Buika | crítica

La gitana de ébano

  • El ciclo Cita en Maestranza alcanzó una enorme altura en la noche del martes con el concierto de Buika y su voz sublime, tanto en la suavidad como en el desgarro, que maravilló al público que acudió al teatro en una gran cantidad.

Buika, radiante, feliz

Buika, radiante, feliz / Manuela Romero

Al suave órgano se le sumó el sonido de unas campanas tubulares; un saxo tenor apoyó al piano, temblaron los platillos, entró el bajo. Y apareció Buika. Tras saludar derramó unas gotas de líquido sobre el suelo iniciando así una ceremonia, aprendida de sus ancestros bubis, que terminó persignándose antes de entonar Niña de fiesta. La batería atacó con el bombo y la caja, el bajo subió el volumen de graves y el tiempo se paró. A partir de entonces la fusión de ritmos nos invadió: jazz clásico aquí, reggae en To be with you; en Vete que te quiero unió su versátil voz a la música como un quinto instrumento que moldeaba unas melodías de jazz-rock dignas de Weather Report para aflamencarlas al cantar la letra. En Puro teatro fue pura energía y puro dramatismo y después de Don’t explain, la tercera y última de las canciones que hizo en inglés, adquirió el protagonismo el flamenco desgarrado e histriónico de Buika, que dedicó Oro santo a los cantaores y cantaoras de todo el mundo, llamando luego al escenario a los Porrina, que la acompañaron sin el resto de la banda en Sueño con ella; llenaron de duende el tango de Nostalgias y suavizaron por rumbas la melodramática historia de Mari Carmen, la gitanita de Te camelo.

En Jodida pero contenta la batería quedó supeditada a la percusión de Isidro, excesivo en dos solos, el segundo de los cuales sirvió de puente para enlazar Mentirosa y El último trago. El final era la canción que la gente esperaba, Mi niña Lola, que dedicó a todos los padres que han querido a sus hijos, recordando de forma emotiva al suyo, al que no llegó a conocer. Pero no se resistía a marcharse aún y comenzó a capella un Ojos verdes que los Porrina acompañaron quedamente en el estribillo.

Si no luce la quinta estrella en la valoración es porque una voz tan llena de matices, en los momentos delicados y cuando las cuerdas vocales parecían a punto de estallar, merecía un sonido perfectamente ecualizado, sin sombra alguna, como ocurrió con la música; pero no fue así.

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