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Literatura y pensamiento

El Nobel silencioso

Manuel Barea

Cuando el 11 de octubre de 2012 se supo que el Nobel de Literatura era para el escritor chino Mo Yan la Academia sueca fue objeto de un sinfín de reproches, procedieran éstos de personas vinculadas, o no, a la creación artística. Estocolmo había tomado una decisión políticamente incorrecta: porque Mo Yan no era ningún disidente, no sufría presidio ni era un exiliado. No bastaban los méritos estrictamente literarios que el jurado había encontrado, argumentado y valorado para conceder el premio a su obra. No era suficiente: el agraciado no poseía pedigrí de perseguido ni sus libros estaban prohibidos. De haber sido al contrario, el galardón sí tendría sentido y legitimidad. Pero no, el megáfono mediático tronó y proclamó que los encargados de conceder el galardón literario más importante había mirado para otro lado e ignorado las agresiones del régimen comunista chino a los derechos humanos y la libertad de expresión. Todo el aplauso con que fue recibido dos años antes el Nobel de la Paz a Liu Xiaboo se transformó en abucheo con el reconocimiento al autor de Grandes pechos, amplias caderas.

¿Cuántos de estos críticos con el premio a Mo Yan han leído siquiera una de sus novelas? Probablemente el mismo número de españoles que cada mes de octubre ironizan con la decisión de la Academia sueca. "¿Quién es ese? Otro que nadie conoce", se les oye decir. Pero no lo conocen ellos. Gente que en vez de callarse exhibe su ignorancia como si cotizara en Bolsa. Y sin embargo, en España, los lectores interesados tenían a su disposición desde diez años antes una novela de Mo Yan, Sorgo rojo (El Aleph Editores), cuya versión en el cine a cargo de Zhang Yimou había ganado el Oso de Oro en el Festival de Berlín, en 1998. ¿Pero quién lee los créditos?

 

Años después, la editorial Kailas, un sello  al margen de las grandes corporaciones del sector, importaba las obras de Mo Yan a nuestro país, y tras Grandes pechos, amplias caderas llegaron Las baladas del ajo, La vida y la muerte me están desgastando, La república del vino y Rana, además del volumen de cuentos Shifu. Todo un catálogo para entender por qué Mo Yan, que en castellano significa "No hables" -su verdadero nombre es Guan Moye-, fue elegido por la Academia sueca. El calló. Se instaló lejos de la alharaca. Y la literatura, lo que importa en este caso, triunfó.

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