Johan Theorin. Escritor

"Cerrar las fronteras provoca que también te encierres a ti mismo"

  • El autor clausura con 'El último verano en la isla' su cuarteto de Öland La novela hunde sus raíces en la época de emigración sueca a la antigua URSS

El solsticio estival cierra la trama de misterios estacionales que Johan Thoerin (Gotemburgo, 1963) inició hace cuatro novelas con La hora de las sombras (Mondadori). En esta ocasión, la narración de El último verano en la isla gira en torno al midsommar: fiesta de tremendo arraigo en Suecia que tiene su origen, recuerda el propio autor, en una "imitación" de los "palos de mayo alemanes", efemérides que se popularizó a partir de todo el movimiento de exaltación nacionalista del Romanticismo. "En Suecia -medio bromea Theorin, que volará de vuelta a su país para no faltar a la cita-, hubo que trasladarla a junio para que hubiera flores". La última entrega del cuarteto de Öland no marca la despedida de Theorin de la novela negra: el escritor continuará el universo que sugirió hace un par de años en El guardián de los niños.

-Parte de la trama de El último verano en la isla se desarrolla durante la época del Gran Terror de Stalin, en la antigua Unión Soviética. El pasado, ya sea como historia con mayúsculas o como historia íntima, es un recurso constante en sus novelas. ¿Por qué?

-Soy una persona que disfruta al acercarse a la historia, estudiarla y ver cómo nos afecta y conforma el mundo en el que estamos. Al contar una historia, el ir y venir entre el pasado, los hechos históricos, y el presente, transforma la narración es algo más interesante, obtiene una profundidad que no tendría si no se recurriera a mecanismos o circunstancias que vienen de lejos.

-En esa línea de la novela, señala que era común que ciudadanos de países colindantes con la antigua URSS llegaran al país comunista en busca de una vida mejor. Pero ni la vida allí ni el regreso al país de origen resultaban fáciles.

-En primer lugar, fue Estados Unidos quien ejerció de tierra de promisión para los suecos. El movimiento migratorio en Suecia hacia el otro lado del mar comenzaría hace 150 años... Pero en los años 30, a raíz de la Gran Depresión, Estados Unidos cerró sus fronteras y la URSS comenzó a perfilarse como un posible paraíso para la clase trabajadora. Miles de personas llegaron hasta la antigua Unión Soviética siguiendo esta idea. Conforme investigaba todo esto, al ver la cantidad de gente que participó en esta diáspora, pensé que debía contarlo en algún momento.

-¿Cómo fue el proceso de documentación? ¿Es un episodio conocido en la historia sueca?

-Bueno, últimamente se está haciendo más conocido, pero no lo era tanto. La URSS era un país completamente cerrado, y todo este episodio sólo ha salido completamente a la luz -al igual que muchos otros- a raíz de la reciente apertura al público de los archivos de la Unión Soviética. Durante mucho tiempo, fue imposible ir a Rusia a saber siquiera qué les había podido ocurrir a tus parientes, qué había sido de ellos.

-La búsqueda y la llegada a estos prometedores "nuevos mundos", ya fuera en Rusia o en Estados Unidos, no era algo extraño en Suecia hace tres generaciones. Es difícil imaginarlo, pero en esa época, el país era un país pobre y las condiciones de vida eran bastante duras. Ahora, uno de cada tres suecos puede considerarse rico. ¿Cómo ha sido esta evolución como sociedad? ¿Ha habido aspectos oscuros en ella?

-Podemos ver que Suiza, por ejemplo, ha terminado cerrando sus fronteras a los inmigrantes. Parece que tenemos una facilidad asombrosa para olvidar que hace un siglo nosotros podíamos ser quienes emigrábamos, y que la cosas pueden cambiar muy rápido: un país puede pasar de ser pobre a rico, y al revés, mucho más rápido de lo que pensamos. En Suecia hay un partido (los llamados "Demócratas") que también quieren cerrar las fronteras del país. En las próximas elecciones de septiembre, se calcula que obtendrán el 10% de los votos. Hace diez años nadie había escuchado siquiera hablar de ellos, y ahora son bastante populares: se alimentan del miedo al extranjero, como es obvio. Pero los que hablan de cerrar las fronteras no se dan cuenta de que, si haces eso, no sólo impides el paso a los demás: terminas encerrándote a ti mismo.

-El personaje de Aron, dentro de la novela, recuerda a ese famoso concepto desarrollado por Hannah Arendt, la banalidad del mal. Uno puede terminar portándose como un monstruo sin siquiera tener una mala naturaleza.

-Absolutamente. En el caso de este personaje, vemos que ni su naturaleza ni su disposición tienden a la crueldad. Se va colocando, casi sin quererlo, en una posición que para él también es difícil de asociar con él mismo. Pero ni se lo cuestiona. Actuar de forma inhumana no está predeterminado: puede aflorar en cualquiera si llega a darse la situación, lo que resulta un pensamiento inquietante. Eso sí, hay algo fundamental para que esta tendencia se desarrolle: el no pensar.

-Disociar...

-Eso es fundamental. Quizá, en este caso, Aron sabía disparar, y esa cualidad lo ayudará tanto a sobrevivir como a corromperse.

-Pero en sus novelas, no sólo la historia (grande y pequeña, como decíamos) es una constante, sino también todo el corpus de mitologías, creencias, leyendas... Da la sensación de que el todo visible es tan importante como el invisible para llegar a entender un mundo determinado, una determinada forma de vida.

-El cómo vemos el mundo: eso es fascinante. La gente que cree que no hay dios percibe la realidad, de manera inevitable, de una manera muy distinta a aquellos que tienen una visión del mundo determinada por la creencia en lo divino. Por otro lado, está lo sobrenatural, quienes creen en la vida después de la muerte, algo que igualmente conformará la manera en la que nos acercamos a las cosas, la manera en que asumimos el día a día... Mi bisabuela aseguraba que veía pequeños hombrecillos grises corriendo alrededor de la casa. Bueno, ella era capaz de ver a estas criaturas y hoy día hay gente que asegura que ha visto extraterrestres y naves especiales. Lo que creen ver probablemente sea muy similar, sólo que se interpreta de manera diferente.

-Con esta entrega termina la serie de novelas en torno a Öland. Imagino que, como autor, uno no escribe cuatro novelas sobre un lugar cualquiera. ¿Qué es lo que ha hecho que Öland ejerza no sólo como escenario, sino casi como personaje a lo largo de cuatro libros?

-Desde el principio quería que la isla fuera un personaje. El paisaje afecta a las historias que cuento de manera inevitable, y la historia tampoco podría suceder en ningún otro lugar. Öland es una isla larga y estrecha, en la que el mar está siempre presente en todo lo que se hace, al igual que las condiciones metereológicas: los inviernos son feroces, pero es un destino muy popular durante los meses de verano. Apenas queda gente en la isla durante los meses más duros, mientras que en verano puede superar los dos millones de visitantes... Es inevitable que eso afecte narrativamente tanto al tipo de historia como a los personajes.

-Ha sido periodista durante veinte años, ¿qué ha aprendido en este salto, al escribir novelas de misterio?

-Creo que hay más similitudes que diferencias entre ambas cosas. Al fin y al cabo, lo que intentaba en mis historias como periodista era saber cuál era la verdad, que es lo mismo que hago con las novelas: esforzarme por encontrar todo lo que sea posible de un tema determinado. Muchas veces se trata de cuestiones ocultas durante mucho tiempo, como en este caso, e intentas arrojar algo de luz sobre ellas. Así que es muy parecido. La diferencia tal vez esté en tu cabeza, pero no es muy distinto ser redactor a ser autor de novela negra. Aunque a veces me es difícil no revelar antes cuál es el misterio.

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