junto a sus familiares los efectos de un destino que se torna en convulsos.

Jesús Silva Fernández (Sevilla, 1962) es el embajador de España en Venezuela, el diplomático que vive en esa casa que aparece sitiada cada día en las imágenes de los informativos de televisión. Es el diplomático valiente que se mete en los fregados. Lo mismo le toca recibir al ex presidente Zapatero en Caracas, que se ve en la tesitura de dar cobijo a Leopoldo López, líder opositor al gobierno de Maduro.

Considerado non grato por el régimen venezolano, cuenta con una trayectoria diplomática reconocida públicamente por su forma de ejercer la profesión, enfocando sus legaciones no a la mera representación sino a la apertura activa de canales para que los emprendedores españoles puedan invertir con seguridad jurídica, ora en las obras del Canal de Panamá, ora en proyectos relacionados con la banana o la caña de azúcar, según la economía de las naciones donde ha desarrollado su labor.

Criado en el seno de una familia numerosa. Es el segundo de siete hermanos. Su vida está fuertemente marcada por la figura de su padre Jesús Silva Porto (Santiago de Compostela, 1924-Madrid, 2009), un gallego que ganó pronto la plaza de fiscal y fue trasladado a Sevilla en los años cincuenta. Silva Porto arraigó muy pronto en ciertos sectores de la sociedad local. Fue diputado provincial al igual que otros profesionales de prestigio de los considerados tecnócratas. Como gran monárquico tuvo el honor de formar parte del consejo privado de Don Juan de Borbón. La etapa del niño Jesús en Sevilla se acabó cuando apenas tenía los diez años porque su padre fue nombrado director general de Bellas Artes, pero las circunstancias hicieron que siempre quedara prendado de la ciudad. Estando ya en Madrid se produjo el histórico incendio en el templo del Cachorro. Ocurrió el 26 de febrero de 1973. El padre de Jesús se volcó con tal intensidad con la hermandad desde su puesto de director general de Bellas Artes que fue nombrado hermano de honor en señal de gratitud, un título al que Silva Porto correspondió saliendo de nazareno hasta casi su último año de vida.

El hoy diplomático con despacho en Caracas es también cachorrista. Es hermano de la Quinta Angustia por influencia de amigos de la infancia como José María Barquín y Pablo Beca. Y del Baratillo aunque nació en la calle Miguel Mañara, pero su familia se trasladó pronto al Arenal, a la calle Antonia Díaz. Después acabó residiendo muy cerca de la Palmera, en calle Domingo Tejera.

La vida es...

La vida son recuerdos de las aulas del Colegio Alemán de Sevilla, cuando este centro era germano al cien por cien, donde fue matriculado con tres años y donde alternaba estudios y juegos con José Pérez de Lama, Arturo Otero o Alfonso de Borbón. Era un niño travieso acostumbrado a las regañinas. La vida es ejercer de coordinador del comité organizador de la Expo’ 92. La vida es obtener la licenciatura de Derecho en Madrid y llevar a gala un profundo sentimiento sevillista. Como embajador de España en Jamaica vivió la curiosa experiencia de comentar los partidos europeos del club de Nervión para la televisión jamaicana. Y, por supuesto, en la sede de la Embajada se organizaban reuniones para ver los encuentros. Cuentan que su afición por el Sevilla ha hecho posible que nunca pierda el vínculo con la ciudad. Silva se ha referido en alguna ocasión a su “orgullo sevillano” desde el Caribe. A sus amigos les confiesa que echa de menos los bares de tapa. Y no oculta los momentos de tensión que se viven estos días en Caracas, como se ve en los telediarios un día y el otro también.

Simpático, extrovertido, con nervio y muy hablador. Incluso hay quien lo tiene por arrollador. Cuando está en una reunión se nota todo el peso de su presencia. Quienes lo conocen aseguran que se trata de una persona importante en el mejor sentido del término. Se faja en sus destinos como embajador y, además, ha sabido encontrar la senda que conduce a la buena suerte. Es un taurino sin complejos que disfruta en cuanto puede de algún festejo en la plaza de la Real Maestranza, donde siempre hay un caballero maestrante dispuesto a invitarle al palco. Este diplomático disfruta con una buena comida, bien regada y con un selecto habano para ambientar la sobremesa. El buen yantar le ha hecho coger algunos kilos de buena felicidad, lo que no está del todo mal para sobrellevar los días de fuerte tensión que sufre, sobre todo en los meses que tuvo que volver a Madrid al ser expulsado de Caracas y considerado como persona non grata como respuesta de Maduro a la firmeza mostrada por Rajoy, entonces presidente del Gobierno.

Destinos anteriores

Es tan aficionado al arte contemporáneo que tiene su propia colección de cuadros que le acompañan en todos sus destinos. Ha estado anteriormente en Rosario (Argentina), Bonn y Jamaica. De hecho, muy joven fue director de relaciones culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores. Tiene habilidad para navegar bien con los políticos del PPy del PSOE. Será porque concibe la embajada como una oficina comercial al servicio de los interesados en invertir, más allá de ajustarse el traje o los tiros largos. Es el típico hombre especialista en apagar fuegos, en resolver entuertos como los derivados de los contratos que las grandes ingenierías españolas tienen por el mundo. Tan es así que fue presidente de Ineco, la ingeniería y consultoría global referente en infraestructuras.

Hoy es de los pocos embajadores nombrados por Rajoy que sigue en el mismo puesto: Venezuela. Tiene casa en Madrid y el corazón en Sevilla, la ciudad donde se reencuentra con la mejor memoria de su padre. Quienes más lo quieren dicen, por encima de todo, que es un diplomático de vocación, con una concepción muy práctica de su labor y, sobre todo, con valentía y arrojo. Tal vez por eso le encargan las crisis más agudas.

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