Campanero & Oyarzábal | Crítica

Un violón divertido, que no es poco

El joven violonista Ismael Campanero

El joven violonista Ismael Campanero / MAS +

Se presentaba el concierto a priori con cierto aire de ladrillo musicológico, y sin embargo el acercamiento espontáneo a la música del joven Campanero –que por algo tocó de memoria– resultó fresco y muy comunicativo.

Porque se trataba de un programa –recientemente grabado– dedicado a un instrumento habitual como acompañante pero raramente oído como solista: el violone en sol, una especie de gran viola da gamba de tesitura similar al violonchelo pero sonido más resonante y con más fundamento en el registro grave. Al unirse a la resonancia natural de la iglesia de San Luis resultó un timbre envolvente, bien aprovechado por Campanero para insistir en obras de aire improvisatorio y armonías de larga duración, terreno ideal para que el joven contrabajista hiciera volar un ágil arco y una fértil imaginación. Su buen sonido lució también en movimientos lentos como la sarabanda de la BWV 1008 de Bach, y su mano izquierda subió al agudo con agilidad, aunque el registro medio resultó poco inteligible en los pasajes rápidos. De un continuista tan reconocido como Oyarzábal poco bueno queda ya por decir: cumplió con las altas expectativas.

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